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Basado en Juan 12:1-11 (Versión Reina Valera 1960)

Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidará de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, más a mí no siempre me tendréis. Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.

¿Qué es lo que finalmente dicta las decisiones y las acciones de una persona? En la ciencia, por mucho tiempo se ha discutido este tema: la naturaleza de una persona vs. la crianza de una persona. O sea, hay grupos de personas que piensan que estas hacen según lo que llevan dentro. Y también, hay personas que piensan que lo que dicta lo que una persona hace es su crianza, o sus influencias. Y bien, ¿Quién finalmente tiene la razón? Si lo vemos por las Escrituras, ambas perspectivas tienen cierto valor, pero hay algo más que añadir para que la respuesta sea completa.

Las Escrituras nos enseñan que hay tal cosa como la concupiscencia, y una persona nace con esto, o sea, esto forma parte de la naturaleza con la cual nació. Vemos esto: Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. Santiago 1:12-18. Ahora bien, si entendemos lo que hemos leído, hay tal cosa como la naturaleza que uno lleva consigo. Pero, también vemos el poder de la elección. Leemos que hay una bienaventuranza para la persona que soporta la tentación, y resiste la prueba. Vemos también el mencionar de aquellos que le aman (refiriéndose a amar a Dios). Todas estas cosas son evidencia del poder de la elección.

Ahora bien, al ver el asunto de la elección, se entiende que las influencias también tienen algo que ver. Un ser humano no nace con intelecto, sino que se va adquiriendo en conjunto con el desarrollo. Pero, aunque las influencias y el intelecto tienen que ver con lo que una persona hace, no es el todo del asunto tampoco. Cada persona nace con un alma (lo cual es la semejanza principal que tenemos con Dios), y el alma es lo que conecta lo físico de este mundo, la naturaleza del ser humano, y el intelecto de una persona. En el alma se encuentra el raciocinio, lo cual nos separa de los animales. Los animales generalmente actúan por instinto. El ser humano tiene la capacidad de actuar por el raciocinio, y el raciocinio es lo que nos da el poder de la elección. Allí está la base de todo lo que hace la diferencia en una persona, lo que finalmente dicta el por qué una persona decide y hace. Y aquí lo encierra la Escritura: El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él. Ezequiel 18:20. Entonces, ni la naturaleza (lo que se hereda) es finalmente responsable, ni las influencias, sino más bien, el alma o el raciocinio de la persona es lo que finalmente dicta. El raciocinio de una persona actúa como una balanza imparcial dentro de uno mismo y pesa todas las cosas en conjunto, y finalmente, una persona decide lo que decide a través de ese raciocinio y eso es todo. Y esto es lo que hace el juicio de Dios posible, porque todos “decidimos” o buscar de Dios o rechazarlo, y no se le puede echar la culpa ni a la naturaleza, ni a las influencias. Son factores, pero no es el todo del asunto. Cada ser humano tiene esta capacidad de elegir.  

Entonces, esto es lo que nos siguen enseñando las Escrituras: Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Romanos 1:18-25. Todo se trata de la elección.

Marta decidió seguir y servir al Señor. Maria decidió seguir y adorar al Señor, no importándole lo que pensaran los demás. Judas Iscariote decidió seguir pensando en el dinero y en el robo. Muchos judíos decidieron creer en y buscar a Jesús. Pero también, los principales sacerdotes decidieron que no solamente Jesús era un problema para ellos, sino también, Lázaro, y por eso ambos tenían que ser muertos. Esto es lo que también nos muestra que la persecución de aquellos que deciden seguir a Cristo no va a ser un misterio, porque el mundo prefiere decidir por la maldad y el pecado, que por aquello que produce una real vida. Y nos aborrecerán y matarán por la Verdad del Señor.   

Entonces, este es el fin del asunto: ¿Qué es lo que finalmente elijes hacer con tu vida? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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