Basado en Romanos 4:1-16 (Versión Reina Valera 1960)
¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado. ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia. ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión. Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado. Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros.
Hay mucha confusión acerca de lo que es la fe en Cristo, y por muchas razones. Hay personas que piensan que la fe es, que se debe creer en Cristo, y que no hay nada más que hacer. Hay personas que piensan que la fe es para utilizarla para obtener lo que uno desea. Y hay aquellos también que piensan que la fe en Cristo es solo una religión, que uno debe solo cumplir con ciertas normas y reglas, y mantener ciertas tradiciones, etc. Hay de todo, y la gran mayoría de las personas sujetan la fe en Cristo a lo que ellos desean pensar, o sea, que todo debe estar sujeto a lo que ellos piensan; en fin, que la fe es definida por ellos, y de lo que ellos quieran hacer de ella. Habiendo dicho todo esto, ¿Cómo debe ser la fe en Cristo?
La Biblia define la fe como tal: Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11:1. ¿Qué es la certeza de lo que se espera, y la convicción de lo que no se ve? Lo primero que debemos ver, por decir, es a través de lo que se puede inferir a través de las vidas de Abraham y de David. Y ¿Qué es eso? Que la fe de Abraham y de David no estaba en algo, ni siquiera en sus propios deseos o voluntades, sino más bien, en Alguien. Eso es lo primero de lo que debe haber en la fe, si en realidad quieres cosechar lo que necesitas o más bien, merita la pena: el perdón de pecados, la vida eterna, y las recompensas que se pueden recibir en la vida eterna. Y para poder recibir todas esas cosas, necesitamos enfocarnos en la Persona de Dios.
Ahora, ¿Quién es Dios? Bueno, tanto Abraham como David entendieron que Dios era lo principal y lo más importante, El que supera todo lo que existe. O sea, ellos creen (porque siguen vivos en la eternidad por su fe) que Dios es Alguien digno de verle y seguirle como tal, de sujetarse a El, porque ellos realmente creen en Quién es Dios. Y cuando uno realmente cree en Dios, hay una obediencia, un reconocerlo como alguien superior, como alguien supremo. En fin, su fe produjo algo en sus vidas. Cuando Dios le dijo a Abram (antes que se convirtiere en Abraham) que saliera de su tierra y de su parentela, él lo hizo, lo cual lo llevo a lo desconocido. Las cosas no eran como son ahora, que uno puede ir a otro país y que tienes una muy buena idea a lo que vas, y las posibilidades que hay, y que hay una civilización, etc. En aquel entonces, habían muchas cosas desconocidas, así que, era como una locura (humanamente hablando) lo que hizo Abraham. Igual fue David. Su fe en Dios lo llevo a enfrentar leones y osos cuando era muy joven, porque confiaba que Dios estaba con él, de la misma manera que confió que Dios estaría con él cuando fue a derrotar a Goliat, al gigante. Humanamente hablando, era una locura. En fin, la fe de ellos no solamente los hizo creer en Dios, sino también, a sujetarse a El como tal, y a confiar en lo que Dios les decía, a pesar de que no lo podían ver, sino solo escuchar Su voz. Entonces, ¿que vemos? La fe de ellos produjo obras, y esto es lo que dice la Palabra: Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. Santiago 2:26. Entonces, la fe en Cristo no se trata de lo que uno piensa, sino más bien, en ver a Dios como tal, y seguirle y obedecerle, sujetarse a El como lo que El es: Dios.
Así que, cuando hay una verdadera fe en Dios, hay obras a raíz de esa fe, pero no las obras que uno desee llevar a cabo, sino más bien, las obras a las cuales Dios nos manda a hacer, como también está escrito: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Efesios 2:8-10. Entonces, la salvación se consigue solo por la gracia de Dios, y a través de la fe en Cristo, pero la verdadera fe en Dios debe producir algo para que sea real. No es un simple creer nada más. Esto es lo que dice la Palabra: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Juan 15:1-6. Cuando permanecemos en Cristo, cuando nuestra fe es real, se va a producir fruto, se van a ver obras, las cuales glorifican a Dios y no al hombre. Pero, si no hay permanencia en esa fe, si no hay fruto, entonces más tarde o más temprano, será echado fuera como pámpano, y se secará, y será echado en el fuego. Esto es lo que también dice la Palabra al respecto: Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 1 Juan 5:1-4. En fin, la verdadera fe en Cristo nos lleva a sujetarnos a Su señorío, y a aprender a ser como El, a hacer las cosas y vivir como que El hacía. Habiendo dicho todo esto, ¿Qué tipo de fruto está produciendo tu fe? ¡Qué el Señor les bendiga! John