Basado en 1 Tesalonicenses 1 (Versión Reina Valera 1960)
Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones, acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo. Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección; pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros. Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo, de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los de Macedonia y de Acaya que han creído. Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada; porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.
¿Qué es una verdadera conversión? Una verdadera conversión, no consta de religiosidades o ni siquiera de moralidad, sino más bien, se trata de algo muy único cuando hablamos de una real conversión en Cristo. Muchos se confunden y nunca llegan a experimentar algo así, porque francamente, ellos se dejan dominar por el pecado que mora en sus miembros. Así que, una persona no llega a convertirse como es debido ni por culpa de Dios, ni por culpa del diablo, ni siquiera por culpa del pecado que mora en ellos mismos, sino, porque escoge, a través de su propia potestad de razonar, en no desear convertirse, porque todo consta de lo que hacemos con nuestro libre albedrio. Por eso es que existe un juicio, porque finalmente cada ser humano será, o absuelto a través de una real conversión en Cristo, o condenado eternamente por su elección a no desear a convertirse a Cristo, como está escrito: El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Juan 3:36. Este es el gran debate que existe dentro de ciertas partes del pueblo de Dios, el asunto de la predestinación (de que ya todo y todos somos predeterminados a ser algo, y que está fuera de nuestro control) vs. el libre albedrio, o el tener la potestad de escoger (o sea, que las cosas de Dios y el universo están predeterminados, pero la decisión personal de lo que pasa con cada ser humano depende solamente de la elección personal por el Señor). Y bueno, sería un juez muy injusto aquel que juzgara a una persona por los malos hechos que comete si no tiene ningún control sobre sí mismo. Pero nuestro Dios no solo es Justo, sino también, hasta muy bueno y misericordioso. Así que, la pregunta sigue en pie. ¿Qué es una verdadera conversión?
El propio Señor lo explico de esta manera cuando se lo dijo a Nicodemo, como está escrito en el Evangelio de Juan: Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. Juan 3:1-7. Entonces, tiene que pasar algo definitivo dentro de lo más íntimo de un ser humano, un hecho que une total y completamente toda el alma, el corazón, la mente, y las fuerzas. Y ese hecho consta de nacer del agua y del Espíritu, o sea de un real, completo, 100% arrepentimiento y conversión de todos tus pecados (nacer del agua), y nacer del Espíritu, lo cual es el paso que sigue dentro del mismo momento que se hace, de reconocer y aceptar a Jesús como el Señor de tu vida. Y este reconocer y aceptar a Jesús como Señor es algo que también tiene que ser real, completo, el 100% de uno mismo, efectivamente haciéndolo el Dueño y Señor de tu vida, que ya no eres tú el que mandas en tu vida, sino más bien, que es el Señor, al cual te sometes completamente. Para poder pertenecerle a Dios, tienes que realmente darle tu vida. Es tan obvio que elude hasta a los más eruditos en las Escrituras, no porque es algo difícil de entender, sino porque se dejan gobernar por el pecado que mora dentro de ellos mismos. Esto es lo que produce la vida eterna dentro de un ser humano. Esto es lo que transforma hasta a los seres más pecadores, como yo lo era hace tantos años, que estaba en un camino desviado, directamente hacia un destino infernal, para pasar una eternidad sin este Maravilloso y Buen Señor que ahora gobierna mi vida. Y lo que determinó ese gran cambio de dirección fue un día que justamente escogí arrepentirme y convertirme de todos mis pecados, y hacer efectivamente a Jesús el Señor y Dios de mi vida. Se me explico este mismo concepto, y me di cuenta de que estaba vacío, solo, perdido, y sin esperanza, y escogí creer con todo mi corazón, sin reservas, a pesar del pecado que había en mí, que trataba de no dejarme creer. Finalmente, pude entender y desear escuchar y obedecer al Espíritu Santo que me estaba hablando a través del ser humano que se dejó usar para comunicarme el mensaje más importante de mi vida. Yo pude nacer de nuevo en Cristo, y mi vida cambio.
En fin, una verdadera conversión produce un producto, un cambio de vida, una fe inconmovible, cosas que vienen de parte y a través del Espíritu Santo, como está escrito: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Gálatas 5:22-23. Por eso es que, el seguir realmente a Cristo es mucho más que una religión, va mucho más allá de la moralidad, de las tradiciones, o hasta de tratar de ser una buena persona. Nada de eso te salva. Solo tu decisión por Cristo es lo que te salva y permanecer firme en esa fe, y eso es lo que produce el cambio en un ser humano, donde se revela el poder transformador de Dios en la vida de una persona, algo que todos pueden ver, si realmente ha sucedido. Esta conversión era la que se podía ver en los Apóstoles, y esta era la que se podía ver en estos Tesalonicenses. Pablo, Silvano, y Timoteo escribieron precisamente de la evidencia de esta conversión en este grupo de personas, de la manera que recibieron la Verdad de Dios, y como se convirtieron de los ídolos a Dios, y como servían al Dios vivo y verdadero, con la mira en los cielos, demostrando con hechos que estaban más enfocados en Jesús, en la resurrección de los muertos, y que iban a ser liberados de la ira venidera, qué en las cosas terrenales y carnales. La fe de una persona se vé en la manera que vive su vida. Y esto es lo que inspiraba a los obreros de Cristo a que siguieran su camino, a otros inspiraron a creer en el Señor, y hasta nos inspiran a nosotros hoy mientras lo leemos, e inspirará a todas las demás personas que vendrán después de nosotros, y hasta la eternidad. Todo lo que se hace y se vive por Cristo permanece por la eternidad. Así que, ¿hás podido realmente convertirte al Señor? ¡Qué el Señor les bendiga! John