Basado en Juan 1:1-12 (Versión Reina Valera 1960)  

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.

Cuando hablamos de Dios, refiriéndonos al Dios verdadero ¿Entendemos realmente Quien es El? ¿Entendemos, por ejemplo, a la Santa Trinidad, a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo? Sé que puede ser un poco confuso entender este asunto, al hablar de un Dios trino, y que los Tres son Uno. Pero, no obstante, son tres Seres totalmente Dios e ilimitados en toda manera. Esto nos enseña la Palabra: Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. 1 Juan 5:7. Entonces, debemos preguntarnos si logramos a lo menos poder aceptar este hecho, aunque no comprendamos exactamente como trabaja esto. Pero si no llegamos a creer en esto como corresponde, siempre tendremos una fe muy limitada y mal fundamentada, y eso nunca conllevará a nada bueno.

No obstante, Dios es Quien es, el Omnipotente, Omnipresente, y Omnisciente, Dios del universo, lo quieran creer las personas o no (porque este hecho no depende de las personas, sino que es una realidad). Y todo lo que existe fue creado y hecho por este Ser. Y no solo eso, sino que todo sigue existiendo y consistiendo y subsistiendo a través de este Dios del universo, tal como lo dijo el Apóstol Pablo: Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten. Colosenses 1:16-17. Y claro, como tal, cuando Dios lo decida, todo lo que debe terminar, también terminará, y no hay nada que podamos hacer al respecto, porque de nuevo, estamos hablando de Dios.  

Lo otro que debemos entender, en conjunto con lo anterior, es lo que Dios hizo por nosotros. Dios nos amó inmerecidamente, y de tal manera, que mando a Su Unigénito Hijo, al Señor Jesucristo (Dios), a nacer, a vivir, a morir, y hasta resucitar al tercer día, todo por amor a nosotros, para que nosotros podamos tener la oportunidad de obtener el perdón de nuestros pecados y la vida eterna, tal como lo dice la Palabra: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. Juan 3:16-17. Esto también es un hecho, y uno irrefutable, que debe ser aceptado para que una persona pueda tener la fe correcta.

Ahora, ¿adónde vamos con todo esto? El asunto es que debemos aprender a ser justos con Dios, pero para poder ser justos con Dios, debe haber una fe correcta, porque si una persona no llega a tener la fe correcta, entonces nunca obtendrá ni el perdón de pecados, ni aún menos la salvación o la vida eterna. Sencillamente, el todo de la fe en Dios es precisamente aprender a practicar la justicia para con Dios. Por ejemplo, es injusto no reconocer la posición de Dios como tal, porque para nuestro propio bien, El (como la Santa Trinidad, y no como un Dios genérico) debe ser reconocido como tal, como Dios Padre, Dios Hijo, y Dios Espíritu Santo. Si no se cree en El como tal, entonces nunca habrá ni el verdadero respeto, ni temor, ni honor, etc., etc. que debe haber por El. Todo se lo debemos a El, hasta nuestro respirar, el palpitar de nuestros corazones, todas las llamadas funciones involuntarias del cuerpo (como lo llama la ciencia) y hasta el alma. Si no creemos en El cómo la autoridad que es, nunca le prestaremos ni la merecida atención, ni le obedeceremos, ni aún menos, darle el primer lugar del cual El es digno. Si El no es nuestro literal y efectivo Señor, entonces no le pertenecemos. Y si no le pertenecemos, ¿Qué entonces nos salvara de la ira venidera? Esto dice Dios: El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? Y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos. Malaquías 1:6-8.

 

Y también, si no reconocimos Su amor, la increíble Gracia que se demostró voluntariamente a través del Señor Jesucristo, nunca amaremos al Señor como nos manda la ley y los profetas, aquello que el propio Señor vino a reestablecer, como está escrito:   Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Marcos 12:29-30. Si no aprendemos a amar al Señor, no habrá ni perdón de pecados, ni salvación, ni vida eterna. Porque todo lo que Dios desea de nosotros va más allá de un simple creer y aceptar. El amor es necesario, es un requisito.

Entonces, para lograr ser justos con Dios, debemos hacerle y tratarle como el Dios y Señor que es, y, debemos amarle con todo lo que somos, y por sobre todas las cosas. El comienzo: Es la gracia de Dios, y después la fe. Pero esa fe debe culminar en un completo sometimiento a la autoridad de Dios (la Santa Trinidad) y en un perfecto amor por Dios (la Santa Trinidad). Esto dice la Palabra: El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Juan 3:36. Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Romanos 10:9. El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene. 1 Corintios 16:22. Por lo tanto, debemos creer en el Hijo, confesarlo como Señor, y amarle como se lo merece, para poder evitar la ira de Dios, para poder ser salvo, y para dejar de ser anatema. Entonces, ¿Estás aprendiendo a someterte y amar a Dios como corresponde, buscando ser justo con El, por tu propio bien? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!

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