Basado en Hechos 19:1-7 (Versión Reina Valera 1960)  

Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. Eran por todos unos doce hombres.

Vemos en este pasaje que hubo ciertas personas que se veían inconclusas con su fe, a pesar de que ellos fueron bautizados con el bautismo de Juan el Bautista, con el bautismo de arrepentimiento. ¿Qué era lo que les faltaba? La verdadera conversión no solamente consiste en el arrepentimiento, sino también, de una fe precisa en el Señor Jesucristo, porque hay que hacer cosas muy exactas para poder llegar a un verdadero cambio de vida, o como dijo el Señor, que una persona tenia que nacer de nuevo para poder entrar en el reino de Dios.

Para comenzar, tenemos que ver lo que explicó el Señor sobre el nuevo nacimiento, o de venir a tener una conversión genuina. Esto nos dicen las Escrituras: Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. Juan 3:1-7. Así que, el Señor hablo acerca de nacer de agua y del Espíritu. ¿Qué significan ambas cosas? El nacimiento de agua consta del arrepentimiento de los pecados, o sea de lo que predico Juan el Bautista. Esto es primordial, esencial, y un completo requisito como primer paso para poder nacer de nuevo, o venir a una real conversión. No necesariamente significa que una persona tiene que sumergirse físicamente en el agua para que suceda, sino que el bautismo del arrepentimiento era un simbolismo de lo que debe suceder en una persona, que se debe arrepentir y convertir no solo de algunos pecados, sino de todos sus pecados, completamente, sin reservaciones, lo cual es la implicación del bautismo por emersión. Significa morir a uno mismo y a nuestros pecados, para ser lavados y levantados como personas totalmente nuevas. El bautismo de arrepentimiento es lo que prepara a una persona para la segunda parte, lo que le faltaba a esto discípulos que ni siquiera habían escuchado del Espíritu Santo.

¿Cuál es la segunda cosa que es esencial para nacer de nuevo, para que haya una verdadera conversión, lo cual le falto a los discípulos que encontró Pablo? El nacer del Espíritu. ¿Cómo sucede esto? Cuando una persona no solo viene a creer en Cristo, sino que, por la fe, entrega su vida al Señorío del Señor Jesucristo, creyendo con todo su corazón en El cómo Señor y Dios de su vida, y creyendo en Su muerte y resurrección. Esto dice la Palabra: Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Romanos 10:8-10. Entonces, uno tiene que ir más allá de aceptar al Señor como salvador. El es nuestro Salvador, pero El tiene que venir a ser Señor de nuestra vida, tenemos que hacerle el absoluto dueño de nuestras vidas. ¿Por qué? Por lo que El mismo explico: Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Juan 14:6. Tan sencillamente, si no le pedimos pertenecer a El, nunca seremos de El. Nadie nace siendo automáticamente hijo de Dios. La única manera que una persona puede venir a ser hijo de Dios es al recibir dentro de sí al Señor Jesucristo, como esta escrito: Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Juan 1:12. Esto es lo que tiene que suceder para que una persona venga a nacer de nuevo legítimamente, o para tener una real conversión, para llegar a ser una nueva criatura, como también esta escrito: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 2 Corintios 5:17. Este es el completo Evangelio de Dios, la base de la sana doctrina. Esto fue lo que predico el propio Señor, como está escrito: Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio. Marcos 1:14-15.

Ahora, ¿falta algo más después de nacer de nuevo en Cristo? Y la respuesta según las Escrituras es, sí. El nacer de nuevo precisamente implica eso, un nuevo comienzo, pero es solo un comienzo. Uno tiene que vivir para hacer la voluntad de Dios. Después de venir a Cristo, uno no debe seguir viviendo la vida como quiera, o buscando cumplir sus deseos. Si una persona no busca hacer la voluntad de Dios, por mucho que se allá arrepentido, por mucho que confiese haber aceptado a Jesucristo como su Señor, si no hace la voluntad de Dios durante el tiempo que Dios mismo le dá para vivir después de su conversión, no entrará en el reino de Dios. Esto mismo dejo muy claro el propio Señor: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Mateo 7:21. Esto es lo que se pierde dentro de las enseñanzas de hoy en día, porque muchos creen y enseñan que Dios está para cumplir nuestros sueños, para hacer lo queramos, como si fuese un genio divino. Pero esto va totalmente en contra de lo que enseña la Palabra. Esto dijo el Apóstol Pablo: Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven. Romanos 14:7-9. Y, ¿Cómo sabemos que debemos vivir para el Señor, y que no podemos quedarnos con una decisión y nada más? Esto también dió el apóstol como ejemplo y dejó como enseñanza: Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Filipenses 3:13-14. Entonces, si Pablo no pudo decir que todavía lo había alcanzado ¿Qué quedará para nosotros? Entonces, no importa si una persona cree que la salvación se pierde, o que nunca fue salva una persona que vive para sí, si una persona no vive para hacer la voluntad de Dios, no entrará en el reino de los cielos. Esto lo dice Dios.

Así que, ¿estás viviendo para hacer la voluntad de Dios, o para hacer tu propia voluntad? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!

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