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Basado en Romanos 12 (Versión Reina Valera 1960)

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría. El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

En el pasaje de hoy, vemos muchas indicaciones, muchas cosas se nos enseñan como cosas que debemos hacer. Vemos que debemos presentar nuestros cuerpos como sacrificios vivos, santos, y agradables a Dios. Vemos que no nos debemos conformar al tiempo en que vivimos, o más bien, al mundo en que vivimos, sino que seamos transformados. Vemos que debemos buscar la voluntad de Dios. Leemos también, como debemos tratar a nuestros semejantes, y aún hasta nuestros enemigos. Se nos mandan muchas cosas. Y uno puede preguntar, ¿Por qué se nos pide tanto, como prácticamente abandonar nuestras vidas y vivir para Dios y para nuestro prójimo? Y es una pregunta valida. En realidad, debiéramos hacernos esta pregunta para poder entonces entender la razón de todo esto. Después de todo, Dios nos creó con raciocinio, con la habilidad de poder absorber, entender, procesar, y así, tomar decisiones. En rendidas cuentas, antes que las cosas lleguen al corazón, tienen que pasar primero por nuestro intelecto, por el raciocinio. Así que, argumentaremos el sencillo hecho de que Dios sí tiene el derecho de dirigirnos, y de que hagamos Su voluntad, y tenemos argumentos extremadamente irrefutables que debieran llevarnos al convencimiento total porqué es más que justo lo que Dios nos pide.

Para comenzar, está el argumento de que Dios es Dios. No hay autoridad más grande en el universo. No hay otro como El. El es el Supremo, el Altísimo, el Todopoderoso. No hay realmente manera de poder explicar esta realidad en palabras. La Palabra nos abre pequeñas ventanas (por decir) para por lo menos poder tener algún tipo de idea de Quien es este Dios, y Su posición en lo inconmovible y en lo eterno. Porque escrito esta: Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Apocalipsis 5:11-13. Así que, el sencillo hecho de que Dios es Dios, y no hay nadie más alto que El, nos debiera motivar.

El segundo argumento tiene que ver con el asunto de que Dios hizo todas las cosas, e inclusive, al ser humano. Nada de lo que vemos, ni tú mismo existirías si no fuera por Dios. No tendrías ni idea de lo que sería la vida sin el Señor. Como está escrito: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Juan 1:1-4. Entonces, El no solo creo todo, y permitió que vinieras a tener vida, sino también, se nos enseña de que todo lo creado subsisten en El. O sea, El no solo creo, y lo dejó funcionando solo, por decir, sino que, absolutamente nada en el universo puede seguir existiendo sino fuera por el Señor. Como también está escrito: Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten. Colosenses 1:16-17. Así que, si llegaste a tener vida, es porque El lo permitió. Y si sigues vivo, y puedes hacer todo lo que haces ahora, desde lo más pequeño e insignificante, hasta lo más primordial en tu vida, hasta lo que hace tu cuerpo involuntariamente (por decir), el palpitar de tu corazón y el respirar de tus pulmones, es porque Dios sencillamente lo permite. Aunque una persona no quiera creer en Dios, esa persona de todas maneras existe porque Dios lo permite.

Y el tercer argumento, posiblemente el más convincente de todos, que El Señor se dió a si mismo por todos nosotros, aún cuando éramos Sus enemigos, y ajenos a todo lo que El es, como está escrito: Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Romanos 5:10. Y El se dió por nosotros sin ningún tipo de obligación. Todo lo hizo por amor. Dios vino a este mundo y dedico todo Su ser mientras caminó en nuestra semejanza a hacernos el bien, y hasta morir por nosotros; dándose como sacrificio el Santo y el Puro por los pecadores, pagando el precio del pecado por todos Sus enemigos en la cruz. Y nunca hubo ni un solo reclamo, como está escrito: Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Isaías 53:7. No hay ser más bueno, ni más misericordioso que Dios.    

Nosotros le debemos todo al Señor, y por esto debemos honrarlo como la Autoridad Suprema, como el Creador de todo, como el Sustentador de todo, y hasta nuestra existencia, y el que nos da la posibilidad de tener la vida eterna. Así que, ¿entiendes el derecho que Dios tiene, por lo tanto que tú dependes de El? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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