Basado en 2 Tesalonicenses 1 (Versión Reina Valera 1960)
Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás; tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis. Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis. Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros). Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder, para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
Leímos en este pasaje que estos convertidos en Tesalónica eran personas que realmente demostraban una fe verdadera y genuina, y que era algo muy visible. Y lo vemos a través de lo que dice el apóstol acerca de ellos, de que su fe sigue creciendo, del amor que se ve entre ellos, y también, porque resisten con paciencia las distintas persecuciones y tribulaciones. Y a través de esto entendemos de que la verdadera fe en Cristo no es garantía ni de tranquilidad, ni de prosperidad, ni del bienestar personal, sino que está diseñada, por decir, para soportar cualquier circunstancia. En este instante, la fe fue totalmente aplicable a cualquier circunstancia que nuestros antepasados experimentaron, fuere en Judea, o en Tesalónica, o en cualquier parte del mundo, que en realidad las circunstancias no interfirieron, sino todo lo contrario, que pudo hasta soportar la adversidad, y que aún más, fue prosperada. Esto sigue vigente hoy.
Pero a través de este pasaje, vemos dos grupos de personas, por decir, los que tienen una fe en Cristo genuina que soportan las persecuciones y tribulaciones, y las personas que producen la tribulación a los que creen, los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Y vemos que cada grupo de personas recibirá algo cuando pase todo en este mundo, que los que padecemos por Cristo seremos consolados, y aquellos que rehúsan creer sufrirán pena de eterna perdición, y que serán excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de Su poder. Entonces, es muy claro que cada persona tendrá o recompensa o castigo, dependiendo de que fue lo que hizo en esta vida.
Entonces, ¿se puede deducir que la fe en Cristo consta de cierto sufrimiento, persecución, y hasta tribulación, y el que no sigue a Cristo, sino que rehúsa creer en El, puede que signifique cierta tranquilidad y hasta comodidad mientras esa persona este aquí? Todo en esta vida finalmente tiene su consecuencia, y como tal, todo tiene su recompensa. La Palabra de Dios dice que el seguir al Señor no es fácil, que habrá que tomar decisiones difíciles que afectará nuestra comodidad y bienestar, nuestra seguridad, y que hasta tendremos que sacrificar nuestras relaciones más intimas por amor a El, todo dependiendo de lo que sea la voluntad de Dios durante este tiempo. O sea, de alguna manera u otra, nuestra vida aquí no será fácil porque hemos decidido seguir a Cristo. De la misma manera, la vida de aquellos que no quieran nada con el Señor no les será tan difícil (humanamente hablando), porque seguirán la corriente del mundo, en fin, al pecado, y el pecado es lo que más prevalece en este mundo temporal. Y tengan cuidado, que muchos creyentes también siguen al mundo, sin darse cuenta porque buscan su propio bienestar en vez de hacer la voluntad del Padre. Por eso que el Señor mismo enseño esto: Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Mateo 7:13-14.
Este asunto me recuerda de una historia (no una parábola) que conto el Señor, como quedo escrito: Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora este es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos. Lucas 16:19-31. Los que desean al mundo y sus deleites los tendrán, pero no habrá más después de todo esto.
Como fin, hay algo más que hace el apóstol en este pasaje, que dos veces menciona de que sean tenidos por dignos del reino de Dios y de Su llamamiento, aun siendo tan ejemplares. ¿Por qué hace esto? Porque este Camino en Cristo no consta solamente ni de una oración que se hizo en algún momento, ni menos de una fe estéril y sin fruto, sino que consta de seguir fielmente al Señor, día a día, y de poder superar todo obstáculo y dificultad que se nos presente, para que al final del camino, cuando ya todo esto se haya terminado, nuestras obras en Cristo sean tenidas por dignas delante de los ojos del Altísimo cuando estemos delante de El dando cuentas. Como dice la Palabra: …porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá. Lucas 12:48b. Sea cual sea nuestra condición, nos cueste lo que nos cueste, si deseamos llegar a la recompensa divina, es necesario hacer la voluntad del Padre, sin excepciones. Entonces, ¿Te tendrá Dios por digno de entrar en Su reino, o te desechará a la perdición eterna porque no hiciste Su voluntad, y rehusaste pagar el precio que se tiene que pagar en este mundo? ¡Que el Señor les bendiga! John