Basado en Romanos 8:1-27 (Versión Reina Valera 1960)
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
El pasaje de hoy es muy claro. Tenemos que dejar a un lado la carne, nuestra carne. Nada bueno sacamos si nos seguimos aferrando a aquello que produjo, o que sigue produciendo nuestra caída. Hay muchos que usan el pasaje (muchas veces ilegítimamente o como conveniencia): …ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús… Y si, es verdad que no hay ninguna condenación para los que “están en Cristo Jesús”. Pero, hay que leer a lo menos el versículo entero, porque la promesa es condicional (como muchas cosas en la Biblia). No hay condena para aquellos que: no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Pero, si una persona sigue persistiendo en las cosas de la carne, entonces ¿Qué pasa? Bueno, cualquier persona que entiende el idioma diría que, al andar conforme a la carne, y no conforme al Espíritu, entonces la condición de “ninguna condenación” es anulada o cancelada. Y claro, esto es un gran problema.
Se han levantado muchos predicadores, pastores, teólogos, oradores motivacionales, etc. con una doctrina que contradicen mucho de las Escrituras. Básicamente, y para conveniencia de las masas, han creado, o mas bien, el diablo los ha inspirado a enseñar que el pecado no importa en el creyente, porque Dios ha perdonado todos los pecados; pasados, presentes, y futuros. Por lo tanto, justifican que la persona que profesa tener una relación con Dios puede seguir en la carne, y en sus designios. E incluso, muchas denominaciones cristianas dan pase y ponen como ejemplo el amor de Dios con la aceptación de la homosexualidad, el adulterio, y la fornicación. O sea, ellos dicen: No te preocupes; Dios te ama y te acepta tal como eres. Y esto está muy lejos de lo que enseña la Biblia.
El asunto es que Dios si te ama, y si te llama a la salvación, pero con el fin de liberarte de aquello que produce la muerte: el pecado que está en tu carne. Dios tiene el plan de transformar a las personas, no que sigan tal como son. Dios envió a Su Hijo Jesucristo a morir en la cruz para que todos los pecadores pudieran obtener el perdón de sus pecados, y ser liberados del poder de la carne que todavía mora en nuestro ser. El envió a Su Hijo para que dejásemos de ser como nos encontró, perdidos en nuestros pecados, siguiendo los malos deseos de nuestra carne. O sea, el que es ladrón, que deje de ser ladrón. El que era asesino, que deje de matar. El que era fornicario o adultero, que deje de practicar tales cosas. Igual como el homosexual, o la lesbiana, o tales como ellos, que dejen de practicar aquellas cosas que no le ayudan a ningún bien. Dios ama al pecador, pero desea que deje de serlo, que sea libre de esas cosas, y que comience a hacer lo que produce vida, no que siga haciendo lo que produce muerte. Desea que se rompa el ciclo. Por eso que es necesario deshacernos de nuestra carne a través de Jesucristo.
Juan el Bautista dijo esto: Es necesario que él [hablando de el Señor] crezca, pero que yo mengüe. Juan 3:30. La Biblia también nos enseña esto: Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. Gálatas 6:8. También nos enseña que podemos lograr cambiar las cosas en nuestra vida a través de Su Espíritu, a través del dominio propio. Porque también está escrito: Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 2 Timoteo 1:7. El que ha realmente ha nacido de nuevo tiene el Espíritu Santo en su vida, y puede vencer todas las cosas, incluyendo la carne que todavía forma parte de su ser. No quiere decir que vamos a ser perfectos en seguida (porque nadie es perfecto), pero lo que debe suceder en el creyente es un proceso de transformación, paso a paso, dejando de hacer aquellas cosas que son parte de la carne, del pecado. Uno siempre debe seguir hacia adelante. De otro modo, nosotros salimos perdiendo al seguir persistiendo en aquello que solo destruye y trae dolor, más tarde o más temprano. Si buscamos vivir en el Espíritu, siguiendo lo que Dios nos enseña, entonces todas las condiciones para bendición se harán realidad. Así que, ¿te estas deshaciendo de los deseos de la carne, dejando que Dios siga cambiando tu vida? ¡Qué el Señor les bendiga! John