Basado en Proverbios 21:2-8 (Versión Reina Valera 1960)  

Todo camino del hombre es recto en su propia opinión; pero Jehová pesa los corazones. Hacer justicia y juicio es a Jehová más agradable que sacrificio. Altivez de ojos, y orgullo de corazón, y pensamiento de impíos, son pecado. Los pensamientos del diligente ciertamente tienden a la abundancia; mas todo el que se apresura alocadamente, de cierto va a la pobreza. Amontonar tesoros con lengua mentirosa es aliento fugaz de aquellos que buscan la muerte. La rapiña de los impíos los destruirá, por cuanto no quisieron hacer juicio. El camino del hombre perverso es torcido y extraño; más los hechos del limpio son rectos.

Vemos en este pasaje que Dios no solamente ve y juzga nuestros hechos, sino que también discierne nuestros pensamientos y pesa nuestros corazones. Si tenemos algún tipo de raciocinio y creencia en el Altísimo, estas cosas nos debieran producir un profundo temor. Pero, por desgracia, hoy más que nunca, el hombre escoge ser guiado por su propia opinión y pensamiento, y para su desgracia, su corazón esta muy lejos de Dios, e inclusive el corazón de aquellos que dicen creer en El. ¿Cómo puedo decir esto tan confiadamente? Al observar lo que la mayoría hace. La gran mayoría de las personas, e inclusive hasta los creyentes, viven hoy en día como se vivía en Israel hace mucho tiempo atrás, como dicen las Escrituras: En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía. Jueces 21:25. Pero, debiéramos hacernos esta pregunta, ¿Quedará esta tendencia del hombre impune delante de nuestro Creador que hizo al hombre para que le sirviera?

La Palabra de Dios nos enseña que Dios sabe todas las cosas, y que juzgará todas las cosas, y que traerá toda justa consecuencia sobre el hombre si no se convierte de sus malos caminos. Escrito esta: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras. Jeremías 17:9-10. Debe quedar claro que todo esta al descubierto delante de Dios, y que lidiara con todas las cosas justamente, especialmente con el corazón del hombre. Hay muchos que tratan de mostrar una vida religiosa, o una buena conducta de acuerdo a la opinión de la sociedad, pero esto no alinea con los pensamientos de Dios, ni con la razón por lo cual Dios creo e hizo al hombre, y ni aún menos, con el propósito y la razón por lo cual ha dado la oportunidad de la salvación a través de Cristo. Muchos piensan que Dios nos hizo para que vivamos nuestras vidas, por decir. Y con esto, justifican todo tipo de doctrina errónea. Dios no nos hizo para que hiciéramos como queramos. Dios no creo al hombre para que hiciera su propia voluntad. Ni aún menos, Dios Padre no mando a Su Hijo Unigénito a morir en una cruz para que el hombre siga haciendo como le plazca. Muchos confunden la fe con un sencillo creer en Dios y nada más, y que con esto basta. Pero no es así. Esto no es lo que enseña la Palabra de Dios. Y es necesario poder explicar esto una y otra vez porque si se sigue la mentira, o una aparente verdad, la gran mayoría van a tener un muy amargo momento en el juicio de Dios, cuyo castigo durará por toda la eternidad. Y la palabra “amargo” no comienza ni a describir lo que significa el castigo eterno. Habrán muchas sorpresas en el gran juicio de Dios, y para el mal de muchas personas.

Muchos creyentes piensan que ya no vivirán el juicio de Dios, y que todo será justificado a través de la fe en Cristo. Y sí, es verdad que la gracia y la fe en el Señor Jesucristo nos justificará en el gran juicio, pero solo si hicimos la voluntad del Padre. De otra manera, si no hay obras, y un corazón recto delante de Dios, entonces una supuesta fe en Cristo no salvara al hombre. Y aquí es donde hay que tener mucho cuidado, porque sencillamente, nadie puede engañar a Dios. Esto dice la Palabra: Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio. Hebreos 9:27. Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres… 2 Corintios 5:9-11a. Entonces, no hay como confundirse con estos pasajes, que absolutamente todos, los incrédulos y los creyentes, darán cuentas por sus hechos delante del Altísimo. Dios juzgará nuestros hechos, nuestros pensamientos, y hasta la intención de nuestro corazón. Todo estará expuesto delante de Su trono y de todo ser que rodea Su presencia. Y si esto no es razón suficiente para poder comenzar a tener algún tipo de temor y reverencia delante Dios, no sé que mas se puede decir. Pensar cualquier otra cosa es necedad, y la necedad no es excusable delante de Dios.

Entonces, ¿Cómo es que podemos llegar a tener un corazón digno delante de Dios? A través de un genuino y completo arrepentimiento y conversión de todo pecado, no solo de algunos. Y debemos aceptar al Señor Jesucristo por fe como el literal y efectivo Señor de nuestras vidas. Y esto conlleva a lo tercero, y lo fundamental de la fe en Cristo: el buscar hacer la voluntad del Padre. Y lo tercero es tan importante como el arrepentimiento y la conversión, y la fe en el Señor Jesús, porque sin esto, no puede haber salvación. El corazón no puede volverse en lo que se tiene que transformar sino vive el proceso de regeneración que consta mucho más que de un solo momento de confesión de fe. Por algo se llama el Camino, porque la verdadera vida cristiana consta de una manera vivir, y no de palabras, ni mucho menos, de una persona tratar de usar a Dios para conseguir lo que uno desea, como es muy común hoy en día. Esto es lo que hace tan engañoso el corazón de muchos, porque por un lado profesan seguir a Cristo, pero, por otro lado, buscan solamente de Dios para cumplir sus deseos y no los de Dios, mientras se esconden detrás de una supuesta fe. Esto dice la Palabra: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Mateo 7:21-23. ¿Qué explica aquí? Qué, aunque uno haga cosas que aparentan como espirituales, no significa que su corazón esta con Dios, sino que puede estar muy lejos de Dios a pesar de sus hechos religiosos. Por eso, que es incapaz de hacer la verdadera voluntad de Dios, porque la verdadera voluntad del Padre es: de hacer buenas obras dirigidas por El, con un corazón de acuerdo al de Dios. Esto reiteró el Señor, lo cual debe ser el todo del hombre a través del Señor Jesucristo, especialmente, después de venir a Cristo: Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Marcos 12:29-30. Esto es lo que debe ocurrir en la vida de cada creyente, y todo esto es posible a través del tiempo con la ayuda del Espíritu Santo, y la Palabra de Dios, si te dejas llevar por el Señor, si genuinamente buscas hacer Su voluntad diariamente. Este debe ser el sentir que debe tener nuestro corazón, igual como lo tuvo el Apóstol Pablo al convertirse al Señor: Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?... Hechos 9:6a. Así que, cuando Dios pese tu corazón en el gran juicio, ¿Qué será lo que verá Dios? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!

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