Basado en 2 Samuel 1 (Versión Reina Valera 1960)  

Aconteció después de la muerte de Saúl, que vuelto David de la derrota de los amalecitas, estuvo dos días en Siclag. Al tercer día, sucedió que vino uno del campamento de Saúl, rotos sus vestidos, y tierra sobre su cabeza; y llegando a David, se postró en tierra e hizo reverencia. Y le preguntó David: ¿De dónde vienes? Y él respondió: Me he escapado del campamento de Israel. David le dijo: ¿Qué ha acontecido? Te ruego que me lo digas. Y él respondió: El pueblo huyó de la batalla, y también muchos del pueblo cayeron y son muertos; también Saúl y Jonatán su hijo murieron. Dijo David a aquel joven que le daba las nuevas: ¿Cómo sabes que han muerto Saúl y Jonatán su hijo? El joven que le daba las nuevas respondió: Casualmente vine al monte de Gilboa, y hallé a Saúl que se apoyaba sobre su lanza, y venían tras él carros y gente de a caballo. Y mirando él hacia atrás, me vio y me llamó; y yo dije: Heme aquí. Y me preguntó: ¿Quién eres tú? Y yo le respondí: Soy amalecita. Él me volvió a decir: Te ruego que te pongas sobre mí y me mates, porque se ha apoderado de mí la angustia; pues mi vida está aún toda en mí. Yo entonces me puse sobre él y le maté, porque sabía que no podía vivir después de su caída; y tomé la corona que tenía en su cabeza, y la argolla que traía en su brazo, y las he traído acá a mi señor. Entonces David, asiendo de sus vestidos, los rasgó; y lo mismo hicieron los hombres que estaban con él. Y lloraron y lamentaron y ayunaron hasta la noche, por Saúl y por Jonatán su hijo, por el pueblo de Jehová y por la casa de Israel, porque habían caído a filo de espada. Y David dijo a aquel joven que le había traído las nuevas: ¿De dónde eres tú? Y él respondió: Yo soy hijo de un extranjero, amalecita. Y le dijo David: ¿Cómo no tuviste temor de extender tu mano para matar al ungido de Jehová? Entonces llamó David a uno de sus hombres, y le dijo: Ve y mátalo. Y él lo hirió, y murió. Y David le dijo: Tu sangre sea sobre tu cabeza, pues tu misma boca atestiguó contra ti, diciendo: Yo maté al ungido de Jehová. Y endechó David a Saúl y a Jonatán su hijo con esta endecha, y dijo que debía enseñarse a los hijos de Judá. He aquí que está escrito en el libro de Jaser. ¡Ha perecido la gloria de Israel sobre tus alturas! ¡Cómo han caído los valientes! No lo anunciéis en Gat, ni deis las nuevas en las plazas de Ascalón; para que no se alegren las hijas de los filisteos, para que no salten de gozo las hijas de los incircuncisos. Montes de Gilboa, ni rocío ni lluvia caiga sobre vosotros, ni seáis tierras de ofrendas; porque allí fue desechado el escudo de los valientes, el escudo de Saúl, como si no hubiera sido ungido con aceite. Sin sangre de los muertos, sin grosura de los valientes, el arco de Jonatán no volvía atrás, ni la espada de Saúl volvió vacía. Saúl y Jonatán, amados y queridos; inseparables en su vida, tampoco en su muerte fueron separados; más ligeros eran que águilas, más fuertes que leones. Hijas de Israel, llorad por Saúl, quien os vestía de escarlata con deleites, quien adornaba vuestras ropas con ornamentos de oro. ¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla! ¡Jonatán, muerto en tus alturas! Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán, que me fuiste muy dulce. Más maravilloso me fue tu amor que el amor de las mujeres. ¡Cómo han caído los valientes, han perecido las armas de guerra!

Uno de los problemas más grandes que puede tener el hombre con Dios es el pecado de la desobediencia. Es posible que Dios pueda tener misericordia de los males que hacen las personas, cuando no conocen la voluntad de Dios (lo cual es casi imposible no saber hoy). Pero cuando se sabe la voluntad de Dios, cuando Dios ha dado la instrucción necesaria (para eso está la Biblia), y es desobedecida, entonces vienen serios problemas. Dios sencillamente no tiene mucha tolerancia a la desobediencia. El es amor y muy misericordioso, pero finalmente, también es Dios y el Rey Supremo de todo el universo. Y como Rey, El es la suma autoridad, algo que no se rige ni por democracia, ni por votos, ni aún menos, por opinión humana, porque nada somos delante de El, ni tampoco nada podemos hacerle para afectar Su autoridad y posición en ninguna manera. Y esto es algo que el ser humano debe aceptar y regirse apropiadamente si desea ver el bien, especialmente en la eternidad.

Saúl trajo su propia destrucción sobre si y sobre los que le rodeaban, precisamente por su desobediencia. Saúl sabia cuál era la voluntad de Dios, pero opto por no obedecer, dejándose llevar por su propia opinión, o aún peor, por la opinión pública. Y aunque Dios le dio la oportunidad inmerecida de ser rey sobre Israel, le peso al Señor haber hecho tal cosa, no porque se equivocó Dios (porque Dios no se equivoca), sino porque le dio la oportunidad. Pero, en fin, y aquí vemos el libre albedrio en plena acción, Dios deja que nosotros tomemos nuestras decisiones, y eso es lo que dicta nuestro camino en esta tierra y lo que pasa con nosotros en la eternidad. Esto dice la Palabra sobre lo que sintió Dios con respecto a Saúl, después de sus desobediencias (porque no fue solo un incidente): Y vino palabra de Jehová a Samuel, diciendo: Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras. 1 Samuel 15:10-11a. Y en el siguiente pasaje veremos lo que colmó la paciencia de Dios, y podremos ver que, para Dios, nuestra obediencia es de suprema importancia: Entonces dijo Samuel a Saúl: Déjame declararte lo que Jehová me ha dicho esta noche. Y él le respondió: Di. Y dijo Samuel: Aunque eras pequeño en tus propios ojos, ¿no has sido hecho jefe de las tribus de Israel, y Jehová te ha ungido por rey sobre Israel? Y Jehová te envió en misión y dijo: Ve, destruye a los pecadores de Amalec, y hazles guerra hasta que los acabes. ¿Por qué, pues, no has oído la voz de Jehová, sino que vuelto al botín has hecho lo malo ante los ojos de Jehová? Y Saúl respondió a Samuel: Antes bien he obedecido la voz de Jehová, y fui a la misión que Jehová me envió, y he traído a Agag rey de Amalec, y he destruido a los amalecitas. Mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, las primicias del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová tu Dios en Gilgal. Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey. 1 Samuel 15:16-23.

El asunto es muy sencillo. Nosotros fuimos creados y hechos por Dios para un solo propósito, para hacer Su voluntad. Y aunque pecamos, Dios nos dio otra oportunidad (la última) por Su gracia a través del Señor Jesucristo de volver a ese propósito original. Pero, si desechamos este regalo de Dios que es para serle útil, no queda nada más por hacer. Y cada ser humano, sin excepción, dará cuentas delante del Dios Todopoderoso, sea quien sea, tengan lo que tengan, no hay poder ninguno que se oponga al juicio de Dios. Saúl era poderoso, pero su poderío quedo en nada, y murió él y afecto a su familia, y a una nación entera con su desobediencia. Todo tiene sus consecuencias aquí, pero aún más, en la eternidad. Por eso dice la Palabra: Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio. Hebreos 9:27. Así que, ¿buscas obedecerle al Señor o sigues buscando hacer tu voluntad para causar tu propia destrucción? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!

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