Basado en Juan 15:18-25 (Versión Reina Valera 1960)  

Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece. Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre. Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron.

La justicia es algo que de alguna manera u otra todos anhelamos. Todo ser humano desea que sean justos con ellos, sin excepción. Hasta los seres más despreciables e injustos desean que los demás sean justos con ellos. ¿Cómo sé esto? ¿Creen que al mentiroso le gusta que le mientan? ¿Creen que al ladrón la agrada que le roben? ¿Al adultero le gusta que lo engañen? Creo que van entendiendo, que, en fin, a nadie, especialmente a aquellos que le hacen el mal a los demás no les gusta que les hagan males a ellos. Y si es así el asunto, ¿Por qué entonces las personas le hacen cosas a los demás que no les gusta que se las hagan a ellas?

Para poder responder a esta pregunta, hay que entender que algo existe, que existe tal cosa como el pecado. No hay otra causa por lo cual una persona le hace daño a otro ser. No hay otra explicación. Entonces, ¿de dónde proviene el pecado? La Palabra de Dios lo explica de esta manera: Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad… 2 Tesalonicenses 2:7a. La iniquidad es un misterio para nosotros. Un misterio, no es algo que no tenga explicación. Existe una explicación, pero la respuesta no la tenemos porque va más allá de nuestras capacidades al momento. No obstante, porque no sabemos la exactitud de donde salió algo, no quiere decir que no exista. Hay tantas cosas que el ser humano no comprende, ni desea creer, pero son, sin importar si lo quieran creer o aceptar. La realidad es la realidad. Dios es Dios no importa si el ser humano lo quiera aceptar o no. Dios creo todo, lo quieran aceptar o no. Si desean creer que todo esto es un resultado de un accidente cósmico, y que todos venimos de los primates, eso no lo hace verdad. Entonces, pase lo que pase, quieran creer lo que quieran creer, se sepa o no su origen, el pecado existe y es muy visible su existencia porque su efecto final es la muerte, como está escrito: Porque la paga del pecado es muerte… Romanos 6:23a. Por eso que cada uno de nosotros, sin excepción, morirá algún día.

Este es otro asunto que revela que, sí sabemos, sin excepción, que el pecado existe, porque cada persona tiene una conciencia. Cada ser humano nace con una conciencia, con algo dentro de sí que le dice cuando está haciendo el mal, o peca. Esto vemos por ejemplo en las Escrituras: Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. Juan 8:3-11. Cada una de estas personas, los escribas y los fariseos, incluyendo la adultera, tenían una conciencia, sin excepción. Y fueron acusados todos por sus conciencias, especialmente los que vinieron a tentar al Señor. Ellos sabían que lo que estaban haciendo era malo, porque para comenzar, faltaba un personaje en la escena, la otra persona con quien estaba adulterando la mujer. La ley es muy clara en esto, como está escrito: Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos. Levíticos 20:10. ¿Dónde estaba el adultero? Entonces, sus conciencias los acusó de engaño, de mentira, y de la injusticia de querer castigar a un solo culpable, y por supuesto, todo con el fin de tratar de tentar a Dios mismo con pecado, sobre pecado. Entonces, toda persona sabe cuándo hace el mal. Puede que varios, y ahora más que nunca, han tratado de cauterizar sus conciencias, porque, aunque saben lo que es malo, prefieren amar la maldad que hacer el bien. Y esto nos lleva al punto principal.

Ya sabemos que, por alguna razón u otra, la gran mayoría escoge hacerle mal a su prójimo, y muchas veces, hasta sin razón. Pero ¿a Quién es que se le hace más injusticia, y especialmente sin ningún tipo de razón? A Dios. El hombre en general hace la más grande injusticia en contra de Aquel que no se merece ninguna injusticia. Muchos le asignan la culpa del pecado a Dios, y Dios no es responsable porque todos hemos escogido por el pecado. Dios permitió que existiera el pecado, para que exista la habilidad de poder escoger, porque le dió a todo ser, comenzando por los ángeles, libre albedrio. Este misterio de iniquidad existió antes del propio diablo, pero no porque existiera, quería decir que tenía que escoger por aquello. El diablo o Satanás, o Lucero, como antes era conocido, no tenía que rebelarse en contra de Dios, pero escogió hacerlo. Los demonios, o los ángeles caídos, un tercio de las huestes celestiales, no tenían que escoger seguir al diablo en su maldad, pero lo hicieron. Adán y Eva no tenían que comer del fruto prohibido, pero escogieron desobedecer y pecar en contra Dios y contra sí mismos, y gracias a eso, tenemos lo que tenemos hoy. Y claro está, todos tenemos de alguna manera u otra los males que tenemos, sea por el pecado nuestro, o por el pecado de los que nos rodean, o por el pecado de los que nos precedieron, pero el pecado es culpable por el pecado de la creación, y no por Dios. ¿Qué mal hizo Dios? ¿Crearnos? ¿Darnos libre albedrio? ¿Darnos la habilidad de vivir y existir? Y ahora, ¿Darnos la oportunidad de tener la vida eterna a través del sacrificio de Su Unigénito Hijo en la cruz? ¿De qué mal podemos acusar a Dios? No obstante, se le paga Su bondad con maldad, con rebelión, y hasta con odio al Ser que solo nos ha hecho el bien. El vacío que siente el incrédulo en su corazón no es solo la falta de Dios, sino su conciencia acusándole que está pecando en contra de Dios, al no reconocerle como lo que El es, y al no tratar de reconciliarse con el Único que le hecho todo el bien posible. Por eso dice el Señor: Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio. Hechos 3:19. Te exhorto a practicar este simple concepto, primero para con Dios y después con tu prójimo: Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Lucas 6:31. Se justo con Dios y con tu prójimo. Así que ¿seguirás siendo injusto con Dios y con tu prójimo, y así buscando tu propia perdición eterna? O, ¿buscarás del Señor y amarle como se lo merece, para obtener la vida eterna? ¡Qué el Señor les bendiga! John

Comment