Basado en Juan 1:29-34 (Versión Reina Valera 1960)
El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo. Y yo no le conocía; más para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua. También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.
Para bien o para mal, es nuestra responsabilidad como hijos de Dios si el Evangelio se sigue esparciendo por el mundo o no. Sea como lo quieras ver, el vehículo que Dios dejo establecido para que se sepa de El y de Su plan para el hombre es a través de cada uno de nosotros. Y si no sucede, no es culpa de Dios, sino mas bien, es culpa nuestra. Vemos esto en las Escrituras: Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Marcos 16:14-16. Así que, nosotros somos los que debemos ir por todo el mundo. Nosotros somos lo que tenemos que predicar el evangelio a toda criatura. Y nosotros somos los que tenemos que bautizar e instruir a los nuevos creyentes. Hay aquellos que se creen eruditos en las Escrituras que dirán: Pero es el Señor que hace todo. Y si, de cierto punto de vista, es verdad. Nada se mueve sin la voluntad de Dios. Pero también, Dios nos creo con libre albedrio y con el raciocinio para poder llevar acabo lo que es Su voluntad, así que cosas como la “responsabilidad” y la “obediencia” no invalidan el asunto de que Dios es el que está detrás de todo, sino más bien, refuerzan la idea de que no se debe usar una teología muy profunda (por decir) para evitar aquello que es nuestro trabajo y nuestra parte en el asunto.
¿Qué tiene que ver esto con el pasaje de hoy? Toda la obra y la gloria es de Dios, pero Dios nos hizo con el fin de que deseemos (lo cual es parte de la voluntad propia) ser parte de lo que llevar acabo en el mundo. El hombre es parte de la ecuación. No se puede mover el Evangelio sin el hombre, y esto ha sido desde el principio. El hombre tiene que enseñar a su semejante. Adán le tuvo que enseñar a Eva lo que no se debiera hacer. Dios uso a Moisés para hablarle e instruir a Su pueblo. La Ley indica que los cabezas de hogar son los que debieran enseñar a sus familias, de generación en generación, contándoles de lo que Dios hizo por ellos. Dios establecía a los sacerdotes para compartir la enseñanza. Dios envió a los profetas para amonestar y corregir lo malo que había en el pueblo, comenzando por sus reyes. Dios mismo tomo la forma de hombre a través de Jesús para que el Evangelio fuere revelado personalmente a los hombres. Y el Señor dejo a los discípulos la tarea de compartir la Verdad de Dios a toda criatura. Y desde ahí, tiene que seguir de generación en generación hasta que venga el Señor por Su pueblo. Y a través de este pasaje, vemos a Juan el Bautista y al Apóstol Juan ser transmisores de la Verdad de Dios. El hombre siempre ha sido el vehículo de llevar y compartir la Verdad de Dios con cada ser humano.
Así que, sabiendo esto, ¿Qué es necesario para hacerlo? Lo que es vital es el carácter, o el caminar, o el testimonio de una persona. Ahora mismo, si Juan el Bautista o el Apóstol Juan no fueran personas fiables delante de Dios y de los hombres, ¿podríamos creer lo que dijeron o escribieron? ¿Qué valides tendría sus testimonios? Y este es el problema que vemos hoy en día, y la razón por lo cual no se propaga el Evangelio de Dios en el mundo como se debiera. Por desgracia, no hay una realidad de Dios en las vidas de aquellos que están en posición para poder transmitir la Verdad de Dios. Esto no es culpa del mundo. El mundo en realidad es totalmente, 100% inocente de este mal. Esto es problema de la Iglesia de Dios. Y si no creemos, ni obedecemos nosotros mismos al Señor, ¿cómo podrán creer aquellos que necesitan tanto esta verdad que los puede librar de un infierno eterno? Se ha perdido el foco en muchos llamados siervos de Dios por el amor al dinero, por el humanismo y la carnalidad, y por velar más bien por intereses propios que por los de Dios y de los demás. Se construyen grandes edificios, grandes imperios económicos personales, pero no la Iglesia, ni el evangelizar genuinamente al mundo. Digo “evangelizar genuinamente” al mundo porque desgraciadamente no se busca muchas veces las vidas para hacer crecer el reino, sino mas bien, para incrementar los diezmos y ofrendas, para cubrir sueldos y gastos de edificios y operaciones. La iglesia se ha vuelto un negocio, y uno lucrativo.
No obstante, de todos estos problemas, y ahora volviendo a lo personal, ¿qué es necesario para poder cumplir la obra que Dios nos ha dejado? Lo que es necesario, es muy sencillo, lo cual es el amor, la fe, y la verdad; pero a la vez, es extremadamente difícil porque tiene que ver con eliminar el egoísmo y el orgullo. Primero, el amor es primordial porque tenemos que aprender a amar a Dios y a nuestro prójimo. Sin amor, nada puede trabajar. Y por virtud de ese amor, la obediencia es parte. Si amas a alguien, le obedeces, ¿no? Segundo es la fe. Si no crees en Dios y en lo que El enseña, ¿para qué le sigues, si primeramente, ni tú mismo te lo crees? Y si ni tú te lo crees, ¿cómo entonces podrá aprender el mundo a creer en El a través de ti? Y tercero, la verdad es esencial. El seguir a Dios no implica perfección, así que, no tenemos que fingir delante de los demás, ni hacernos los “santos” por decir. Hay que ser honestos, fiables; cartas abiertas como dijo el Apóstol Pablo. Todos tenemos problemas, y de eso se trata de dejar a Dios obrar en nuestras vidas. Pero si somos mentirosos, engañadores, y deshonestos, ¿podrán creer las personas lo que decimos o predicamos? Y si tenemos motivos alternativos, ¿no crees que se darán cuenta? El mundo no es tonto.
Este es el consejo que recibimos de la Palabra: Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios. Todos dan testimonio de Demetrio, y aun la verdad misma; y también nosotros damos testimonio, y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero. 3 Juan 1:11-12. Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Efesios 5:15-16.
Así que, ¿deseas ser parte del esparcir del Evangelio, o del que avergüenza al Evangelio? ¡Qué el Señor les bendiga! John