img_0849.jpg

Basado en Romanos 15:1-6 (Versión Reina Valera 1960)

Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí. Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

Una de las cosas que hace muy difícil el seguir a Cristo es el convertir a Dios y a los demás en prioridad, antes de cumplir nuestros propios deseos y anhelos. ¿Por qué es difícil? Porque vivimos en un mundo que te impulsa a hacerte feliz a ti mismo. En la sociedad de hoy en día existe más que nunca la enseñanza de autosatisfacerse. Se levantan cada vez más altares al egocentrismo, o el glorificar al yo. Un mensaje muy claro que se propaga, por ejemplo, es: tu solamente te puedes hacer feliz. Hay un sinfín de oradores motivacionales y filósofos modernos que te instan a cumplir tus deseos, a perseguir tus metas, y a llegar a lo que quieres no importando lo que tengas que sacrificar. Y aún más, se han levantado muchos falsos evangelios que te enseñan que la fe es lo que te ayuda a lograr las cosas que quieres. Y de acuerdo con esos evangelios, Dios no es el Señor, sino más bien, Dios es tu siervo y tu fe hace que Él llene tu felicidad. Y claro, en eso entra la prosperidad y otras cosas. En fin, tanto lo pagano, lo mundano, y hasta lo llamado “evangélico”; todos propagan el glorificarte a ti mismo.

¿Es malo buscar la felicidad de alguna manera? En realidad, no. Pero, no a expensas de destronar a Dios del primer lugar, y también de convertir a los demás seres humanos que te rodean en tus peones o súbditos. En mis humildes observaciones, he podido darme cuenta de que lo que hace tan malo el mundo en que vivimos, es el nivel de egoísmo que existe. La mayoría de las personas solo quieren sacar provecho de cada persona. Por eso que los matrimonios y las familias se rompen, porque hay dos personas compitiendo que quieren cumplir sus deseos personales. Todos quieren perseguir sus propios éxitos, y no importa lo que les cueste (por supuesto, lo que le cuesta a la otra persona). No hay muchas personas que piensen en el bien de la otra persona. Y muchos se tratan de aprovechar de la buena voluntad de las pocas personas que no son egoístas. Por ejemplo, el que roba no le importa robarle a otra persona porque es más su deseo por tener lo que tiene la otra persona que el daño que le causa. El que engaña a su pareja lo engaña porque es más grande su deseo de vivir una aventura o desahogar sus necesidades antes de pensar en el dolor que le puede ocasionar a la otra persona. Y bueno, su egoísmo lo lleva también a destruir a su familia. Cuando se hacen los males, solo se está pensando en sí mismo, más que en el afectado. Y por supuesto, el que piensa en sí mismo no piensa en los demás, y menos en Dios. No tiene tampoco la capacidad de pensar en las personas que sufren a su alrededor. La mayoría de las personas son impenetrables cuando se trata de la necesidad ajena.

Lo que vemos en el pasaje de hoy va totalmente en contra de lo que pasa en nuestra sociedad de hoy en día. Dios nos llama a ayudarnos mutuamente, a edificarnos, a poder ayudar a los que están realmente en necesidad, o sufriendo. Dios es la prioridad, y por virtud que Dios es la prioridad, nuestro prójimo también se convierte en nuestra prioridad. En esto verdaderamente se ve la espiritualidad de una persona; no en lo bonito o espiritual que hable, sino más bien, en sus acciones. La Biblia nos enseña esto también: De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; más cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Mateo 5:19. Así que, el que es grande hace lo que Dios dice, no solamente lo habla o lo predica.

Una de las cosas que el Señor mismo oro por nosotros, es para que haya unidad genuina dentro de aquellos que le siguen. Es más, la única manera que el mundo sabrá que Dios envió a Su Hijo a este mundo es a través de nuestra unidad. Porque escrito esta: Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. Juan 17:20-21. Puede que tengamos distintas ideas o maneras de ser, pero si creemos como lo enseña la Biblia, tenemos que estar unidos, velando por las necesidades de los que nos rodea. Y esto se debe convertir en algo reciproco.

Lo único que nos podría separar como cuerpo de Cristo es el pecado, o sea, que alguno que se llame ser creyente, viva un estilo de vida de pecado. Porque escrito esta: Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. 1 Corintios 5:9-11. El pecado los destruye todo, inclusive la unidad y el amor a lo que nos llama Dios, lo cual debiéramos tener los unos por los otros. Pero, en base a buscar el bien de la otra persona, estamos llamados también a ayudarnos a salir de esas cosas que solo traen destrucción. Uno debe estar claro en el mal que cada persona hace, pero no para juicio, sino para poder amonestar y aconsejar en amor, considerando las debilidades que uno mismo tiene. Porque también se nos enseña esto: Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados. Santiago 5:19-20.

En fin, el que está en Cristo esta para ayudar a los creyentes como él, y también a los que necesitan la salvación de Dios. Pero, siempre debe mantener este sentir y cuidado en todo lo que hace: Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. Jeremías 15:19.

Así que, ¿estas ayudando a tu prójimo llegar a Cristo, y, edificando en tu familia en la fe? ¡Qué el Señor les bendiga! John

Comment