Basado en 1 Samuel 30:1-24 (Versión Reina Valera 1960)  

Cuando David y sus hombres vinieron a Siclag al tercer día, los de Amalec habían invadido el Neguev y a Siclag, y habían asolado a Siclag y le habían prendido fuego. Y se habían llevado cautivas a las mujeres y a todos los que estaban allí, desde el menor hasta el mayor; pero a nadie habían dado muerte, sino se los habían llevado al seguir su camino. Vino, pues, David con los suyos a la ciudad, y he aquí que estaba quemada, y sus mujeres y sus hijos e hijas habían sido llevados cautivos. Entonces David y la gente que con él estaba alzaron su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar. Las dos mujeres de David, Ahinoam jezreelita y Abigail la que fue mujer de Nabal el de Carmel, también eran cautivas. Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios. Y dijo David al sacerdote Abiatar hijo de Ahimelec: Yo te ruego que me acerques el efod. Y Abiatar acercó el efod a David. Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar? Y él le dijo: Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos. Partió, pues, David, él y los seiscientos hombres que con él estaban, y llegaron hasta el torrente de Besor, donde se quedaron algunos. Y David siguió adelante con cuatrocientos hombres; porque se quedaron atrás doscientos, que cansados no pudieron pasar el torrente de Besor. Y hallaron en el campo a un hombre egipcio, el cual trajeron a David, y le dieron pan, y comió, y le dieron a beber agua. Le dieron también un pedazo de masa de higos secos y dos racimos de pasas. Y luego que comió, volvió en él su espíritu; porque no había comido pan ni bebido agua en tres días y tres noches. Y le dijo David: ¿De quién eres tú, y de dónde eres? Y respondió el joven egipcio: Yo soy siervo de un amalecita, y me dejó mi amo hoy hace tres días, porque estaba yo enfermo; pues hicimos una incursión a la parte del Neguev que es de los cereteos, y de Judá, y al Neguev de Caleb; y pusimos fuego a Siclag. Y le dijo David: ¿Me llevarás tú a esa tropa? Y él dijo: Júrame por Dios que no me matarás, ni me entregarás en mano de mi amo, y yo te llevaré a esa gente. Lo llevó, pues; y he aquí que estaban desparramados sobre toda aquella tierra, comiendo y bebiendo y haciendo fiesta, por todo aquel gran botín que habían tomado de la tierra de los filisteos y de la tierra de Judá. Y los hirió David desde aquella mañana hasta la tarde del día siguiente; y no escapó de ellos ninguno, sino cuatrocientos jóvenes que montaron sobre los camellos y huyeron. Y libró David todo lo que los amalecitas habían tomado, y asimismo libertó David a sus dos mujeres. Y no les faltó cosa alguna, chica ni grande, así de hijos como de hijas, del robo, y de todas las cosas que les habían tomado; todo lo recuperó David. Tomó también David todas las ovejas y el ganado mayor; y trayéndolo todo delante, decían: Este es el botín de David.  Y vino David a los doscientos hombres que habían quedado cansados y no habían podido seguir a David, a los cuales habían hecho quedar en el torrente de Besor; y ellos salieron a recibir a David y al pueblo que con él estaba. Y cuando David llegó a la gente, les saludó con paz. Entonces todos los malos y perversos de entre los que habían ido con David, respondieron y dijeron: Porque no fueron con nosotros, no les daremos del botín que hemos quitado, sino a cada uno su mujer y sus hijos; que los tomen y se vayan. Y David dijo: No hagáis eso, hermanos míos, de lo que nos ha dado Jehová, quien nos ha guardado, y ha entregado en nuestra mano a los merodeadores que vinieron contra nosotros. ¿Y quién os escuchará en este caso? Porque conforme a la parte del que desciende a la batalla, así ha de ser la parte del que queda con el bagaje; les tocará parte igual.

Hay pocas veces en esta vida que ciertas cosas aparentemente malas nos suceden, pero sin ser nuestra culpa directamente. Hay que hacer la aclaración porque todo lo adverso y malo y doloroso que pasa, es a raíz del pecado del hombre, sea por nuestros hechos directamente o por los hechos de los demás. Y el mal más grande que trae el pecado no se ve en este mundo como muchos suponen, sino cuando una persona muere en sus pecados. La consecuencia mayor de nuestros pecados, cuando no hemos hecho lo recto delante de Dios, al arrepentirnos y convertirnos de pecados, y tomar a Jesús como Señor, es la muerte eterna. Eso tiene la peor consecuencia. Si una persona muere sin Jesús como su Señor, ni siquiera Dios puede cambiar ese resultado. Si una persona muere sin hacer la voluntad del Padre, no hay remedio ante el juicio eterno de Dios.

No obstante, hay momentos que no hemos hecho algo malo directamente en contra de Dios, y pueden que sucedan cosas que sean difíciles y muy agobiantes, y esto la Palabra de Dios lo define como prueba o tribulación. Y Dios nos enseña que: …Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios. Hechos 14:22b. A nadie le gusta pasar ni prueba, ni tribulación, pero sucede como le sucedió a David y al pueblo que estaba con él. No vemos que haya habido pecado de nadie directamente, por lo tanto, podemos catalogar este mal que sucedió como prueba (porque a veces Dios permite que nuestros enemigos vengan sobre nosotros como castigo, por abandonarle y cometer agravios muy malos ante Dios). Finalmente, nada pasa sin que la voluntad de Dios este envuelta. Dios no trae males directamente, pero si permite que sucedan, y todo con un propósito, y en este caso (como en todo caso), para ver lo que hacen las personas.  

¿Qué vemos en David y en el pueblo? El momento de tristeza y de dolor fue grande. Y claro, estaban muy justificados en pensar lo más horrible, porque lo único que sabían eran que sus seres queridos ya no estaban, y que posiblemente hayan sido muertos después, o que los hallan hechos esclavos, o sus mujeres violadas, en fin, cuanto horror se le puede pasar a uno por la cabeza al no saber lo que está sucediendo. Y David estaba viendo peores males que le podían venir a raíz del problema. Pero David no dejo al Señor, sino todo lo contrario, le busco. No hubo reproches en contra de Dios. David no dijo: ¿Por qué me sucedió esto? Sino que, David consultó al Señor, y se fortaleció en Jehová su Dios, dice la Palabra. Dios permite estas cosas para ver que hacemos. Suena cruel, pero todo tiene un propósito en Dios, como está escrito: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Romanos 8:28. David escogió amar a Dios, a pesar de las circunstancias. Y, por lo tanto, Dios usó este aparente gran e inmerecido problema para bien, y Dios saco de lo feo una gran bendición no solo para David, sino también, para el pueblo. La prueba y la tribulación es muy difícil, pero tiene su recompensa, si uno decide amar a Dios, y consulta a Dios, y le permanece fiel a Dios. Puede que no veamos un supuesto bien aquí y ahora, pero el más grande bien es en la eternidad, como está escrito: Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. Santiago 1:12. La prueba que siempre estará vigente para al que sigue al Señor es abandonar la fe por las circunstancias. Pero solo el que resiste hasta el final recibirá la corona de la vida, a los que aman a Dios. Hay que amar a Dios en las buenas y en las malas, para poder recibir Su mas grande bendición: la vida eterna. Así que, ¿Escogerás amar a Dios a pesar de las circunstancias, y buscarás hacer Su voluntad? O, ¿te rendirás, sin querer ni ver ni cumplir Su propósito? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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