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Basado en Juan 16:25-33 (Versión Reina Valera 1960)

Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre. En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre. Le dijeron sus discípulos: He aquí ahora hablas claramente, y ninguna alegoría dices. Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios. Jesús les respondió: ¿Ahora creéis? He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.

Blaise Pascal dijo una vez: En la fe hay suficiente luz para aquellos que quieren creer y suficientes sombras para cegar aquellos que no quieren creer. Puede que no se vea muy claramente que este pasaje en gran parte se trata de la verdad, pero trataremos de explicarlo para no solamente poder entenderlo, pero también para llegar a un lugar mas profundo de nosotros mismos y con Dios. El Señor siempre nos habla con la verdad, y la verdad no siempre es agradable. La verdad muchas veces es difícil, es incomoda, es frustrante, y hasta dolorosa. No sucede así porque eso es lo que produce la verdad, sino que siempre tenemos que tener en mente a nuestro enemigo principal: el pecado que mora en nuestro ser. El pecado es lo que hace la verdad tan difícil.

Esto es la primera verdad que todos tenemos que tener presente. Satanás no es nuestro enemigo principal (pero es de extremo cuidado). Puede que digan: ¿Cómo puede ser eso? Vamos a ahondar un poco más profundo, y entenderemos el asunto. Nuestro enemigo principal es el pecado que mora dentro de nosotros mismos, y Satanás solo trata de manipular y revolver ese mal que esta en nosotros. Por eso que podemos entender que el Señor nunca pecó, porque aunque fue hombre con nuestra misma carne, por virtud de que Su Padre es realmente Dios, el no cargaba en Sus miembros la concupiscencia de la carne. Por eso que Satanás lo trato de tentar vez tras vez tras vez, de una manera incansable, pero no lograba nada, porque en rendidas cuentas, el Señor tenia Su divinidad como la sustancia que componía Su carne. Por eso que no es la carne en si lo que nos hace caer, y pecar, y buscar nuestra autodestrucción, sino el pecado que mora en nuestra carne. Y eso es lo que esta en enemistad con Dios, y claro, con la Verdad de Dios. El Apóstol Pablo lo trato de explicar de la siguiente manera: Porque sabemos que la ley es espiritual; más yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, más con la carne a la ley del pecado. Romanos 7:14-25. Esto es lo que explica lo que sucede dentro de nosotros mismos. Por eso que cuando Satanás trató de tentar al Señor, nada pasaba, aún hasta en Sus momentos mas duros y difíciles. Pero, cuando Satanás nos tienta a nosotros, eso es otro cuento, y eso es lo que hace que la Verdad sea tan dura, difícil, y hasta dolorosa.

Ahora bien, hallá usado el Señor alegorías o les hallá hablado claramente como dijeron Sus discípulos en este pasaje, el Señor nunca les mintió. El siempre les dijo las cosas tal cual. Y lo difícil con Sus declaraciones era que cuando se veía un vislumbre de tranquilidad, el Señor les revelaba algo duro y difícil, como lo que les declaro, de que iban a ser esparcidos, y que lo iban a abandonar, y de que tendrían aflicción en este mundo. Estas verdades no debieran haberse sentido nada de agradable en ese momento. Sino que, todo lo contrario, porque era muy claro que los discípulos esperaban que sus problemas aquí en la tierra se solucionarían, y que esperaban que el Mesías estableciera Su reino aquí en la tierra. La razón práctica (por decir) por lo cual abandonaron al Señor en Su peor momento no fue necesariamente porque no le apreciaban, sino mas bien, porque estaban en un territorio totalmente desconocido para ellos, completamente opuesto a lo que esperaban, por mucho que se los había advertido. Lo desconocido e incierto de lo que sucedió fue lo que los hizo a todos huir, porque iba totalmente en contra de sus deseos, iba en contra del pecado que moraba dentro de ellos mismos. Y no nos admiremos de esto, porque estoy seguro de que, si cada uno de nosotros hubiéremos estado presente, también lo hubiéramos hecho. Pensamos distinto ahora porque tenemos el completo conocimiento del asunto. Pero aún sabiendo lo que sabemos, todavía no hacemos lo que tenemos que hacer, y en situaciones aún mucho menos complejas que las que enfrentaron los discípulos en ese momento del arresto. Nos confundimos y nos frustramos con cosas mucho mas simples. Así que, por nosotros mismos, somos mucho menos que aquellos grandes hombres y mujeres que siguieron al Señor, a pesar de su momento de flaqueza y debilidad.

Entonces, ¿dónde entra el asunto con lo que dijo Pascal? La Verdad y la Fe van mano en mano. La fe es lo que hace posible la búsqueda por la Verdad, el querer creer que hay algo más allá de las mentiras que nos rodean, de las sutilezas del engaño, y la superficialidad de la vanidad. La fe es lo que te lleva a vencer el pecado que todavía mora dentro de ti mismo, porque le quieres hacer más caso a tu alma que anhela algo más grande que lo temporal y superficial de este mundo. Y ese es el misterio de lo que dijo Pascal con lo que estamos explicando hoy: que la fe de uno depende de que tanto uno quiere creer, y de cuanto uno desee la verdad. La fe es lo que te lleva más allá del temor de ser esparcido, y de tener pruebas, y de sufrir persecución, aún hasta la enemistad con tus seres queridos, y de vivir la tribulación. Porque la fe es lo que dice: Sigue adelante porque hay algo superior que te espera, que vale mas la pena que lo que estas pasando, o lo que puedas pasar en un futuro no muy lejano. Esta verdad es la que nos dijo el Señor: Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Juan 8:32.

Entonces, uno se tiene que preguntar, especialmente después de examinarse a sí mismo: ¿Tengo suficiente fe en el Señor para poder anhelar Su verdad, me cueste lo que me cueste, pase lo que pase? ¿Deseo realmente ser hecho libre por la Verdad? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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