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Basado en Juan 4:19-30 (Versión Reina Valera 1960)

Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo. En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.

Trataremos de ver solo una parte de este pasaje, porque hay mucho aquí. Que significa: ¿Cuándo los verdaderos adoradores adoraran al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren? La respuesta es: demasiado, y la mayoría no entenderán. El asunto es que esto se relaciona directamente a lo que el Señor le explico a Nicodemo, de que es necesario nacer de nuevo, nacer del Espíritu. Nosotros no podemos llegar a Dios bajo nuestros términos, o por nuestros medios. No hay nada que en realidad le podamos ofrecer a Dios que tenga algún tipo valor, a lo menos, algo que salga de nuestro ser.

Lo primero que hace difícil captar el asunto es que lidia con nuestro orgullo, o con nuestra falta de entender nuestra posición. En realidad, nada somos. No tenemos ningún tipo de valor. Como dijo el Salmista: Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Salmo 8:4. Entonces, si no somos nada, ¿Qué le podríamos ofrecer a Dios? ¿Qué adoración llegaría ante Su presencia que le seria agradable si nuestro ser no tiene ningún valor? La Palabra también dice esto: Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento. Isaías 64:6. Entonces, ¿qué debe suceder para que todo esto cambie?

Antes de llegar a ese punto, tenemos que entender algo más. Nosotros no somos los que le buscamos. Para comenzar, es El, él que inicia el contacto. Es El que constantemente llama. Nosotros estábamos (o todavía están) tan perdidos y ciegos que no teníamos idea de nuestra necesidad, ni de nuestra condición, ni de quien era Dios, y que éramos (o todavía son) todos. Tal como vemos en la historia con la mujer Samaritana, no fue ella quien busco del Señor. Ella no tenia ni idea quien era El, hasta que El comenzó a revelarse a ella. El fue que se acercó. El fue que busco la conversación. El fue que comenzó a sacar a la luz lo que había dentro de su vida. El fue que comenzó a relatar ciertas verdades. Todo el esfuerzo fue del Señor. La Palabra nos enseña esto: En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 1 Juan 4:9-10. Entonces, ¿Cuándo fue que El se comenzó a mostrar en nuestras vidas? Desde el primer momento que comenzaste a experimentar la creación de este mundo. Porque escrito esta: Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Romanos 1:18-20. Estábamos (o a lo mejor todavía están) tan insensibles, que no nos dábamos cuenta que Dios nos estaba tratando de hablar hacia mucho tiempo, desde una edad muy temprana. Nuestros cinco sentidos son los trasmisores de las obras y de la presencia de Dios. A través de nuestros ojos podemos contemplar las obras de Dios. A través de nuestros oídos escuchamos lo que Dios ha hecho. Olemos la obra de Dios. Gustamos de la obra de Dios. Y claro, palpamos las distintas cosas que Dios ha hecho; y todas estas cosas fueron hechas con el poder de Su Palabra. No obstante, muchos todavía están o seguirán totalmente insensibles a Dios porque esta reinando a plenitud el pecado y la muerte en sus vidas, siendo guiados por los designios de la oscuridad y la maldad. Es duro esto, pero es la realidad. La única manera que la mayoría escuchamos a Dios es cuando nuestro orgullo es roto, y nos comenzamos a dar cuenta que necesitamos algo mas grande que nosotros mismos.

Ahora, ¿cómo puede comenzar a cambiar todo esto (y aquí vienen las buenas noticias)? Naciendo de nuevo en el Espíritu. Uno tiene que comenzar de nuevo a través de Dios, a través del poder del Señor Jesús. Y como comienzo, tiene que haber un total y complemento arrepentimiento y conversión de todo pecado. Hay que volverse completamente de todo lo que ha sido la raíz de nuestra ceguera e insensibilidad. Y hay que hacer a Jesús el dueño y Señor de la vida de uno, rindiéndole lo mas intimo de nuestro ser: el corazón. Ahí es el comienzo.

Ahora bien, aquí llegamos a la explicación de la adoración que si llega a Dios. Al nacer de nuevo en el Espíritu, tomamos el Ser de Dios en nuestros corazones. Y a raíz de eso, es que ahora si es que cuentan la obras que concuerdan con lo que la Biblia nos enseña, porque le estamos dando a Dios algo que fluye de El mismo. Lo único que cambia en la condición de un ser humano que tiene a Dios, es que se debe convertir en una fuente del Dios vivo, emanando de lo mas profundo de su ser. Ahí es que se torna en vida y olor fragante la adoración al Señor. Y no se trata necesariamente de canticos, sino mas bien, de servicio y las acciones basadas y guiadas por el propio Espíritu de Dios dentro de nuestro ser. Esto es lo que realmente es la voluntad de Dios. No es necesariamente lo que hacemos (o sea, por lo que la obra en sí es), porque escrito esta: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Mateo 7:21-23. Lo que importa es el “porque” se hace lo que se hace, la intención del corazón a través del Espíritu Santo de Dios.

Así que, ¿has experimentado a Dios a través de Su Espíritu en tu vida? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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