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Basado en Hebreos 10:11-25 (Versión Reina Valera 1960)

Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré, añade: y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado. Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.

¿Entendemos realmente lo que el Señor ha hecho por nosotros? Y ¿vivimos nuestra vida de tal manera que demuestra que valoramos Su gran obra por nosotros? Si observamos nuestra conducta en general como grupo, sería difícil decir que Su obra es valorada. Para comenzar, hay mucha corrupción dentro de la iglesia universal de Cristo, desde los que predican y enseñan hasta los más nuevos. Sencillamente, no nos vemos bien como grupo. Es realmente triste. Sabemos que ninguno de nosotros seremos perfectos hasta que lleguemos a la meta, pero si se debiera ver a lo menos algo de Cristo en nuestra vida, lo suficiente para estimular a otros a desear creer y seguir al Señor. Así es como debiéramos afectar a las personas que nos rodean, a pesar de sus pecados y cuán perdidos estén. Nosotros somos los que debemos ser sal y luz en el mundo, aquellos que decimos creer y seguir a Dios. El grave problema que yo creo que ha sucedido en el pueblo de Dios es que se ha infiltrado mucho el pecado en la iglesia, y por eso que las malas doctrinas que apoyan más las cosas de la carne y el pecado que los propósitos y la voluntad de Dios se han vueltos más populares, hemos perdido el rumbo como grupo. Estamos tan enfocados en desear lo de aquí y de ahora, que nos hemos hecho aún más problemáticos que el mundo que nos rodea. El mundo ya no puede ver la diferencia entre ellos y nosotros. Casi todos los creyentes desean que sus vidas sean cómodas y placenteras, igual que también el mundo. La gran mayoría de los supuestos seguidores de Cristo desean no tener problemas con nadie, igual que el mundo. Y en general, mucho del llamado pueblo de Dios no se preocupa por las necesidades de sus semejantes, también el mundo. Y finalmente, el cristiano solo busca cumplir su voluntad y satisfacer sus deseos, y claro, como también las personas del mundo. Entonces, ¿cuál es la diferencia? Ninguna. No hay diferencia entre el uno y el otro. Y, si no hay diferencia, ¿qué incentivo tiene la persona incrédula de buscar creer en Cristo? Ninguno.

El desvío se ha producido porque sencillamente como grupo en general, no entendemos muy claramente el sacrificio del Señor, y como resultado, no valoramos lo que Dios ha hecho por nosotros. No estamos con los ojos puestos en la meta, sino más bien, estamos más deseosos en escuchar cosas que alimenten nuestra carne que lograr comprender y valorar lo que produce vida, la Obra de Dios. Pero, eso no quiere decir que nos tenemos que quedar en ese camino. Dios siempre nos insta a cambiar, a volvernos de nuestros malos caminos, a entender Su voluntad y poder cumplirla. Entonces, ¿Qué debe suceder? Tenemos que volver a la base de la fe en Cristo, al porqué de las cosas, la razón por lo cual debemos seguir al Señor. Y la única manera de que eso suceda es que renovemos, o entendamos aún más claramente lo que Dios ha hecho por nosotros.

Para poder entender lo que Dios hizo por nosotros, tenemos que ver dónde estábamos antes de conocer a Cristo, cual era (o todavía es, si no has llegado realmente a nacer de nuevo en Cristo) nuestro trasfondo. La Biblia nos enseña esto: Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Romanos 5:9-10. He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá. Ezequiel 18:4. Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. Romanos 3:23. Así que, éramos enemigos de Dios. Esa era nuestra realidad (y todavía es tu realidad si no has llegado a una verdadera fe en Cristo). Y toda persona, sea que haya pecado poco o mucho, sus almas estaban muertas, totalmente sujetas al castigo del pecado. Cuando el pecado entro en el mundo con Adán y Eva, el destino de todo ser humano se convirtió en morir en el infierno por toda una eternidad. Esa es la verdad, porque todos los que hemos pecado de alguna manera u otra, estamos totalmente destituidos de la gloria de Dios. Nosotros no teníamos ni acceso ni al cielo, ni a la eternidad, ni a ninguna de las promesas de Dios por nosotros mismos. Esa era nuestra realidad antes de Cristo. Así que, absolutamente nadie tiene nada ni de que sentirse orgulloso, ni aún menos, merecedor de lo que Dios ha hecho.

Esto es lo que Dios ha hecho: Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 6:23. Merecíamos la muerte, pero Dios nos hizo un gran regalo a través del Señor. Aun siendo enemigos de Dios, el Señor nos trató como amigos, como también está escrito: Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. Juan 15:13-15. ¿Qué más se puede desear? ¿Cabe algo más o puede algo tener más prioridad que este hecho en nuestra vida? Si realmente entiendes esto, no es posible.

Y finalmente, se nos menciona que un día se nos aproxima, y ese es el día del juicio. Cristo hizo y termino todo, pero ahora, cada ser humano tiene que cumplir la voluntad de Dios en su vida a través de Cristo para poder lograr obtener lo prometido. Si fuere de otra manera, ¿para qué exhortarnos? Porque también escrito esta: Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Hebreos 12:1-3. Así que, ¿vives tu vida de tal manera que demuestras que valoras el sacrificio que Cristo hizo por ti? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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