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Basado en Juan 4:31-42 (Versión Reina Valera 1960)

Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. El les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores. Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho. Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.

¿A qué vino el Señor al mundo? ¿Cuál era Su propósito? Creo que todos lo sabemos: Para salvarnos de nuestros pecados y transformar nuestras vidas. A través de toda la vida física del Señor, vemos que ese era Su enfoque. En todo lo que hacia podemos ver Su intención. Su dedicación era tal, que El comparaba el sustento de Su cuerpo al hacer la voluntad de Su Padre. Su comida era hacer la voluntad del Padre, y de terminar Su obra. A través de Su ministerio, El compartió de Su Padre, hablo del reino y de cómo entrar a él, y enseño como se debe vivir la vida. Y como también leemos y sabemos; alimentó al hambriento, liberó al endemoniado, sano a los enfermos, y hasta resucitó a los muertos. Todo lo que El hacía, Su vida entera, y hasta Su muerte y resurrección, era y es para salvarnos y transformarnos. Pero ¿Qué otro propósito tiene la salvación para el hombre, aparte de la vida eterna? ¡Otro igual de grande!

Todo lo que El Señor hizo (y hace, y desea seguir haciendo) con nuestras vidas es para seguir perpetuando un movimiento increíble; que otros vengan a ser salvos y ser transformados hasta que termine el periodo de la dispensación de la gracia de Dios. Dios ha dado un tiempo para que las personas puedan llegar a la salvación. No tenemos idea cuanto eso dure, pero si sabemos por medio de las Escrituras que hay un tiempo determinado que solo Dios el Padre sabe. Por eso que la Palabra nos alienta a buscar de Dios mientras aún pueda ser hallado. Pero llegará el momento que el ser humano no tendrá salvación. Pero mientras tanto, deben seguir propagándose las Buenas Nuevas de Salvación a todo ser humano; a toda tribu, lengua, pueblo, y nación, por todo el tiempo que queda, porque así es como nosotros hemos llegado.

El Evangelio entró a mi vida hace muchos años, hace más de 36 años, a través de una persona totalmente desconocida para mi en aquel entonces. Y esa persona que compartió el Evangelio conmigo también fue ministrada antes por otra persona, y así sucesivamente. Y si dibujamos una línea, el comienzo del origen de mi salvación llegaría por supuesto al Señor mismo, pero también, a través de los Apóstoles o algún otro discípulo del Señor. Una de esas personas que rodeo al Señor mismo en algún momento, que escucho, creyó, fue salvo, y sintió el deseo de compartir su fe con el mundo que lo rodeaba, fue el precursor de mi salvación. Por supuesto, toda la obra es del Señor a través de Su Espíritu Santo. Pero, Dios usó a algún ser humano que fue tocado y transformado por el Señor mismo.

Por ejemplo, al que se le atribuye de que nosotros los gentiles (aquellos de nosotros que no provenimos del pueblo de Israel), si pudimos recibir esa oportunidad fue a través de Pablo. Pablo fue conocido como el apóstol de los gentiles. Dios lo uso a él para viajar por mucho del mundo conocido en ese momento, a pregonar la Salvación del Señor a distintas naciones. Pero también leemos que Pedro fue usado en la vida de un tal Cornelio, centurión de la compañía la Italiana, del ejercito del Imperio Romano. Cornelio era un romano. Y leemos en Hechos 10 que Cornelio y un gran grupo que estaba con él llegaron a ser salvos y llenos del Espíritu Santo. Pero, el punto es que alguien hace siglos fue tocado por el Señor, y otros siguieron la cadena. Y a través de los siglos es que ha proseguido esa cadena; tengo que pensar en todo lo que tiene que haber sucedido para que llegara a mí; el sacrificio, el dolor, el esmero, la entrega, la fidelidad, etc. de tantos fieles hermanos que fueron antes de mí. Y a través de mí, al compartir mi fe con otros, sigue ese toque del Altísimo hacia otras personas, hacia otras generaciones, hasta que se cumpla el tiempo determinado. Y claro, no solamente la cadena que fue formada para que yo llegara a ser salvo, sino también, las otras cadenas formadas para que yo pudiera recibir la Palabra del Señor a través de otras personas todos estos años, lo que me ha ayudado a crecer y a permanecer fiel hasta este momento. ¿Han pensado en todo el increíble proceso que se inicio con el Señor y ha seguido a través de los siglos para que tu pudieras tener la oportunidad de ser salvo y ser transformado por el Señor?

Entonces, si entendemos esto, entendemos lo importante que es compartir nuestra fe con los demás, pero claro, si en realidad has sido salvo y transformado por el Señor. Porque, ¿cómo se hablará de algo que no tiene real significado en la vida de una persona? Si el Señor no significa mucho para ti, ni lo que El ha hecho a través de las edades por ti, entonces, claro, no puede haber tal inspiración. Pero, si has experimentado el verdadero toque del Señor en tu vida, si El te ha transformado y hecho una nueva persona, entonces tienes mucho de qué hablar y compartir. En fin, no se puede ser egoísta con el Señor, ni temeroso tampoco. Tenemos que cumplir el propósito de Dios, los cuales muchos fieles antes que nosotros lo entendieron, que otros tienen que llegar al Señor, o en lo más mínimo, darles la oportunidad a que puedan recibirlo. Ahora, si escuchan o no escuchan, ese no es tu problema. Lo que importa es que tu entiendas lo que Dios a hecho por ti, y que lo compartas con aquellos que están sin esperanza, y sin fe, tan perdidos o perdidas como lo estuviste antes tú.  

Así que, primero que nada, ¿has conocido al Señor personal e íntimamente? Y si te ha sucedido, ¿valoras todo lo que costo para que El llegara a ti? Y si lo has entendido, ¿estás hablándole de Jesús a otras personas que necesitan también ser salvos y transformados? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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