Basado en Levítico 9:1-7, 22-24 (Versión Reina Valera 1960)
En el día octavo, Moisés llamó a Aarón y a sus hijos, y a los ancianos de Israel; y dijo a Aarón: Toma de la vacada un becerro para expiación, y un carnero para holocausto, sin defecto, y ofrécelos delante de Jehová. Y a los hijos de Israel hablarás diciendo: Tomad un macho cabrío para expiación, y un becerro y un cordero de un año, sin defecto, para holocausto. Asimismo un buey y un carnero para sacrificio de paz, que inmoléis delante de Jehová, y una ofrenda amasada con aceite; porque Jehová se aparecerá hoy a vosotros. Y llevaron lo que mandó Moisés delante del tabernáculo de reunión, y vino toda la congregación y se puso delante de Jehová. Entonces Moisés dijo: Esto es lo que mandó Jehová; hacedlo, y la gloria de Jehová se os aparecerá. Y dijo Moisés a Aarón: Acércate al altar, y haz tu expiación y tu holocausto, y haz la reconciliación por ti y por el pueblo; haz también la ofrenda del pueblo, y haz la reconciliación por ellos, como ha mandado Jehová. Después alzó Aarón sus manos hacia el pueblo y lo bendijo; y después de hacer la expiación, el holocausto y el sacrificio de paz, descendió. Y entraron Moisés y Aarón en el tabernáculo de reunión, y salieron y bendijeron al pueblo; y la gloria de Jehová se apareció a todo el pueblo. Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros.
¿Por qué Dios estableció los sacrificios, para comenzar, como ofrendas por el pecado, para paz entre El y Su pueblo, para que se revelara Su presencia? Fue establecido para que el hombre entendiera el precio del pecado. Cuando el hombre cayó en el pecado en el huerto del Edén, algo grande cambio, hubo algo que sucedió que cambiaría para mal todas las cosas, tanto en el planeta, como en la naturaleza, y claro, hasta en el estado carnal del hombre, y su eternidad. Cuando el hombre peco, trajo maldición sobre todo lo bueno que había creado Dios. Y cada vez que seguimos pecando, especialmente voluntariamente (porque pecamos hasta sin darnos cuenta), perpetuamos más y más esa maldición sobre la tierra, lo queramos reconocer y aceptar responsabilidad por aquello, o no. No porque no se quiera aceptar algo invalida su efecto. Por eso es que, no podemos echarle toda la culpa a Adán y a Eva, si nosotros también seguimos haciendo tanto o peor que ellos, porque heredamos la naturaleza del pecado en nuestros miembros. Entonces, Dios estableció los sacrificios, como comienzo, para que el hombre áprendiera que su pecado en si tiene un precio muy grande, para que viera el sufrimiento de los animales inocentes al morir por sus maldades, ver al inocente morir por el culpable. Estos sacrificios no eran momentos de regocijo, sino momentos solemnes y tristes, donde el sacerdote sentiría por unos instantes el dolor de los animales cuando los sacrificaban.
Ahora bien, bendito sea el Dios de toda misericordia que ya estos sacrificios no son necesarios, y en realidad, nunca era el plan para que fueran permanentes. Este fue siempre Su voluntad, y ahora más que nunca como resultado del sacrificio de Su unigénito Hijo, Jesucristo: Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Isaías 1:16-18. La manera que se manifiesta la gracia de Dios es a través del arrepentimiento y la conversión, al hacer cosas que son dignas de El. Ahora, algunos dirán: ¿Pero no somos salvos por gracia nada más, por lo que hizo Cristo en la cruz? Y diría que, sí, que eso es el fundamento de nuestra salvación, pero debe haber un producto de esa fe, algo como resultado, si en realidad existe tal fe. Porque el sacrificio del Señor por sí solo no puede hacer nada en nuestra vida si nosotros no lo hacemos nuestro y no producimos algo como resultado. Esta es la voluntad de Dios, y el sacrificio que Dios sigue buscando de cada uno de nosotros, como está escrito: Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos. Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle. Marcos 12:28-34. Noten que el Señor confirmo lo que respondió el escriba, que el amar a Dios y al prójimo eran siempre de más valor que todos los holocaustos y sacrificios. Y el amor se demuestra con acción, no con palabras. Por eso que la fe sin obras está muerta. Una persona puede decir todo lo quiera de su fe, pero si no hay obras que cumplan la verdadera voluntad de Dios en su vida, de nada sirve tal fe.
Entonces, sí hay algo que se debe ofrecer a Dios. ¿Qué dice la Palabra al respecto? ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 6:15-23. Entonces, ¿Cuál es la ofrenda que Dios busca? El sacrificio de nuestro libre albedrio, de dejar de someter nuestra única pertenencia (el libre albedrio, nuestra voluntad) al pecado y someterla a El, darle nuestro libre albedrio para amarle y servirle a El, para hacer Su voluntad en la tierra. Ese es el sacrificio que Dios ha buscado desde el comienzo, desde que creo al hombre, porque fuimos hechos para El, para Su gloria, para Su propósito, como está escrito: Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Efesios 2:10. Así que, ¿Sigues sacrificando tu única pertenencia al pecado y a la muerte, o a Dios que lo ha dado todo por ti, y lo ha dado sin ningún tipo de obligación? ¡Qué el Señor les bendiga! John. ¡Apoya a Israel! ¡Ora por Israel! ¡Dios bendecirá a los que bendicen a Israel!