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Basado en Juan 6:41-71 (Versión Reina Valera 1960)

Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum. Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende? ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero? El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce.

La gran mayoría de las personas creen en algo o en alguien. Casi nadie tiene problemas con aceptar que existe algo en el mas allá, o en algo que esta sobre nosotros. En Estados Unidos, de acuerdo a una encuesta hecha por Pew Religious Landscape en el 2014, aproximadamente 3.1% de la populación dicen ser ateos, y el 4% dicen ser agnósticos. Todos los demás dicen creer en un Dios o en un ser. Yo he podido más o menos comprobar estos datos personalmente con la gran mayoría de las personas con que yo he conversado a través de los años, e inclusive, hasta en países extranjeros que he visitado o vivido en ellos, de que casi todos me han dicho que creen en alguien, y que no les cuesta creer en un dios. El otro día mismo conversaba con un joven que es un alcohólico en recuperación que lleva varios años sin probar el alcohol que le habían enseñado en Alcohólicos Anónimos que tenía que aferrarse a un poder mas alto que él, y que le había servido esa fe para salir adelante. Pero, hubo un problema con la conversación. No tuvimos ningún problema hablar de un poder mas alto, o hasta de concentrar ese poder más alto en Dios. El problema surgió cuando comenzamos a hablar de Jesús, y de cómo se tenía que creer en Jesús. Todo iba bien hasta que llegamos a esto.

Aquí es donde comienza el problema de la fe en muchos, a la hora que comenzamos a hablar de Jesús y de quién es Jesús. Muchos tienen este problema, y el gran porcentaje de creyentes que dan las encuestas comienza a cambiar. De acuerdo a Pew Research Center, alrededor del 67% de la populación de Estados Unidos dicen ser cristianos. Todavía es una mayoría considerable en Estados Unidos (aunque en el resto del mundo es mucho menos), pero las cosas comienzan a cambiar. Entonces, y tal como paso con este joven, la gran mayoría creen en alguien, pero no necesariamente en Jesús.

Ahora, dentro de los que se dicen ser cristianos, ¿Cómo exactamente creen en Jesús? Hay muchos que, si dicen creer, pero las diferencias comienzan a surgir en “como” creen en El. La gran mayoría le ven como el Salvador. Y si, por supuesto que es el Salvador del mundo. Pero ¿cuántos realmente creen en El como nos enseña la Biblia, como el Señor y Dios que es? Y, muchos dirán que creen de esta manera en El, pero ¿será una realidad? ¿Creerán y seguirán a Jesús como se nos enseña? ¿Es El en realidad el todo de nuestras vidas, la razón de nuestro existir, El que dicta el curso de nuestra vida diaria? Y aquí es donde todo cambia, y ese gran porcentaje se vuelve un número muy pequeño. ¿Cómo puedo decir esto? ¡Fácil! A lo menos en Estados Unidos, si decimos que somos tantos los que creemos en Cristo, ¿cómo puede haber tanto pecado (aunque Dios no espera que seamos perfectos)? ¿Cómo puede haber tanta equivocación, comenzando por aquellos que dicen no solo ser creyentes, sino mas bien, hasta ministros y predicadores de la Palabra de Dios? Y aquí es donde entra el pasaje de hoy.

La Biblia nos enseña de que debemos creer en Jesús como el Señor, como Dios, y como el Salvador; como el unigénito Hijo de Dios. Y no solamente creer y aceptarle como tal, pero también, para que pueda ser algo completo, tenemos que hacernos uno con El. Esto es lo que significa comer Su carne y beber Su sangre. Tenemos que lograr tener tal relación íntima con El, que no solamente debe entrar en nuestra vida, pero a través de la obra del Espíritu Santo y Su Palabra, El tiene que formar parte de todo en nosotros, como la comida. Cuando comemos o bebemos algo, esas sustancias entran en nuestra boca, se digieren en el estómago, y sus elementos se transforman y viajan por todo el cuerpo, a cada célula dentro de nuestro ser, dándonos nutrición y vida. La comida y los líquidos nos sustentan, y también nos ayudan a reparar lo dañado. Sin estas cosas, no se puede vivir, ni ver el mañana. Igual debe ser el Señor en nuestras vidas. Vemos en la Biblia que muchos pudieron llegar a creer en El de alguna manera, y hasta seguirle, pero la gran mayoría no pudo con esto, y le dejaron. A penas quedaron los doce y algunas mujeres, y hasta uno de los doce no era de fiar, porque le vendería más adelante. Lo mismo pasa hoy. La gran mayoría buscan del Señor para resolver problemas, por un sinfín de razones, pero no para hacerse uno con El, y para que El llegue a ser el centro de sus vidas. Y el problema con esto, es que no se puede llegar a la vida que nos habla Dios, a no ser que Cristo se convierta en tu alimento. Sino se come y se bebe del Señor, no hay vida; igual como si dejaremos los alimentos a un lado. Mas tarde o temprano moriríamos. Entonces, ¿aceptas a Jesús como debiera ser para que puedas tener la vida que El tanto desea darte? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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