Basado en Hebreos 11:8-10, 17-18 (Versión Reina Valera 1960)
Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios… …Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia.
Hay muchos que tienen la idea de que hay personas que son más especiales que otras, y que esas otras personas supuestamente más especiales, tienen ciertas aptitudes que superán a los demás espiritualmente. Pero, si leemos muy cuidadosamente la Palabra de Dios, no es necesariamente así el asunto. Es posible que todos comencemos de distintas formas y claro, con ciertas desventajas en comparación a los demás, pero eso no quiere decir que debemos quedarnos ahí solamente. Y especialmente con lo que concierne con la salvación y el seguir al Señor, aún más, debemos entender que a pesar de nuestras diferencias con seres que vemos superiores a nosotros, necesitamos todos dejar el lugar donde comenzamos, para proseguir hacia la meta, no hacia nuestra visión, sino hacia la meta que Dios tiene para cada uno de nosotros. Hoy en día se ha circulado una media verdad, por decir, en nuestra comunidad cristiana, de que Dios nos acepta tal como somos. Y sí, es verdad que Dios nos acepta tal como somos, pecadores, con muchos defectos, pero, la otra parte que si completa la verdad es, que Dios nos acepta tal cual, pero con la mira de transformarnos en algo muy distinto, y ese es el punto principal del asunto, el cual el diablo a través de medias verdades trata de desviar.
Si vemos la vida de los apóstoles, ninguno se quedó de la manera que comenzó su caminar con el Señor. Tomás, por ejemplo, dejó de dudar. Pedro dejó de lidiar con las cosas siendo guiado por sus emociones e impulsos. Pablo dejó de perseguir a los cristianos. Maria Magdalena dejo de ser una prostituta endemoniada, y así sucesivamente. Todos comenzamos como algo desagradable ante los ojos del Señor, pero por Su gracia y amor, a pesar de nuestro pésimo estado, El nos aceptó como éramos, pero con la condición de que nos arrepintiéramos y nos convirtiéramos de todos nuestros pecados, para dejar de hacer aquellas cosas malas que eran obras de nuestra condición caída, y a comenzar a hacer lo que le trae honra y gloria a El, en fin, hacer aquellas cosas que producen vida y bendición. Ese es el punto, el fin que Dios busca. No es como una de esas falsas y pecaminosas doctrinas que acomodan el pecado y lo muestran como aceptable por Dios, y así permitiéndole a una persona a que haga como quiera. Nuestras vidas fueron creadas por Dios, pero para glorificarle y servirle a El, y no para glorificar el pecado, y servir al diablo, porque eso es lo que pasa cuando una persona no deja su estilo de vida pecaminosa.
En las Escrituras, Dios nos dejó un ejemplo clave de lo que cada uno de nosotros debe ser al final. Aunque claro, el modelo siempre fue, es, y será Cristo. Pero, no obstante, vemos al Señor a través de Abraham, y lo que se debe manifestar en cada persona que desea ser salva. Y esto se puede entender muy claro a través de la Palabra, que nuestra fe debe ser como la de Abraham, si queremos ser salvos. La salvación no consta de un sencillo creer en Dios. Esto dice la Palabra: Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. Santiago 2:19. Así que, hoy, aún dentro del pueblo de Dios, hay muchas personas que creen menos que los demonios, porque ni le temen, ni aún menos tiemblan ante de Dios. Y si es así, ¿podrán ser salvos? Definitivamente que no. Como mínimo, nuestra fe debe superar a la de los demonios.
Esto dice la Palabra de Dios: Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11:6. Entonces, si nuestra fe tiene que ser como la de Abraham, ¿cómo era su fe? Y esto dice la Palabra: ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Santiago 2:20-24. Así que, vemos muy claramente que la fe de Abraham constaba no solamente de creer, sino de algo mucho más grande y profundo, de fe y de obras. Este es otro error, el cual es promovido por Satanás, que somos salvo solo por la gracia de Dios y que ya no necesitamos las obras. Esto es del diablo porque va totalmente en contra de lo que la Palabra y el propio Cristo enseñó. Somos salvos por la gracia de Dios a través de la Persona de Jesucristo, pero para buenas obras. Hay que producir frutos, hay que hacer cosas que glorifiquen a Dios, hay que hacer la voluntad del Padre si pretendes tener la esperanza de poder entrar en el reino de Dios. No hay otra manera. Esto fue lo que vivió Abraham, y cada otra persona que ahora está en la presencia de Dios. Esto también dice la Palabra: Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. Mateo 7:24-27. ¿De que consta el hacer? ¡Las obras, acción, frutos! Esto fue lo que hizo Abraham, y lo que debe hacer cada persona que desea tener la vida eterna que solo Dios puede dar a través de Jesucristo. Abraham creyó en Dios, le creyó a Dios, e hizo como Dios le mando, le costara lo que le costara. Abraham amo tanto a Dios que hasta cuando Dios le pidió que sacrificara a su hijo, en el cual estaba toda su esperanza, todo su anhelo, toda su decendencia, que cuando levanto su mano para hacerlo, solo ese mismo Dios lo pudo detener. ¿Qué demostró Abraham con su vida? El por su fe cumplió la ley: …El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos. Marcos 12:29-31.
Nosotros tenemos que llegar a ser semejantes a este Abraham, si queremos llegar a Dios. No hay otra manera. ¿Suena imposible? Pero esto dice la Palabra: …¿Quién, pues, podrá ser salvo? Él [Jesús] les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. Lucas 18:26b-27. Cristo ya lo hizo todo, y nosotros a través de El tenemos libre acceso a todo lo divino, pero debemos hacer nuestra parte: Arrepentirnos y convertirnos de todos nuestros pecados, y buscar hacer Su voluntad, sea lo que sea, cueste lo que cueste, hasta que le veamos cara a cara un día, cuando estemos delante de Su presencia para siempre. Entonces, ¿tienes la fe y el amor de Abraham, por tu propio bien? ¡Que el Señor les bendiga! John