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Basado en Filipenses 1:1-11 (Versión Reina Valera 1960)

Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora; estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia. Porque Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo. Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.

¿Cuándo llegamos a nacer de nuevo en Cristo, ya no hay nada más que hacer? Mucha controversia a habido a través del tiempo acerca de qué, si se pierda la salvación o no, si las buenas obras cuentan o no después de recibir a Cristo, y si seremos juzgados por nuestros buenos o malos hechos después de llegar a Cristo. Es entendible que haya mucha controversia y por dos sencillas razones: porque el diablo busca producir confusión en lo sencillo y lo obvio para tratar de extraviar de la verdad a los santos, y por el pecado que todavía mora dentro de nosotros, aún después de haber nacido de nuevo en Cristo. Nuestro pecado siempre va a tratar de asediarnos, hasta el último momento, hasta nuestro último aliento. El diablo y nuestra naturaleza pecaminosa son una terrible combinación. Para poder llegar a respuestas sólidas, tenemos que acudir a la Palabra de Dios, en conjunto con la guía del Espíritu Santo.  

Lo primero que podemos ver es a través de lo que creía de sí mismo el propio escritor de la carta, el Apóstol Pablo (claro, inspirado por el Espíritu Santo). Se puede decir muy seguramente que Pablo fue una vida ejemplar de lo que significa no solamente creer en Cristo, sino también, de lo que significa seguir fielmente al Señor, y de tal fidelidad que le costó hasta su vida. Y hacia su final físico, Pablo entrego su vida voluntariamente por el Evangelio, por su fe en Cristo, porque Pablo sencillamente no hubiera muerto decapitado por su fe si la hubiera negado. Esto era lo que dijo el propio Pablo de su fe y de su caminar mucho antes de morir por el Evangelio: Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante. Filipenses 3:8-13. Así que, Pablo nunca pensó que el recibir la salvación era cuestión de tiempo, sino más bien, creyó que era algo por lo cual todavía se tenia que luchar, se tenia que seguir adelante. Entonces, si Pablo expresaba que le quedaba un camino por delante y una lucha por pelear para poder llegar a la meta, ¿eso no aplicaría a nosotros también, que todavía no hemos llegado y que queda mucho esfuerzo por delante? Porque si fuera de otra manera, que la salvación sencillamente consta de sentarse a esperar, y de vivir nuestra vida como queramos, ¿para qué entonces tanto esfuerzo de Pablo? Y ¿para qué nos instaría a hacer lo mismo? ¿Por qué tendría que él orar por estos Filipenses de la manera que lo hacía?

La respuesta es muy sencilla: la salvación que se puede obtener a través de la gracia de Dios no se trata de un sencillo esperar y de hacer lo que se nos plazca, sino todo lo contrario. El tener y seguir la fe en Cristo tiene que ver con luchar por ella, y usar el don de la salvación de Dios para lo que Dios desea que lo usemos. No es algo que se pone sobre un estante, o se usa como adorno, o es un símbolo de estatus. Estos son los errores que se comenten cuando no se busca fielmente en la Palabra de Dios, para poder lograr entender y hacer la voluntad de Dios, como nos guía a hacer Su Espíritu Santo. Porque escrito esta: Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos. Oseas 4:6. Para poder saber la voluntad de Dios, como pueblo del Altísimo, y poder individualmente convertirnos capaces para la obra, tenemos que creer Su Palabra, y cumplirla en nuestras vidas, como también está escrito: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. 2 Timoteo 3:16-17. Este es el primer y constante paso que debe tomar todo aquel que ha decidido seguir a Cristo, para poder abundar en lo necesario.

El seguir a Cristo para poder llegar a lo prometido consta de permanecer precisamente en Cristo y de hacer las cosas para El, porque también se nos enseña esto: Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Juan 15:5-8. Aquí es donde todo comienza a concordar, porque para que una doctrina pueda ser sana, tiene que concordar con la plenitud de las Escrituras.

La salvación tiene un fin, un propósito, un porqué, como también se nos explica en lo siguiente: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Efesios 2:8-10. También dice esto la Palabra: Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen. Apocalipsis 14:12-13. Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. 2 Corintios 5:9-10. Así que, ¿estás viviendo tu vida de tal manera que estés listo para el día de Cristo, viviendo para la gloria y alabanza de Dios? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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