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Basado en Efesios 4:17-24 (Versión Reina Valera 1960)

Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

¿Qué debe pasar con una persona que nace de nuevo en Cristo? ¿Comienza a ir a la iglesia? ¿Comienza a diezmar y a ofrendar? ¿Tiene que hacerse parte del coro o del grupo de alabanza? ¿Tiene que dar sacrificialmente para poder edificar un templo? ¿Comienza a vivir una vida más moral, para que sea aceptado en la iglesia? ¿Vive lleno de alegría, y está feliz y contento siempre? ¿Tiene que ir a un seminario? ¿Tiene que hablar en lenguas para poder demostrar que si recibió el Espíritu Santo? Estas cosas no son necesariamente malas, pero es lo que muchos han determinado de alguna manera u otra lo que debe suceder en la vida de un cristiano. Pero, estas cosas no necesariamente determinan si hay salvación o vida en Cristo. No se trata de volverse en un ser religioso, porque eso es lo que sucede cuando no se entiende de lo que realmente sucede cuando uno nace de nuevo en Cristo.

Para comenzar, la Palabra de hoy dice que debe haber un cambio de vida en una persona, que sí, debe haber una diferencia entre una persona que conoce a Cristo y una persona que no conoce ni a Cristo, ni las cosas de Dios. ¿Cómo uno sabe si realmente ha venido a conocer a Cristo personalmente, si ha llegado a nacer de nuevo en El? La conversión al Señor consta de cosas muy sencillas, pero determinantes. La manera de que uno viene a nacer de nuevo en el Señor es a través de un arrepentimiento completo, del 100% de sus pecados (no de un 80% o de un 99% de arrepentimiento), y convirtiéndose a Cristo, al aceptarle como el Señor de su vida, y haciendo esto con todo el corazón, no de palabras solamente o sin fe. Se tiene que realmente creer lo que se está haciendo porque una persona se está efectivamente dando al Señor, entregando así su vida. Y cuando esto realmente sucede, algo pasa en la vida del creyente, tiene que suceder una transformación o regeneración inicial, como está escrito: Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador. Tito 3:4-6. Así que, lo que literalmente sucede es que el Espíritu Santo entra en la vida de una persona, y regenera y renueva el espíritu, el ser dentro de sí que tiene la capacidad de vivir eternamente. Y al entrar el Espíritu Santo, ese Santo Ser de Dios, tiene que pasar algo significativo en la vida de la persona. No puede ser un día como cualquier otro día, porque, en fin, entro Dios, el Ser más poderoso de todo el universo. Entonces, por virtud del completo arrepentimiento, hay cosas notorias que cambian enseguida en la persona, por la manifestación del Espíritu Santo en su vida. No quiere decir que vas a ser perfecto de inmediato, pero van a haber cambios involuntarios (por decir) al comienzo. Por ejemplo, en mi propia vida, cuando le entregue mi vida al Señor, lo primero que El obro en mi fue dejar la idolatría, el robo, y la atracción por el alcohol. Nadie me dijo que tenía que dejar esas cosas, o que los cristianos no deben seguir o hacer estas cosas. Pasó solo, sin ningún tipo de esfuerzo, porque fue la obra del Espíritu Santo. Dios transformo mi vida.

Ahora bien, ¿qué debe seguir sucediendo en la vida de un cristiano? El proceso de la transformación debe continuar. No se debe quedar en ese momento inicial nada más, y aquí es donde aplica lo que leímos al comienzo. Cristo murió para que no solamente seamos salvos, sino también, para que nuestras vidas fueren completamente transformadas, para que le seamos útiles, listos para toda buena obra. Por eso que también insta la Palabra: Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Isaías 1:16-17. La Palabra es muy clara en que debe haber un proceso en un creyente, tiene que haber una continua transformación. ¿Y cómo sigue sucediendo esta transformación? A través de la Palabra, porque escrito esta: Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Efesios 5:25-27. El lavamiento solo viene por la Palabra de Dios. El Espíritu Santo a través de la Palabra te va enseñando lo que debe seguir cambiando, lo que se debe dejar de hacer (lo malo), y lo que se debe aprender a hacer (lo bueno). Y hacer el bien consta de hacer buenas obras, no de hacer cosas religiosas.

¿Por qué es apremiante este proceso, y uno no se puede quedar con el inicio solamente? La Biblia nos enseña este principio, el cual nunca cambia, sea que una persona nunca haya conocido al Señor (obviamente), o aún si una persona ha nacido de nuevo: Porque la paga del pecado es muerte… Romanos 6:23a. Aunque hayamos sido perdonados y redimidos, y haber nacido de nuevo, el pecado nunca deja de producir muerte, sea grande o pequeño. Entonces, sabemos que no seremos perfectos hasta el día que seamos liberados de este cuerpo de muerte (la carne), pero por eso que es tan necesario seguir el proceso, porque tiene que reducirse lo que produce muerte mientras trascurre el tiempo. Este es el consejo y la advertencia que nos da la Palabra también: Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías [el uso de las drogas entra en esto], enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Gálatas 5:16-21. Así que, si un cristiano se dedica a practicar el pecado, o a vivir un estilo de vida de pecado (lo que va más allá de pecar), sencillamente no va a heredar el reino de Dios.

Así que, ¿estás viviendo una vida de transformación continua, por el bien tuyo, y por el bien de los demás? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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