Basado en Romanos 3:21-31 (Versión Reina Valera 1960)

Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión. ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.

En el pasaje de hoy, hay cosas muy básicas que aprender, y son fundamentales para poder entender el todo de Dios, de Su Palabra, y aun, de nuestra existencia. El primer punto que hay que entender (que no está mencionado aquí, pero es fundamental para que lo demás tenga sentido) es que nada somos sin Dios. Para que nuestra existencia tenga sentido, necesitamos entender que existe un Creador y que le necesitamos. La creación no es nada sin el Creador. Somos una obra incompleta si el Creador no forma parte del centro de nuestra vida. El ser humano no se puede completar a si mismo, y la creación tampoco puede completarse a si misma. Podemos tratar de buscar nuestra plenitud en el dinero, en el poder, en la fama, en lo material, pero nada de eso puede llenar el vacío que solo Dios puede llenar. Sin entender esto, vivirás una vida incompleta, sin un real sentido, y claro, desperdiciaras la oportunidad a la vida eterna que Dios solo puede darte.

Lo otro relacionado al principio es que, no puedes salvarte a ti mismo. No hay obra que puedas hacer por tu cuenta que te lleve a donde solo Dios te puede llevar. El pecado hace imposible que el hombre se pueda salvar a si mismo. Y, ¿Cómo podremos alcanzar algo que no tenemos ningún tipo de dominio ni control sobre él? No puedes lidiar con el pecado por ti mismo (lo cual, si existe porque es real, y afecta tu presente y tu eternidad). Nunca puedes ser suficientemente bueno por ti mismo. Como habíamos mencionado la semana pasada, el pecado creó el destino del infierno para cada ser humano, y ningún ser humano puede romper con su destino. Lo físico no puede afectar o desafiar cosas espirituales, cosas que están fuera de nuestro alcance. Lo único que puede romper algo como el destino es un elemento (o persona) más fuerte del ambiente espiritual (solo Dios). Así que, por nuestro pecado, cada ser humano esta destituido de la gloria de Dios, completamente excluido del reino de Dios; a no ser que Dios mismo interfiera con lo establecido, y rompa las leyes universales. Entonces, si no tienes ninguna potestad sobre el pecado, lo cual determina que vayas al infierno, entonces la lógica dicta que tienes que depender de algo más grande que el pecado, que el destino, y que el infierno mismo: Dios. Y aquí es donde entra el foco del pasaje de hoy.

Dios a través de Jesucristo rompió todas las leyes establecidas para cambiar tu destino por completo, rompiendo el ciclo, pudiendo cambiar el curso de tu existencia. Pero lo que es necesario es que realmente establezcas tu vida en algo mas que una religión, sino en una Persona, en la persona de Dios. Cristo Jesús es el único que puede darte la vida eterna. La fe en Cristo, creyendo en Cristo, es lo que comienza a abrir la puerta para la salvación. Porque escrito esta: Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. Romanos 1:17. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá. Gálatas 3:11. También se nos enseña lo siguiente: Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11:6. Si no pones tu fe en Dios, realmente creyendo en Él, en lo que Él puede hacer por ti, nunca podrás lograr tener la vida eterna que Él, si quiere otorgarte. Tienes que creer en Él, y creer en lo que Él te dice a través de Su Palabra. Así que, sin fe no hay nada. Todo lo demás es inútil.

La fe es necesaria para algo primordial, para poder realmente cumplir con la Ley. La fe te tiene que llevarte a no solamente saber y creer lo que Dios ha hecho por ti, sino llevarte a creerlo de tal manera que el amor por el pueda nacer. Esto es lo que hace que se cumpla la ley a través de la fe: el amar a Dios. Porque escrito esta: Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados. Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres. Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas. Deuteronomio 6:1-9. Lo que siempre ha sido, desde el principio, es que tenemos que amar a Dios con todo lo que somos, con todo nuestro ser. El amor a Dios es lo que tiene que producir todas las demás cosas que deben suceder en nuestras vidas. El amor hacia Él tiene que ser la raíz de nuestra vida y la razón por lo cual hacemos todo lo que hacemos. Sin amar a Dios, nunca se cumplirá la ley de Dios en nosotros a través de Jesucristo. Esto es lo que nos enseña la Palabra: Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 1 Juan 5:3-4. El amar a Dios produce la obediencia a Dios, el deseo de hacer aquellas cosas que le placen, y que, a la misma vez, son de bendición para nuestras vidas. Cuando amas a Dios, todo lo demás comienza a caer en su lugar.

Así que, ¿estás viviendo por fe, aprendiendo a amar a Dios? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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