Basado en Juan 17:1-19 (Versión Reina Valera 1960)

Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese. Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.

Veremos la oración del Señor en tres partes, porque de alguna manera, se entiende que tiene tres partes. La primera parte consiste de como El ora por Sus Apóstoles directamente, no necesariamente por nosotros los que vinimos después de ellos. No quiere decir que si no se dirige directamente en algo a nosotros, que debemos ignorarla, pero hay que entender lo debido por muchas razones, y como todo lo que está escrito en la Palabra, porque: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. 2 Timoteo 3:16-17.

Para comenzar, los Apóstoles del Señor realmente eran únicos, y si existieren personas escogidas o predeterminadas, serian ellos, aunque ellos siempre tuvieron la habilidad de escoger que hacer con sus vidas. No obstante, tuvieron gran afinidad para con el Señor. Ellos supieron reconocer Quien fue el Ser que los invito a caminar con El. Ellos tuvieron tal sensibilidad que reaccionaron inmediatamente cuando los llamo el Señor. Y claro, al llegar la plenitud del Espíritu Santo en sus vidas, fueron imparables. Y en esto también entra el Apóstol Pablo, porque, aunque se trató de llenar con otro el vacío que dejo Iscariote, el Apóstol Pablo tomo el decimo segundo lugar, a través del cual el Señor lo iba a usar grandemente para que nosotros los gentiles llegaremos a tener la oportunidad de escuchar el Evangelio de Salvación. Los reales Apóstoles del Señor fueron preparados por Dios y escogidos directamente por el Señor en la tierra, e incluyendo a Pablo cuando le salió al encuentro en el camino a Damasco. Bíblicamente hablando, no ha habido más apóstoles que los que se mencionan en la Biblia, porque en los doce culmina tal llamado. Con todo respeto a los que han tomado ese título después de ellos; sinceramente no les corresponde. Serán otra cosa, pero Apóstoles no. Esto está relacionado con el significado de las doce tribus de Israel, y todas las demás cosas relacionadas con el numero doce en la Biblia.  

Vemos a través de este pasaje el cuidado personal que el propio Señor tuvo con sus Apóstoles, velando por ellos, conviviendo con ellos, enseñándoles a diario del reino, mostrándoles todos los milagros y prodigios que hacía, permitiéndoles experimentar íntimamente al Hijo Unigénito de Dios. Ellos presenciaron la glorificación del Hijo aquí en la tierra. Ellos recibieron la potestad que se les otorgo directamente del Señor. Dios finalmente se los dio al Hijo. Ellos tuvieron el privilegio de ser guardados por el Señor. Entonces, a través de esta oración, vemos el gran significado que tenían estos seres especiales, y el asunto de una elección predeterminada por el Padre, lo cual no aplica a nosotros.

Pero, a pesar de lo especial que eran los Apóstoles, y todo lo que Dios hizo a través de ellos, nunca, jamás podemos perder de vista los hechos del Hijo de Dios, y que en El tenemos que enfocarnos. Como bien dijo Pablo, dándonos una clara dirección: Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. 1 Corintios 11:1. Y él también dijo: Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Efesios 5:1. También vemos la dirección que dio Su madre terrenal, Maria: Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere [hablando del Señor]. Juan 2:5. Y principalmente, como lo dijo Dios mismo desde los cielos en el siguiente relato: Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Mateo 17:4-6. Entonces, tanto como lo era para los Apóstoles y Su madre terrenal Maria, nuestro completo enfoque debe ser el Señor, y nadie más, porque esta realidad es lo que nos enseñan las Escrituras: Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. 1 Timoteo 2:5. Estas son solo parte de las razones porqué el Señor tiene que ser nuestro enfoque, nuestra dirección, prácticamente, nuestro todo. Nosotros tenemos que ser discípulos o seguidores de Jesús, no solo creer en El. Tenemos que comer de Su carne y beber de Su sangre, comiendo de Su Palabra y respetando el sacrificio, haciéndonos uno con El; sin dudar, sin reservaciones, tal como lo hicieron estas grandes personas que nos precedieron, viendo el ejemplo que ellos nos dejaron.

Ahora bien, ¿de qué maneras aplica este pasaje a nosotros? Aparte de no haber sido elegidos por Dios antemano y que no vivimos durante el tiempo que el Señor vivió en la tierra carnalmente (en excepción de Pablo, porque Pablo fue el último apóstol elegido por el Señor, pero sin que le viere carnalmente en Su ministerio terrenal), todo lo demás aplica, nada mas que ahora tenemos con nosotros lo más íntimo del Señor: el Espíritu Santo, el Consolador. Todo lo que el Señor hizo con Sus Apóstoles también lo hace con nosotros, pero a través del Espíritu Santo y con el trabajo completo de las Escrituras. Y en realidad, esto es lo que hace tan especiales a los Apóstoles, porque nosotros tenemos mucho más que lo que tuvieron ellos, porque las Escrituras no fueron completas y selladas hasta después del Apóstol Juan, el que llego a “ver” el fin, tal como lo dijo el Señor. Hoy, tenemos la revelación completa de Dios para el hombre a la punta de nuestros dedos en la Santa Biblia.

Entonces, ¿Qué estás haciendo con lo mucho que nos ha dado Dios? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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