Basado en Juan 3:1-26, 39-42 (Versión Reina Valera 1960)
Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea. Y le era necesario pasar por Samaria. Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.
Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho. Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.
Dean Ornish dijo: La necesidad por el amor y la intimidad es una necesidad humana fundamental, tan fundamental como la necesidad por la comida, el agua, y el aire. Para poder formar relaciones reales y duraderas de cualquier tipo, la intimidad es necesaria. Tiene que ir mas allá de la comunicación trivial que solemos tener. Consiste de mucho más que de hablar del tiempo, el trabajo, las noticias, etc. Va aún más profundo; revelando aquellas cosas que no son tan triviales. Para que una esposa y esposo tengan una relación real y genuina (no significa que seria fácil), debieran compartir su más profunda intimidad; aún más profundo que su contacto físico. Para que los padres puedan tener relaciones de sustancia con sus hijos, necesitan construir un ambiente y confianza donde pueda haber una apertura honesta. Para que las amistades puedan tener algo más profundo que el pasar tiempo y tener un buen rato (en lo que se convierte muchas amistades), tiene que haber algo de intimidad. Aun en la escuela, los maestros pueden alcanzar a alumnos en un nivel totalmente distinto si pueden lograr alguna intimidad. Y los empleadores pueden ser más efectivos si tratan a la gente como personas, y no solo como un medio que les produce dinero. La intimidad es importante.
Dios busca la intimidad con nosotros. En el pasaje de hoy, vemos que algo muy trivial como la necesidad por el agua se torna en una conversación muy íntima entre dos extraños (Jesús y la mujer samaritana). Humanamente hablando, vemos que ambos vienen de trasfondos donde había enemistad, o en lo mínimo, sin comunicación. Pero, porque le interesaba a Dios, Él la busco y las cosas se volvieron muy íntimas muy rápidamente. Se volvió tan íntimo que la vida sexual entera de la mujer fue expuesta: Los distintos hombres con quienes ella convivio. Algunos pueden que digan: ¿Por qué es necesario que cosas tan personales salgan a la luz? Y hay una buena respuesta.
Es bien conocido que, aunque la intimidad es importante, muchos se alejan de aquello por distintas razones. Y extrañamente, la más grande lucha que tienen es ser intimo con Dios. ¿Qué quiero decir? Las personas tienen un problema de intimidad con Dios porque tratan a Dios como tratan a otras personas. Mantienen a Dios a cierta distancia. Muchos que inclusive profesan ser creyentes y seguidores de Cristo nunca rinden sus vidas de intimidad a Dios, porque nunca quieren sentir que están cediéndole el control, o quieren esconder algo de Dios (Él lo sabe todo). Pero, no obstante, muchos no quieren envolverse íntimamente con Dios. Pero el problema con eso es que nunca experimentaras ningún tipo de transformación en tu vida si no dejas a Dios entrar; aun en esos lugares profundos y oscuros que deseas esconder de Él. Dios necesita entrar en lo más profundo de tu ser para que Él pueda hacer lo que mejor hace: ¡Él transforma! ¿Sabes lo que sucede si no te rindes a Dios? Nada. Sigues siendo la misma persona, día tras día. Algunos están bien con eso y por eso es que le rehúyen. Pero si quieres experimentar un verdadero cambio en tu vida, necesitas permitirle a Dios que entre en tu intimidad; dentro de esas cosas que tu escondes de todos los demás. Y para dejarlo entrar, necesitas rendirte a Él; rendirte a Su Señorío. En toda realidad, ¿Cómo puedes pertenecerle a Cristo si nunca te entregas a Él? Muchos quieren la salvación, pero no quieren que Él sea el Señor de sus vidas.
¿Es difícil soltarlo todo? Sí, pero esa es la única manera que experimentaras el poder de Dios en tu vida. Y podrás verlo a Él obrar y hacer cosas que tú nunca creíste posible. Él quiere intimidarse contigo porque Él quiere hacerte lo mejor que tú puedes ser a través de Su Hijo, Jesucristo. Así que, si estás listo para realmente cambiar y experimentar a Dios como la realidad que Él es, ríndete a Él. Intimida con Él. Déjalo entrar en tu mundo para que lo cambie, lo transforme, y te deje anonadado con quien Él es. ¿Estás listo para tener una relación íntimamente transformante? ¡Qué el Señor les bendiga! John