Basado en Salmo 53:1-3 (Versión Reina Valera 1960)  

Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, e hicieron abominable maldad; no hay quien haga bien. Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido que buscara a Dios. Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno.

¿En realidad las cosas están tan mal como dice la Palabra, que no hay quien haga el bien? Hay muchos que puede que no estén de acuerdo con esto, y pensarán que es una exageración. Hay personas que tienen la opinión de que hay personas buenas, y que no todos son criminales, por decir. Y también hay personas que dirían: No hay nadie perfecto, pero a que una persona sea mala, eso es otra cosa. En fin, muchos pueden diferir en opinión (porque al momento tienen ese derecho), pero todo depende del estándar que se use para medir (por decir).

Y aquí se revela uno de los problemas principales que existen hoy, de que vivimos en una sociedad que colectivamente ha determinado establecer sus propios estándares para el bien y para el mal. Hace no mucho tiempo atrás; o por virtud de que la mayoría de las personas creían en Dios de alguna manera, o por las enseñanzas de ciertas religiones cristianas (todos los que creemos en Cristo), había un temor en cruzar ciertos límites, y existía tal cosa como la vergüenza cuando se hacía algo malo (¿recuerdan que existía tal cosa como la vergüenza?). Sea por estigmas sociales o por enseñanzas religiosas, había límites. Y lo más notable de ese asunto era que si habían personas que no tenían buenos estilos de vida, pero no querían lo mismo para sus hijos; porque de nuevo, había a lo menos un cierto reconocimiento de lo que era pecado, aunque no eran religiosos. La prostituta no quería que su hija fuera prostituta. El ladrón no quería que sus hijos fueran ladrones. Los padres antes deseaban mejores vidas para sus hijos. Aún recuerdo esos días. Ahora, la gran mayoría de la sociedad ha tratado de abolir todo sentimiento de culpabilidad, y ha tratado de hacer desaparecer el concepto del pecado. Y en muchas de nuestras iglesias ya no se predica del pecado, ni del arrepentimiento, y de que debe haber un cambio de vida como prueba de conversión. Muchas de nuestras iglesias han optado por predicar de que Dios te acepta tal cual como eres, y usan el amor de Dios como pretexto. Y por supuesto, no existe ni la amonestación, o la disciplina dentro de la iglesia por el sencillo temor de qué los que van a la iglesia dejen de ir, y que los diezmos y las ofrendas aminoren. Y nadie que vive del ministerio desea eso. Muchos pueden decir: La sociedad era más hipócrita en aquel entonces. Y bueno, puede que sí, aunque no en todos los casos, pero la diferencia era que ni se glorificaba, ni había orgullo en el pecado. Hoy sí se glorifica el pecado y se enseña hasta el tener orgullo en vivir un estilo de vida pecaminosa. Y Dios advierte sobre estos problemas precisamente, como está escrito: ¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos! Isaías 5:20-21. Y esto nos lleva a nuestro próximo punto.

¿Quién es el que tiene derecho de decir lo que está bien y lo que está mal? Dios, el que creo todo. Dios es el único que tiene la potestad de establecer el estándar para el bien y para el mal. Es más, el hombre no fue el que creo la moralidad o la justicia. Eso proviene de Dios. Y muchas de nuestras leyes todavía toman raíz de lo que Dios estableció: No mataras, no hurtaras, no dirás falso testimonio, y así sucesivamente. Así que, la moralidad no le pertenece al hombre, bajo ningún punto.

Ahora, muchos dirían hoy: ¿Por qué debemos tomar en cuenta a Dios? ¡Qué importa lo que Dios piensa, si es que existe! Y, lo principal del asunto es que nuestras opiniones o deseos no son los que determinan la realidad. Nada de lo que sentimos, o pensemos, o hagamos afectará la realidad de que Dios es Dios, y que El juzgará a todo ser humano, a pesar de lo que quieran pensar. Muchos al parecer creen que hay tal cosa como democracia en el cielo y que nuestro favor afecta al Altísimo, pero eso no es así. Dios es Dios, y todo juicio le pertenece a El, y esto mismo se va a cumplir, no importa lo que escojan creer las personas: Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio. Hebreos 9:27. Y también dice esto las Escrituras: Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres… 2 Corintios 5:9-11a. Esto no se escucha mucho en la iglesia, ¿verdad? No obstante, cada uno de nosotros, sin excepción, va caminando hacia un juicio donde Dios juzgará a todo ser humano, y no hay nada que nadie pueda hacer para evitarlo. Independiente de tus creencias, de tu estatus económico o social, seas miembro de una iglesia, o estes dentro de un ministerio, todos vamos a dar cuentas delante del Juez del universo. Esto mismo enseñó el propio Señor: Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Mateo 25:14-30. Entonces, si Dios juzgará a sus siervos según lo que hayan hecho con su talento, y serán hasta echados en las tinieblas eternas si son hallados faltos ¿Qué quedara para el resto? Esto finalmente dice Dios: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras. Jeremías 17:9-10. Entonces, ¿Está bien tu corazón delante de Dios? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!

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