Basado en Josué 15:13-19 (Versión Reina Valera 1960)

Mas a Caleb hijo de Jefone dio su parte entre los hijos de Judá, conforme al mandamiento de Jehová a Josué; la ciudad de Quiriat-arba padre de Anac, que es Hebrón. Y Caleb echó de allí a los tres hijos de Anac, a Sesai, Ahimán y Talmai, hijos de Anac. De aquí subió contra los que moraban en Debir; y el nombre de Debir era antes Quiriat-sefer. Y dijo Caleb: Al que atacare a Quiriat-sefer, y la tomare, yo le daré mi hija Acsa por mujer. Y la tomó Otoniel, hijo de Cenaz hermano de Caleb; y él le dio su hija Acsa por mujer. Y aconteció que cuando la llevaba, él la persuadió que pidiese a su padre tierras para labrar. Ella entonces se bajó del asno. Y Caleb le dijo: ¿Qué tienes? Y ella respondió: Concédeme un don; puesto que me has dado tierra del Neguev, dame también fuentes de aguas. El entonces le dio las fuentes de arriba, y las de abajo.

¿Quién era Caleb? Si vemos el principio de su historia (la cual se habla en Números 13 y 14), vemos que Caleb fue uno de los doce espías que mando Moisés (por mandato de Dios), para espiar la tierra prometida. La misión que se le encomendó a Caleb (y a los doce) tenía que ver con observar lo siguiente: …Subid de aquí al Neguev, y subid al monte, y observad la tierra cómo es, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso; cómo es la tierra habitada, si es buena o mala; y cómo son las ciudades habitadas, si son campamentos o plazas fortificadas; y cómo es el terreno, si es fértil o estéril, si en él hay árboles o no; y esforzaos, y tomad del fruto del país. Y era el tiempo de las primeras uvas. Números 13:17b-20. Los doce volvieron de su misión, pero diez de ellos contaron más bien de los gigantes y de los problemas que podían a travesar, y eso incito a que el pueblo temiera, y que no solamente se volviera en contra de Moisés, sino principalmente, en contra de Dios. Pero, Caleb y Josué hicieron con fe su reporte, y hablaron de las grandezas que había en la tierra, y de que, si el pueblo encontraba el agrado de Dios, que El se los daría. Caleb y Josué trataron de persuadir al pueblo para que no se rebelarán en contra de Dios, y que no le temieran a los gigantes, ni a nada que ellos tendrían que enfrentar. Y bueno, si seguimos la historia, hasta lo que leímos hoy, por la misericordia de Dios (porque Dios iba a desechar el pueblo después de tanto reclamo en contra de El), el pueblo llegó a la tierra prometida, y Caleb recibió sus recompensas por haber tenido fe en Dios, por haber justificado al Altísimo y haber defendido Su causa.

Ahora bien, ¿Fue fácil lo que le toco hacer a Caleb para recibir la recompensa de su fe? No. En esta vida, nada que valga realmente la pena es fácil. Todo cuesta trabajo y sacrificio. Se lee muy fácil, por ejemplo, que: Caleb echo de allí a los tres hijos de Anac; a Sesai, Ahiman y Talmai, pero no era mentira que habían poderosos gigantes en la tierra. De los gigantes que hablaron los diez espías era como lo que se describía de Goliat, por ejemplo, un hombre que era sumamente grande en estatura, y muy fuerte (Goliat midió como 9,5 pies, o 2,9 metros). Así que, aunque Dios obró en todo, hubo mucho esfuerzo de parte de Caleb y del pueblo que luchó para poder obtener la tierra prometida. No fue como las películas, que en aproximadamente dos horas uno ve el comienzo y el final victorioso, donde todos quedan contentos y alegres. La vida no es una película. Lo que Caleb tuvo que enfrentar fueron días, meses, y hasta años de esfuerzo, de lucha, de desgaste físico, y de sacrificio.

Entonces, ¿Qué hace a Caleb tan especial, y que podemos aprender de todo esto? Hubo tres cosas fundamentales en la vida de Caleb que tenemos que tomar en cuenta, si en realidad deseamos un final de triunfo y de éxito. Primero, Caleb creía en Dios, no de palabras, sino con todo su ser porque se enfrentó a un pueblo entero, rebelde, por defender a Dios, sin tomar en cuenta las consecuencias, que hasta su vida pudiera haber perdido. Se hecho al mundo encima (por decir) sin reservación ninguna por Su Dios. Segundo, le creyó a Su Dios. Dios hablo de una tierra prometida. Dios lo envió a ver la tierra prometida. Caleb le creyó a Dios, que si él encontraba favor ante Dios, que se la daría. Y tercero, hizo el trabajo y fue diligente y esforzado en cumplir con lo que tenía que hacer; le obedeció a Dios. El no lucho por sus ideas o por lo que a él se le ocurrió, sino que lucho por lo que Dios lo mando a hacer. Y se esforzó, y su fe y esfuerzo animó a otros a cumplir la obra. Si aplicamos lo mismo, pero a cosas mucho más grandes, (porque la tierra prometida por la cual lucho Caleb fue una tierra buena, pero fue física, temporal, que ahora está, y mañana será otra cosa, como todo en este mundo). Nada en este mundo dura para siempre. Pero Cristo es para siempre, y si ponemos nuestra fe en El, podremos vivir para siempre. La muerte no tendrá ningún poder sobre nosotros, si hacemos sencillamente las tres cosas que hizo Caleb. Leemos esto en la Palabra: Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. 1 Corintios 15:12-19. ¿Es duro seguir a Cristo? Si, porque estamos luchando en contra del mundo entero, en contra de Satanás y su reino, y en contra del pecado y la muerte; todos estos adversarios son muy duros y grandes, gigantes en realidad. Pero, nuestra fe en Cristo puede vencerlos a todos.

Ahora bien, espiemos (por decir) por un momento la eternidad que el Señor nos promete: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Apocalipsis 21:1-7. Pero, para recibir esta recompensa, la Biblia nos enseña lo que no debemos ser, como está escrito: Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. Apocalipsis 21:8. El triunfo eterno no es ni para los cobardes ni para los incrédulos, porque es necesario enfrentar gigantes y trabajar muy duro, con los ojos puestos en Cristo y en Su meta. Pero ¿No vale la pena enfrentar lo que haya que enfrentar, estemos solos o acompañados, por una “eternidad prometida”? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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