Basado en 3 Juan 1:11-12 (Versión Reina Valera 1960)
Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios. Todos dan testimonio de Demetrio, y aun la verdad misma; y también nosotros damos testimonio, y vosotros sabéis que nuestro testimonio es verdadero.
¿Cómo sabemos cuando estamos haciendo lo bueno? O aún más específico, ¿Cómo sabemos si Dios vé como bueno lo que hacemos? En el pasaje de hoy leemos de cosas muy definitivas, de ningún gris (por decir), porque la Palabra sencillamente dice: El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios. No hay una larga explicación teológica del asunto, y se usan palabras muy sencillas y directas, tales palabras que hasta un niño pequeño las puede entender. Y habla también de Demetrio, de que era una persona que demostraba sin ningún tipo de duda que estaba haciendo el bien, del bien o lo bueno que mencionaba el Apóstol Juan. Entonces, ¿Qué es lo bueno?
A través de los tiempos, la gran mayoría de las personas han formulado sus propias opiniones de lo que significa hacer el bien. Si uno hace un cuestionario público hoy, habría muchas respuestas distintas. Y muy posiblemente, habría aún muchas más distintas respuestas dentro del ambiente de la iglesia. En el mundo, las opiniones posiblemente variarían de la siguiente manera, que hacer el bien consiste en: No hacerle daño a los demás, de suplir las necesidades de los menos afortunados, de dejar que las personas hagan lo que les hace felices, o de dar amor (y eso variaría mucho también basado en las distintas opiniones que hay acerca de lo que es el amor). Y bueno, si se le preguntara a personas dentro de la iglesia, estas posiblemente serían las respuestas: De vivir una vida moral, o de dar amor, o de cumplir los mandamientos, o de ser una persona buena que ayuda a su prójimo, o ir a la iglesia, o participar en las actividades de la iglesia, o de dedicarse a un ministerio, y así sucesivamente. Y aunque dentro de los limites o confines de la Biblia, todas esas cosas son buenas, pero no es necesariamente lo bueno que busca Dios. ¿Cómo es eso?
Leemos, por ejemplo, lo severo y tajante que fue el propio Señor al explicar que no todos entrarán en el reino de los cielos, aún los que hacen cosas que cualquiera pudiera decir que son cosas buenas, cosas que van aún más allá de lo que anotamos previamente, porque escrito esta: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Mateo 7:21-23. ¿Qué es entonces la voluntad de Dios, lo bueno que se debe hacer? La Biblia aún complica más las cosas (por decir) a través del siguiente pasaje: Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 1 Corintios 13:1-3. Pero, aunque dijimos que podría complicar el asunto, la verdad es que este pasaje nos da un norte, una dirección, que el amor es lo que define lo que tiene valor delante de Dios, lo bueno. El Señor finalmente aclara todo con este solo sencillo pasaje, lo que define tanto la meta del Antiguo y Nuevo Testamento, el todo del hombre: Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Marcos 12:29-30. Así que, si entendemos bien lo sencillo de lo que explico el Señor, entonces entendemos que lo mas importante es el “porque”, la razón el por qué hacemos las cosas, y que eso debe ser lo que genera las otras acciones, eso es lo que define si lo que hacemos es bueno delante de los ojos de Dios o no. Así que, el amar al Señor debe ser la razón y la raíz para todo lo que uno hace, lo que genera la acción, y que la acción este fundamentada en la voluntad de Dios, en Su Palabra, y de ahí todo se dirige a nuestra interacción con nuestro prójimo, o sea, el segundo mandamiento, de amar a nuestro prójimo.
Ahora bien, ¿Por qué uno debe amar a Dios por sobre todas las cosas y con todo nuestro ser? Porque es lo justo. La Biblia nos dice esto: Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. 1 Juan 4:19. Y Dios demostró Su amor a nosotros de la siguiente forma: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Juan 3:16. Nadie ha hecho, ni puede hacer, ni podrá hacer lo que Dios ha hecho por cada uno de nosotros. Y es la injusticia mas grande del universo no devolver ese amor de la misma manera, porque es un amor inmerecido, solo por Su gracia. No existe ningún tipo de obligación. Dios no nos debe nada, ni en lo más mínimo. No obstante, es El el que permite que existas, y que vivas, y respires, y puedas hacer todo lo que haces, y que tienes todo lo que tienes, y aún más importante, es El el que ha abierto el camino a la salvación a través de Jesucristo, para que pudieras tener la vida eterna. Absolutamente todo se lo debes a El. Por lo tanto, ¿es justo que le des la prioridad a algo o a alguien que ha hecho mucho menos por ti? ¡No! El todo de la vida es tratar de ser justo con Dios, y de poder lograr hacerlo a través de Jesucristo, porque no lo podemos hacer solo. Y el fruto, de que el Espíritu de Dios este morando en tu vida, es esto: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Gálatas 5:22-23. Si no amas a Dios, no tienes nada, no estas haciendo el bien. La Biblia nos dice esto: Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido. Apocalipsis 2:1-5. El amor al Señor es todo, y lo que debe ser la razón de nuestro existir y de nuestras acciones.
Entonces, ¿amas al Señor? ¿Es El la prioridad de tu vida? ¿Tiene El el primer lugar? Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén. Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. Lucas 13:22-24. Si no le amas todavía como debieras, entonces esfuérzate para aprender a amarle, porque es la mejor obra que si puedes hacer, y está totalmente a tu alcance. Recuerda que la fe sin obras está muerta, y el amar a Dios y hacer las cosas solamente por El es la obra que nos define delante de Dios. ¡Qué el Señor les bendiga! John