Basado en Lucas 13:1-5 (Versión Reina Valera 1960)  

En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.

¿Son menos pecadores los que reciben aparentemente más bendiciones que los demás, los que viven mejores estilos de vida? ¿Son más pecadores los que sufren más en este mundo? ¿Reciben mejores cosas ciertas personas porque tienen más fe que otros? ¿Tienen menos fe las personas que tienen más desafíos en esta vida? ¿El que muere de hambre en el África (aunque hay muchos en el mundo que mueren por hambre a diario) es menos digno de la bendición de Dios, que los que tenemos el refrigerador lleno de comestibles? O ¿el niño que está muriendo de cáncer tiene menos derecho a la vida que un atleta que vive una vida de lujos porque puede practicar un deporte con una salud excelente? El Señor respondió a estas preguntas a través de este mismo pasaje que leímos. Ahondaremos en el asunto un poco más para poder llegar a una mayor comprensión, porque es apremiante entender lo que Señor dijo.

El asunto es que nadie es mejor que otra persona delante de los ojos de Dios. En relación con el pecado, todos somos pecadores. Aún inclusive, todos los que hemos venido a Cristo para salvación seguimos siendo pecadores. La única diferencia entre el inconverso y el que ha recibido al Señor es que ha recibido la misericordia de Dios, pero seguimos siendo pecadores. Esa es la realidad. Y el asunto de que, si le va bien a una persona o no en esta vida no tiene en realidad nada que ver con la fe, ni con el pecado, ni nada así. Hay algo más allá, algo más profundo. Por lo tanto, no es la voluntad de Dios que nosotros pensemos que hay algún tipo de conexión entre la manera que vive una persona en esta vida a la fe o el perdón de pecados. Por eso que estos evangelios de prosperidad y sanidad son completamente ajenos a la verdad de Dios. Y cuidado, lo que una persona toma como bendición de Dios, como un premio por su fe y conducta, puede ser la obra del enemigo para mantenerlo en un camino oscuro que va directo a la perdición. Hay que tener mucho cuidado cuando las cosas van muy bien porque es muy probable que sean concesiones del enemigo y no bendiciones de Dios cuando se vive una vida de desobediencia.

Entonces, ¿Qué es a lo que el Señor quiso llegar con esta enseñanza? Todos, cada persona, debe estar consciente que nadie es mejor que nadie, y que todos, sin excepción, debemos vivir vidas en completo arrepentimiento y conversión, y que, si vives una vida mejor, por decir, no tiene nada que ver con tu espiritualidad. Esto por ejemplo también enseñó el Señor: A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido. Lucas 18:9-14. Por lo tanto, siempre debe haber un espíritu de arrepentimiento y conversión en nosotros, y como parte de ese arrepentimiento y conversión, y por virtud que le debemos todo a Dios, comenzando por Su gracia a través del Señor Jesucristo, debemos servir a Dios, y dejar de servir al pecado. Este consejo también da la Palabra: ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Romanos 6:15-22. Por lo tanto, cada persona, especialmente los que hemos llegado al conocimiento de la salvación de Dios, sea que tengamos una buena vida o una mala vida, debe buscar la voluntad de Dios y hacerla, porque es demasiado lo que le debemos, y para esto fuimos creados y hechos, y ahora a través de Cristo, redimidos, para el servicio a Dios. Porque esto también dice la Palabra: …porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá. Lucas 12:48b.

Uno que entendió muy claramente este asunto fue el Apóstol Pablo, y por eso lo explicó a través de la inspiración del Espíritu Santo. Esto enseñó como tal: Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Filipenses 3:13-14. Pablo nunca pensó que ya había llegado a la meta hasta el momento que vió su fin muy cercano. ¿Cuándo uno llega a la meta del Señor? Cuando mueres, porque después de eso, ya no queda más por hacer, en lo que se refiere a nuestros hechos. Y después de la muerte, viene el juicio de Dios donde cada uno de nosotros dará cuenta de lo que hicimos, como está escrito: Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio. Hebreos 9:27. Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. 2 Corintios 5:9-10. Por lo tanto, si una persona solo piensa en las cosas de esta vida, y que algo tienen que ver esas cosas con la fe, el perdón de Dios, y lo que tienes o no ahora, ni siquiera ha comenzado la carrera. Y si permanece en esa manera de pensar, aunque piense creer en Dios y en Cristo, no llegará a la vida eterna. Esto dice la Palabra: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Mateo 7:21. ¿Cuál es la voluntad del Padre? Que nos arrepintamos y nos convirtamos de todos nuestros pecados continuamente para que le podamos ser útiles a El en esta vida, sea cual sea nuestra condición. ¿Entiendes que la gracia de Dios tiene como fin que dejes atrás el pecado y que cumplas el propósito de Dios en tu vida? ¡Qué el Señor les bendiga! John. ¡Apoya a Israel! ¡Ora por Israel! ¡Dios bendecirá a los que bendicen a Israel!

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