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Basado en Romanos 10 (Versión Reina Valera 1960)

Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas. Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Pero digo: ¿No han oído? Antes bien, por toda la tierra ha salido la voz de ellos, y hasta los fines de la tierra sus palabras. También digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente Moisés dice: Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo; con pueblo insensato os provocaré a ira. E Isaías dice resueltamente: Fui hallado de los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí. Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor.

Este pasaje cubre muchos conceptos que son vitales y fundamentales para nuestra fe en Cristo, para poder llegar a tener aquello que solo Dios puede dar: la vida eterna o el poder nacer de nuevo. El primer concepto consta de la fe. La fe es vital para poder tener acceso al mundo y la plenitud espiritual que Dios ofrece. La salvación viene solamente a través de la fe; al no solamente creer en Dios, sino mas bien, creerle a Dios, creer lo que Él dice. Porque claro está, o a lo menos, debiera estar: de creer lo que se esta haciendo, y mayormente, creer firmemente lo que Dios afirma a través de Su Palabra. En realidad, la fe es todo, de lo que depende plenamente de nosotros mismos.

Por eso que la salvación no es por obras. Y bendito sea Dios que la salvación no consta de nuestros méritos porque somos incapaces de llegar a la perfección por nosotros mismos. Ni siquiera podemos llegar cerca. Por lo tanto, escrito esta: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8-9. La Biblia también reafirma este concepto en otro lugar de la siguiente forma: Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. Gálatas 2:16. Este fue el error que cometieron, y siguen cometiendo muchas personas: pensando que es posible llegar a cumplir la ley o ser suficientemente bueno por si mismo para un Dios Santo. ¡No es posible!

La salvación es posible a través de un proceso de dos pasos, a través de: 1) el arrepentimiento y la conversión, y, a través de 2) el rendirse y aceptar. El arrepentimiento y conversión no solo se trata de pedir perdón, sino también, de volvernos de nuestros pecados, dejándolos atrás. Necesitamos convertirnos de nuestros malos caminos. De esto se trataba el completo ministerio de Juan el Bautista. Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas. Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. Marcos 1:2-4. También está escrito: Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio. Hechos 3:19. Sin el arrepentimiento y la conversión, no puede haber salvación. Uno tiene que comenzar de cero con Dios para que Él pueda edificar algo totalmente nuevo y diferente en nuestras vidas. Para usar términos de construcción, si el fundamento y la estructura de un edificio se ha dañado por haber sido construido sobre una superficie no estable o inseguro, se tiene que comenzar hacer una nueva construcción en un terreno apto, sobre un nuevo fundamento, edificando un nuevo edificio. Uno tiene que comenzar de nuevo.    

El segundo paso, el rendirse y aceptar, consta de una persona rindiéndose a Dios incondicionalmente, sin reservas, y aceptando a Jesús como el Señor y dueño de su vida. Y esto debiera ser obvio, pero elude a muchas personas. ¿Cómo le puedes pertenecer a Dios si nunca le has entregado tu vida a Él? Si no le perteneces a Dios, entonces, no eres de Él, ¿verdad? Jesucristo es nuestro Salvador, pero para poder salvarnos, tenemos que pertenecerle. Entonces, la salvación va mas allá de necesitar a un Salvador. La salvación consta de darle tu vida a Dios para que legítimamente seas de Él, por tu propia voluntad. El ser humano no nace siendo hijo de Dios. Uno solo puede ser hecho hijo de Dios al recibir a Cristo en Su vida, porque escrito esta: Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Juan 1:12.

Y finalmente, el pasaje nos habla de aquellos que predican y comparten el evangelio de Dios, y la bendición que son. Pero, para poder hacer eso, necesitamos estar convencidos de lo que ha sucedido en nuestras vidas, si es que en realidad ha sucedido. De otra manera, ¿de qué le vamos a hablar a las personas si ni nosotros mismos creemos o estamos seguros de todo esto? A la misma vez, si una persona no le nace compartir esta fe con los demás, entonces se debiera preguntar: ¿Qué estoy haciendo?, o ¿Por qué sigo lo que sigo? Cuando Cristo realmente entra en nuestras vidas, no debiera ser algo común o sin novedad. Es el Rey de reyes y Señor de señores que ha entrado en nuestras vidas, el Creador de los cielos y la tierra.

Así que, si todavía no has llegado a tener esta preciosa experiencia personal con Dios, ¿Qué esperas? Y si la has tenido, ¡necesitas compartirla con todo el mundo, porque esta salvación es para todos! ¡Qué el Señor les bendiga! John

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