Basado en Isaías 14:12-17 (Versión Reina Valera 1960)
¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo. Se inclinarán hacia ti los que te vean, te contemplarán, diciendo: ¿Es este aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos; que puso el mundo como un desierto, que asoló sus ciudades, que a sus presos nunca abrió la cárcel?
Este pasaje revela lo que causo y como fue la caída de Lucero, el que ahora es conocido como Satanás. El enemigo no siempre fue lo que es hoy. El comenzó como algo distinto. Pero dado el misterio de la iniquidad, en algún momento en la antigüedad entro la envidia en él y dio a luz el orgullo, y el orgullo dió el más horrible producto, y como tal, quiso ser como Dios. La gran mayoría de las personas, especialmente los que profesan a lo menos tener algo de fe en Dios, pensarían de esto como algo inaceptable o hasta horrible, y lo es, pero la gran mayoría hoy hacen tal o hasta peor mal, y por desgracia, dentro de los que dicen creer en Dios, y si persisten en su pecado, sin un completo arrepentimiento, terminarán en el mismo lugar que el enemigo, eternamente condenados por el juicio de Dios.
Hay un mal inexplicable en el hombre hoy, y es inexplicable porque no tiene nada de lógica. Es una necedad que sobrepasa los limites hasta de lo natural, pero claro, todo como producto de la tentación e influencia diabólica. Mucho del hombre hoy envidia a Dios, aún el supuesto creyente porque desea ser como Dios. Dirán muchos: ¿Cómo puede ser esto? Y esto los asombrará porque es un mal muy enlazado en todo en su vida, aún dentro de su supuesta fe. La gran mayoría del ser humano desea ser como Dios, muy parecido a Lucero, en el sentido de que desea llevar a cabo su voluntad y no la de Dios. Y es más, la gran mayoría de los supuestos creyentes ven a Dios como su siervo y no como el Señor y Dios que es. Tratan a Dios como si El existiera para servirle a ellos, y para que El cumpla sus deseos. Y esto es tal orgullo, y tal desorden, que solo es castigable con el infierno, tal como Dios condenará al enemigo por toda la eternidad al lago de fuego, donde el mismo infierno será echado. Algunos preguntarán, ¿Pero no podemos buscar de Dios para que nos ayude con nuestros problemas? Si, se puede, pero eso no puede ser la base de nuestra relación con Dios. No se puede tratar nuestra relación con Dios de que El haga nuestra voluntad. Muchos tratan a Dios como muchas distintas cosas, pero si no se someten a El como Señor, sencillamente no hay salvación. Es imposible, por mucha fe que profesen tener, por mucho que digan que hasta le sirven, si el Señor Jesucristo no es aceptado y tratado literalmente como el Señor en tu vida, nunca veras la vida eterna, sino que dejarás a la envidia y el orgullo preparar tu propio camino a la perdición, tal como le sucedió a Lucero.
La Palabra de Dios dice esto: Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Romanos 10:8-10. El asunto es que la salvación solo se alcanza si se acepta y se trata al Señor Jesucristo como Señor, y debe ser algo de corazón y en la práctica. No puede ser algo de palabras nada más. Si El es Señor, entonces debemos sujetarnos a hacer lo que El diga que hagamos a través de lo que guie el Espíritu Santo y la Palabra de Dios. ¿Es tratado el Señor como tal cuando una persona solo le busca para sacar provecho de El? ¿Es tratado como Señor cuando se escoge que seguir de Su Palabra, a su conveniencia carnal? La Palabra de Dios dice así: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Mateo 7:21-23. Entonces, ¿Qué podemos entender con esto? Qué, aunque una persona haga cosas espirituales, que luzcan como Su voluntad, si una persona no está sujeta a Su voluntad y señorío, de nada servirá. Y si Dios no acepta a personas que hacen cosas espirituales fuera de Su orden, ¿Qué creen que pensará el Señor de personas que ni siquiera buscan hacer cosas que le pertenecen a Su reino? ¿Qué hará Dios con aquellos que solo buscan satisfacer su propia voluntad, y aún más, que atientan poner a Dios en servidumbre, para sus placeres y sus deleites?
El Señor nos dejó un modelo de oración, algo que debemos tomar en cuenta como ejemplo no solo para pedir, sino aún más, para vivir de tal manera, como está escrito: Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Lucas 11:2. Así que, ¿Cuál debe ser nuestra prioridad? ¿Qué es lo que encabeza el ejemplo de oración que nos dió el Señor? Claramente se vé que debemos buscar y orar por la voluntad del Padre, especialmente si decimos creer en El cómo Padre. Dios no se deja llevar por nuestros cambios sociológicos que existen hoy, donde los padres malcrían, y así, pierden todo tipo de autoridad ante sus hijos. Dios no es un padre moderno, que se deja pisar y hasta que le falten el respeto como hijos. Dios es Dios, y tanto el diablo, sus huestes, y todo ser que no se sujete a Dios también tendrán que llegar a la realidad de que el Señor es Dios, y no será para salvación o perdón, sino para destrucción y perdición eterna. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. Romanos 14:11.
¿Qué es lo que produce la salvación y hasta la transformación en una persona? Cuando una persona realmente acepta y trata al Señor Jesucristo como su literal Señor. Este ejemplo vemos en el Apóstol Pablo, en su conversión, como lo relatan las Escrituras: Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Hechos 9:3-6. La única manera que una persona pueda llegar a la salvación y a la vida eterna que Dios ofrece es solo con esta actitud, con reverencia, con sujeción, tratando al Señor como tal. Este es un llamado no para juicio, sino para que haya un entendimiento claro para alcanzar la salvación. Debemos llegar y seguir a Dios bajo sus términos y no los nuestros. Y si existimos, es para hacer Su voluntad y no la nuestra. De otra manera, solo se estarán preparando para el día más horrible de toda su existencia, cuando Dios en Su santo trono diga en el día del juicio, …nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Dios lidiara con todo orgullo, más tarde o más temprano. Así que, ¿Qué reina en tu vida, el orgullo o el Señor? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!