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Basado en Lucas 2:25-35 (Versión Reina Valera 1960)

Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel. Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.

El Apóstol Pablo dijo esto poco antes de morir por el Señor, como quedo escrito: Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida. 2 Timoteo 4:6-8. Pablo hablo de su caminar en Cristo como una batalla, y como una carrera, cosas que no solamente pueden ser largas, pero duras y cansadoras. Por un lado, es fácil, por decir, llegar a Cristo (aúnque la real conversión no es fácil tampoco, porque requiere arrepentirse, convertirse, y rendirse totalmente, 100% a El). La salvación es gratuita, es el regalo que Dios le dio a la humanidad a través del sacrificio y la resurrección de Su Hijo Unigénito, a través de Jesús. Pero, el ser transformado diariamente, el continuo desafío de dejar los caminos del Señor por los deleites y placeres del mundo, el persistir en la sana doctrina y enseñanza de la Palabra, el luchar en contra de las adversidades y vituperios, esas cosas son las que hacen difíciles el seguir a Cristo. Esto es parte de la batalla, parte de la carrera que Pablo menciono. El Señor dijo esto también: …Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día. Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. Luke 9:22-24. Cuando seguimos realmente al Señor, hay que cargar una cruz, nuestra cruz, que tiene que ver con el luchar en contra de nosotros mismos, en contra del pecado que todavía mora en nosotros mismos. Sencillamente, la Verdad es: que el seguir a Cristo requiere cosas extremadamente difíciles, y el que diga algo diferente, o desconoce las Escrituras, o sencillamente todavía no ha llegado a la Verdad, o te está preparando para que fracases en un futuro muy cercano, lo cual solo puede venir de parte del enemigo.

El Señor nos advirtió de esto: Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Mateo 24:3-13. Entonces, no se trata de llegar solamente al Señor, pero uno tiene que persistir y permanecer en El (a pesar de las circunstancias), uno tiene que perseverar hasta el fin, hasta el último suspiro, hasta que su corazón deje de palpitar, y hasta que su espíritu vaya a la presencia del Altísimo y Soberano Dios; este es el que será salvo.

Todo esto suena difícil, ¿no? Si, y nadie que viene del Señor dijo que sería fácil, y esa es la Verdad. Pero, aquí viene lo que hay que considerar. A pesar de lo duro y difícil que sean las cosas (humanamente hablando), nada de eso se compara a lo que el Señor tiene para aquellos de nosotros que permanezcamos fieles en El y a El. Una vida difícil en este mundo no se puede comparar a la eternidad en la presencia de Dios. Y los que realmente entendemos el verdadero valor de lo que vale la pena, entendemos que una eternidad en Cristo no se compara a estos pocos años en este planeta. Un poco de diversión o de placer, que hoy esta y mañana ya no, no se puede comparar a lo que el Señor tiene guardado para nosotros. Todos los grandes héroes de la fe del Antiguo Testamento entendieron esto, comenzando por Abraham. Y todos los que seguimos al Señor después, como Pablo, Juan, Pedro, y todos los demás, incluyéndonos a los que vivimos en esta época, también entendemos que lo que el Señor tiene para nosotros es mucho mejor que el aquí y ahora. Los que luchamos legitimante para seguir al Señor, negándonos a nosotros mismos, lo hacemos no porque seamos necios o ignorantes, o estúpidos, como muchos piensan, sino porque sabemos que el Señor tiene mayores cosas que lo que este mundo y Satanás puede ofrecer. Y porque también entendemos esto: Yo [Dios] amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan. Proverbios 8:17.

Ahora bien, si no conoces al Señor todavía, ven a El y sabrás de lo que estoy hablando, lo grande que Dios puede ser, aún en tus momentos más difíciles (humanamente hablando). Y si no has sido fiel al Señor, sino que has cedido a los tropiezos de esta vida, la respuesta es muy sencilla: vuelve al Señor. Nunca es tarde para participar en la batalla y en la carrera, pero aprende a serle fiel de una vez y por todas; no juegues con Dios. Y a los que seguimos permaneciendo en El, sigamos peleando, sigamos corriendo, porque grandes cosas nos esperan, si permanecemos fieles hasta el fin.

Así que, en todo esto, la gran pregunta es: ¿Estás listo para no solamente a hacer una resolución de año nuevo, sino más bien, una resolución de por vida, el seguir al Señor fielmente desde ahora y para siempre, para poder recibir las promeses del Señor aquí y las que están por cumplirse en la eternidad? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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