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Basado en Juan 4:7-18 (Versión Reina Valera 1960)

Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.

Dios desea hacer grandes cosas en nuestras vidas. El quiere cambiarnos y transformarnos, y darnos vida, y vida en abundancia: vida eterna. Ese fue el propósito del Señor: el poder dar vida eterna donde solo había muerte y oscuridad. Y que esa vida llegue a todo ser humano, a lo menos, que cada persona tenga esa oportunidad, porque ahí es que se manifiesta la bondad de Dios. Aunque nosotros no sepamos como (como muchos culpan a Dios, diciendo que Dios no le da la oportunidad a todos), tenemos la fe y la certeza que de alguna manera u otra, Dios si se la da (y le ha dado) la oportunidad de llegar al conocimiento de la salvación a cada persona. Pero ¿Qué tiene que suceder para que esta agua de vida se manifieste en el corazón, en el centro del ser de una persona? Uno tiene que dejar a Dios lidiar con nuestra intimidad; completamente, sin obstáculos, y sin reservaciones.

Lo que podemos ver en este pasaje es que la mujer deseaba tener lo que el Señor le estaba ofreciendo, pero el Señor comienza a sacar a la luz lo más íntimo de ella; su pecado. En nuestra sociedad de hoy en día, (y como siempre ha sido), todos esconden algo o algunas cosas. Hoy se le nombra “nuestra privacidad”. La privacidad es algo increíblemente importante para todos. Todos desean mantener su privacidad lo más seguro posible. Pero a pesar de eso, Dios sigue siendo el mismo ayer, hoy, y por los siglos. Y El tiene que lograr penetrar esa “privacidad” por nuestro propio bien.

El grave problema que sucede si no dejamos al Señor entrar en nuestra intimidad, y dejarlo lidiar con esa intimidad: los secretos, los males escondidos; todo lo que queda muy enterrado dentro de nuestro ser; es que la vida no se puede manifestar. Seguimos en muerte. Por mucho que uno se bañe, y se perfume, y se esmere en lucir una persona decente y ejemplar (socialmente hablando), todavía sigue dentro de su interior lo muerto, lo podrido, y lo descompuesto. Como el Señor dijo acerca de los Fariseos, que eran sepulcros blanqueados porque eran limpios por fuera, pero horribles por dentro. Y bueno, si algo saben del agua, sabrán que el agua es un elemento que se contamina con mucha facilidad. Cuando hay aguas estancadas, emanan un olor horrendo. Cuando hay suciedad en el agua, se ve claramente. Y claro, no se puede tomar. Puede que salga agua de un ser, pero si el agua se revuelve con lo sucio y contaminado, lo que va a salir es bien desagradable; como también dice la Palabra: olor a muerte.

Entonces, como lo mostro el Señor, tenemos que dejar salir lo que esta mal dentro de nosotros. Y téngalo por seguro (y por eso es que a casi nadie le gusta acercarse el Señor), el asunto se va a volver bien publico y rápidamente. Pero lo bueno de que salga, no solamente delante de la presencia de Dios, sino también, delante de los demás por virtud de que Dios esta lidiando con esos males, es que viene la libertad, viene la salvación, viene la restauración, y se manifiesta el agua viva del cual hablo el Señor. Por eso es que el Señor dijo: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Mateo 11:28. Cuando dejamos salir el pecado de nuestro corazón, Dios es el que toma la carga. Dios es el que limpia. Porque también escrito esta: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 1 Juan 1:9.

Ahora, ¿porque sabemos que lo que se manifiesta en lo secreto de Dios sale a lo publico? Mira el pasaje de hoy. La verdad de que esta mujer samaritana fue una mujer que tuvo varios amantes o compañeros sexuales lo estamos leyendo todos hoy, y lo han leído millones de personas, y lo leerán millones más, porque quedo plasmado en la Palabra de Dios. Pero ¿Qué importa si Dios ha perdonado, y lo ha limpiado, y ha sacado vida de lo que estaba muerto? Lo bello es: la mujer dejo que saliera a la luz su pecado, y se lo manifestó a todos, pero para que Dios pudiera obrar en su vida. Y gracias a eso, no solamente ella fue perdonada y restaurada, sino también, todos los demás que la escucharon creyeron en el Señor, por el testimonio de ella. Por eso que la Palabra también nos aconseja esto: Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio. Hechos 3:19.

Así que, si deseas seguir escondiendo la muerte y el mal dentro de tu ser (aunque Dios lo sabe todo, y El también dice que todo saldrá a la luz, más tarde o más temprano), nunca tendrás agua viva dentro de ti. Pero, si decides dejar a Dios lidiar con lo que esta dentro de tu corazón, y lo sacas a la luz, y lo dejas atrás, Dios puede hacer grandes cosas en tu vida, comenzando con la vida eterna. Esto en realidad es tu decisión, y tu parte en el asunto. El Espíritu Santo trae convicción de pecado, pero uno es el que decide si cede o no. Y con esa decisión es que viene la vida eterna. De otra manera, uno sigue permaneciendo en la oscuridad y la muerte.

Entonces, ¿realmente deseas agua viva que fluya de tu ser? Si es así, ¿estás dejando al Señor lidiar con lo más íntimo dentro de ti? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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