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Basado en Juan 16:4b-15 (Versión Reina Valera 1960)

Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros. Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas? Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.

Cuando se habla del Espíritu Santo, muchos comienzan a pensar en los dones espirituales. Pero, al verlo a través de la Palabra, los dones son solo la punta del tempano (por decir). La obra del Espíritu Santo es algo mucho más significativo y profundo que la manifestación de los dones. Para comenzar, hay que aclarar que el Espíritu Santo es una Persona, es parte de la Trinidad de Dios. Hay ciertas sectas que enseñan que el Espíritu Santo es como un motor, o algo así, lo cual es insultante y hasta blasfemo. En fin, el Espíritu Santo como persona e identidad, es el ser mas sagrado de Dios, el alma de Dios. Y sin el Espíritu Santo, ni Dios Padre, ni el Hijo podrían hacer lo que hacen. Cada identidad de la Trinidad es perfectamente divina, juntos en perfecta unidad, interdependiente el Uno del Otro. Hay un solo Dios, y ese Dios son tres personas, como esta escrito: Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. I Juan 5:7.

Ahora bien, y para comenzar en alguna parte (porque es difícil aislar todo lo que el Espíritu Santo hace, ya que hay tal perfecta unidad entre la Trinidad), el Espíritu Santo estuvo envuelto en absolutamente todo lo que hizo el Señor Jesús en la tierra. El único momento donde Dios [plural] se separó por un instante es cuando el Señor tomó todos nuestros pecados sobre El mismo en la cruz, como lo dio a entender el Señor: Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Mateo 27:46. Así que, nuestra maldad y pecado fue lo que separó a un Dios que siempre habían estado juntos. Hasta eso sufrió Dios por nosotros (por eso que el que tome livianamente el inmenso sacrificio de Dios en realidad merece donde va a terminar, sino se arrepiente. La salvación de Dios a través de Jesucristo es solo por gracia, pero el precio que Dios pagó por nosotros no se puede ni medir ni pesar; es incalculable.) El Espíritu Santo estuvo envuelto con la concepción en Maria, estuvo envuelto con el crecimiento del Señor, estuvo envuelto con todos los milagros, prodigios, y señales que hizo el Señor, e inclusive cuando el Señor expulsaba a los demonios, estuvo envuelto con toda la ministración y enseñanza del Señor. El Espíritu Santo hizo todo junto con el Señor. Por eso que el que rehusé creer en las obras del Unigénito Hijo de Dios no solo blasfema en contra del Hijo, sino también blasfema en contra del Padre y del Espíritu Santo, y como consecuencia, no puede haber salvación para esa persona, ni por el simple hecho de la incredulidad, ni por blasfemia. Por eso que también esta escrito: El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Juan 3:36. Así que, en la perfecta unidad que tiene la Trinidad, al no creer ni aceptar al Señor, se esta negando todo, tanto como la obra del Padre y del Espíritu Santo. En fin, o es todo, o no es nada, pero absolutamente nadie puede justificarse delante de Dios al pensar que cree en Dios y no en el Hijo. El aceptar a Jesús como Señor es la clave para todo porque a través de esa fe es que entra todo lo demás, especialmente, el Espíritu Santo.

Ahora, cuando uno acepta a Jesus como el Señor de su vida, al rendirle su corazón, es el Espíritu Santo que viene a morar en su vida. En ese momento es que ocurre el milagro donde el Espíritu Santo se manifiesta al estar “en” nosotros. Como se había dicho en otra ocasión, el Espíritu Santo primero esta “con” nosotros, al darnos la convicción de pecado y mostrarnos la necesidad que tenemos de un Salvador, yendo mucho más allá del obrar de nuestra conciencia; el Espíritu Santo esta “en” nuestra vida; y el Espíritu Santo viene “sobre” nosotros cuando nos prepará para la ministración y el servicio a Dios (y no necesariamente se manifiesta con el don de lenguas. El reparte los dones como El quiere, no como se le impone o asume). Pero, explorando aún más la importancia del Espíritu Santo “en” o “dentro” de nuestras vidas, lo increíblemente necesario y crucial de eso es que El nos enseña las cosas de Dios. No depende de nuestro intelecto. Lo único que necesitamos es saber entender las palabras que leemos intelectualmente, pero de lo demás se encarga el Espíritu Santo. Por eso, que hasta un niño puede venir a entender, a comprender, y hasta aplicar las cosas de Dios en su vida, porque es el Espíritu Santo que se lo enseña directamente, al exponerse a la Palabra de Dios. Lo digo por experiencia, porque tuve el privilegio y la gracia de Dios de venir al Señor con solo siete años. Yo estaba completamente consciente de lo que hacía. Con esa edad es que yo comencé a leer y a estudiar la Biblia (porque lo sentía necesario), y yo no era ni un erudito, ni un prodigio, ni aun menos, un estudiante de universidad. Yo era un niño muy sencillo y común, pero el Espíritu Santo me enseñaba todo lo que leía, y hubo tal impacto con lo que hizo, que permanece Su enseñanza hasta el día de hoy, mas de treinta siete años después. Ningún ser humano puede aprender nada de las cosas divinas del Señor sin el Espíritu Santo dentro de su vida. ¡Es imposible!

Y lo siguiente, y como consecuencia de aprender la Palabra de Dios, el Espíritu Santo es el que cambia la vida de una persona, si se le deja obrar (porque nada es a la fuerza). Porque también hay que tener cuidado, el Espíritu Santo se puede contristar con el pecado que aún permanece en nuestra vida. Como está escrito: Y no contristéis [o apagues] al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Efesios 4:30. Entonces, si se puede contristar el Espíritu Santo, también se puede llegar a apagar en la vida de una persona si hay tal desobediencia y rebeldía en esa persona. Todo es posible desafortunadamente. Pero, si permanecemos en el Señor, y se deja llevar acabo la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas, ocurrirá una de las cosas mas preciosas que solo Dios puede hacer; el transformar a una vida, al convertirla en algo completamente distinto de lo que era al comienzo. Solo el Espíritu Santo de Dios puede transformar una vida completamente, día a día, paso a paso. Mientras mas te sometes a El, más rápido suceden los cambios.

Así que, ¿has experimentado realmente la obra del Espíritu Santo en tu vida? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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