Basado en Marcos 6:1-6 (Versión Reina Valera 1960)
Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene este estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
Este pasaje tiene mucha enseñanza, cosas que son muy profundas, y que llevan a cosas que son muy desagradables para nosotros. Pero nadie dijo que la verdad es fácil de aceptar, pero, en fin, Su Verdad es lo que nos hace libres y nos da la vida eterna, si nos acogemos a ella legítimamente. ¿Cuál fue el problema que realmente hubo aquí? ¿Podremos comenzar a dar vuelta en la psicología, por ejemplo, y comenzar a justificar la incredulidad de la gente por sus trasfondos, porque tuvieron un pasado difícil, porque era injusto pensar que un ser humano podría venir a creer que Dios tomó su misma forma humana? Muchas cosas se podrían decir para justificar la incredulidad del hombre, pero lo interesante (por decir) es que Dios no justifica la incredulidad del hombre. No existe ningún pasaje bíblico donde Dios excusa la dureza de corazón del hombre, y que haga distintas excusas basadas en las malas experiencias del hombre. Por eso que hay cosas que no se pueden aceptar si van totalmente en contra de lo que enseña la Palabra de Dios.
Entonces, ¿Por qué fue que hubo tal incredulidad? Por una razón muy sencilla, y fue la misma que llevo al Señor a la cruz: La envidia. Esto mismo nos explica la Palabra: Y Pilato les respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos? Porque conocía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes. Mas los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltase más bien a Barrabás. Marcos 15:9-11. Estos conocidos que estuvieron cercas carnalmente al Señor sencillamente se escandalizaban y no creían porque le envidiaron. Ellos pensaron en sus perversos corazones: ¿Cómo este puede ser más que nosotros, haciendo todo lo que hace, si salió del mismo lugar que nosotros? Y así, lo vieron como un simple hombre que no merecía ser más que ellos, y que tenía más habilidades que ellos, como el Hijo de Dios que era (y es). Este mismo mal de la envidia fue lo que hizo que Satanás cayera de su posición original y se convirtiera en el ser que hoy es, como explica la Palabra: ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo. Isaías 14:12-15. El diablo quiso ser como Dios, envidió a Dios. La envidia también hizo caer al hombre al comienzo, como quedo escrito: Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Genesis 3:4-6. Lo que termino de convencer al hombre para que pecara en contra de Dios no fue que no moriría al comer el fruto, sino la idea de ser como Dios. Y este mismo mal tuvo este grupo de personas con su incredulidad.
Entonces, ¿qué podemos ver con esto? Una realidad que es muy fea, y que nos afecta a todos; que todos somos malos y muy pecaminosos. ¿Cómo se puede llegar a envidiar a Dios? No tiene sentido, pero la gran mayoría le envidia, y quieren ser como El. ¿Dudan lo que digo? Cada persona que quiere hacer su propia voluntad envidia a Dios, porque quiere ser como Dios, quiere hacer como le place, y aún peor (y aquí es donde la gran mayoría de los supuestos creyentes fallan); que desean que Dios le venga a servir a ellos en vez de ellos servir a Dios, yendo en contra de su propia existencia, porque Dios hizo al hombre para que le sirviera. Este es el peor problema que tiene el hombre, especialmente hoy en día. No puede tolerar la idea de que Dios es Dios y que nosotros somos sencillamente una creación que existe solo para Su servicio. Esto dice Dios de nosotros en general: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Jeremías 17:9. Cuando el Señor predicó el Evangelio, ¿cuál fue Su mensaje? ¿Excusar la incredulidad del hombre? No. Esto fue lo que predicó desde el comienzo: Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio. Marcos 1:14-15. Sea cual sea nuestro trasfondo, nuestras experiencias, Dios nos lleva a todos a lo mismo, al arrepentimiento, porque todos tenemos que volvernos de toda nuestra maldad completamente.
Ahora bien, sabiendo que tenemos un grave problema con el pecado, y por nuestra propia maldad, ¿Cómo es que podemos alcanzar la misericordia de Dios? Hay una manera, y bendito sea Dios por aquello, porque es algo que está al alcance de todo ser humano a través de Cristo. Y es un error pensar que la manera de vencer nuestra incredulidad es con más señales, prodigios, y oraciones contestadas a nuestro modo, porque como vimos, esas cosas no sirvieron de nada para los incrédulos. Leamos lo siguiente: Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. Juan 19:25-27. La respuesta es: El amor venció la incredulidad. Los que realmente amaron al Señor fueron estas mujeres y Juan, porque fueron los que estuvieron con el Señor en Su peor momento, aún cuando Su propio Padre lo tuvo que dejar, cuando tomó todos nuestros pecados sobre Si mismo. Estas personas estuvieron a los pies de la cruz hasta que expiro. Ese fue el extremo de su amor por el Señor, cuando ya no se veían ni los grandes milagros, ni increíbles señales, ni nada de lo que uno consideraría poder, en fin, cuando nadie le podía envidiar nada. El llegar a amar al Señor por sobre todas las cosas, finalmente, al llegar a cumplir esto a través de Cristo (porque solo se puede hacer a través de El) que es el fundamento de la ley, es la única manera que podremos pasar el juicio final y obtener lo prometido, como está escrito: Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. 1 Corintios 2:9. No es necesario entenderlo todo para llegar a apreciar a Dios y amarle como se merece. El amar es sencillamente una decisión. Así que, ¿Amás al Señor de tal manera que puedes hasta vencer tu incredulidad? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!