Basado en Lucas 2:25-35 (Versión Reina Valera 1960)
Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel. Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
En lo que podemos confiar totalmente es en la Palabra de Dios. No hay nada más confiable, ni nada más sólido en todo el universo. Muchos dirán: Suena como fanátismo. Pero, si vieran a Dios como quien El es verdaderamente, en toda Su realidad, sabrían que no es fanátismo, sino algo totalmente lógico. Para comenzar, la Palabra de Dios mismo nos explica que nadie tiene excusa en no poder llegar a creer en Dios, porque todo lo que nos rodea, hasta nuestra propia existencia, habla de Su grandeza, majestad, e increíble habilidad e inteligencia. Esto dice la Palabra: Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Romanos 1:20. Todo habla de Dios. Vemos tantas cosas que están fuera de nuestro control y de nuestro alcance, y todas suceden y existen sin la voluntad del hombre. Nosotros respiramos, pensamos, y hacemos muchas cosas involuntariamente (como lo dice la ciencia) a cada momento no por nuestra habilidad, sino porque el ser de Dios lo permite, y lo hace posible, como también está escrito: Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten. Colosenses 1:16-17. Y ¿Cómo fueron hechas y son todas estas cosas? A través de una sola cosa: la Palabra de Dios, como también está escrito: Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Hebreos 11:3. Así que, hay más que suficientes pruebas y evidencias para poder no solamente saber quién es el Señor, y de lo que es capaz, pero también para poder confiar plenamente en El. Ahora, si una persona dice que no puede venir a tener (o vivir) tal fe, ya no es cuestión de falta de evidencias, sino más bien, es una elección, que sencillamente no desea aceptar indudables hechos, y esto nos lleva a lo siguiente.
Todo en el Señor sí es condicional, en lo que se refiere a como El cumple Sus promesas en nosotros. Dios ha puesto cosas inmovibles, como estos ejemplos: la salvación, la vida eterna, y las recompensas eternas a través del Señor Jesucristo. Todo es por Su gracia. Pero finalmente, nosotros recibiremos esas cosas si nosotros hacemos lo que debemos. Y a Dios le interesa la intención, y fruto de esas intenciones más que la obra misma. Si vemos el pasaje de hoy, vimos a este Simeón que le fue dada revelación por el Espíritu Santo, y que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. La revelación fue por gracia. La promesa fue por decisión divina. Pero, Simeón vivió su vida de una manera que demostraba con hechos la fe que tenía. La Palabra hace el hincapié de ciertas cosas en la vida de Simeón, que era hombre justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel, y que el Espíritu Santo estaba sobre él. Entonces, ¿Qué entendemos con esto? Que, aunque Dios da cosas por gracia como esta revelación y promesa, hubo un complemento. Simeón vivió de acuerdo a tal fe, que el Dios Santo de Israel le había otorgado algo porque creía genuinamente en El, porque vivía de acuerdo a esa fe. Hay muchas personas que piensan que pueden vivir como quieran, sin buscar la voluntad de Dios, ni aún menos, sin ningún arrepentimiento de pecados, ni tomar a Jesús como el Señor de sus vidas, y piensan que porque Dios dá de gracia, que Dios por Su bondad les dará también todo lo demás. Dirán algunos, ¿tú crees que hay que añadirle algo a la fe para poder llegar a recibir el perdón de pecado, la salvación y vida eterna, y las eternas recompensas de Dios? Y fundado sobre la Palabra de Dios, puedo decir muy seguramente que sí, porque si una persona no vive la fe que dice tener, lo siento, pero no hay perdón de pecados, no hay salvación ni vida eterna, ni aún menos, recompensas eternas. Simeón vivió una fe verdadera, de tal manera que aún hasta antes de la dispensación de la gracia de Dios a través del Señor Jesucristo, vivió justa y piadosamente, esperando en el Señor, y aún más y por virtud de su fe en Dios, tuvo hasta el Espíritu Santo sobre él. Vemos este pasaje que solidifica la Palabra de Dios, y como se cumplen las cosas en nosotros, dependiendo de cómo vivimos nuestra vida: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre. Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada. Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis. ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que este no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes. Mateo 24:35-51.
La Palabra de Dios es muy clara. Aunque una persona sea supuestamente hasta sierva de Dios, si no vive una fe verdadera, no recibirá absolutamente nada, no puede tener derecho a ninguna promesa de Dios, piense lo que piense. Porque lo peor del asunto, si una persona no vive una fe que da muestra a Dios que es real, será castigado duramente, y pondrá su parte con los hipócritas, donde será el lloro y el crujir de dientes. Hay un solo lugar que Dios describe de esa manera, y no es el cielo. La perfección no es requisito, porque nadie puede ser perfecto en esta condición temporal. Pero sí, debe haber un real caminar con el Señor. Así que, ¿vives tu vida de una manera que puedas recibir las promesas de Dios, enfocado solo en El? ¡Qué el Señor les bendiga! John. ¡Apoya a Israel! ¡Ora por Israel! ¡Dios bendecirá a los que bendicen a Israel!