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Basado en Juan 10:1-21 (Versión Reina Valera 1960)

De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía. Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre. Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras. Muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís? Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?

¿Por qué vino el Señor? ¿Cuál fue el propósito por lo cual vino a esta tierra a pasar todo lo que paso? Muchos en realidad siempre debemos: entender más claramente la respuesta a esta pregunta, o debemos mantener presente siempre esta respuesta dentro de nosotros; porque, o se mal entiende el propósito, o se olvida. Desgraciadamente, dentro de todo lo que se enseña, no se aclara bien este asunto, por muchas razones, se enseña más otras cosas que hacen perder de vista el verdadero punto de Su misión. Y la razón por lo cual hay que entender bien el porqué de Su misión, es porque todo en esta tierra se va a poner a prueba lo que creemos, hasta el día en que se acabe nuestra existencia aquí. Si no entendemos claramente el porqué, más tarde o más temprano, vamos a abandonar la fe en el Señor. O aún más, cuando se entienda la verdadera razón por Su venida, puede que produzca una decisión dentro de ciertas personas que las lleve por el desvió, donde finalmente se define si una oveja (o persona) le pertenece a El o no. Todo se verá con el tiempo.

Para poder explicar el asunto aún más claro, recuerdo cuando mi hermana me abrió los ojos a la realidad de que no existía Santa Claus. Yo era un niño. Recuerdo que me cayó muy mal la nueva revelación. No quería aceptar el asunto de que no existía este ser que venía en Navidad a traer juguetes. No creo que al comienzo me molesto tanto que me hayan mentido (puede que eso haya venido después), sino más bien, la primera faceta de mi enojo fue el aceptar que no existía. Yo le afirmaba a mi hermana que, sí existía, que era imposible que fuere así, y que ella me estaba mintiendo. La manera que ella me trataba de hacer entrar en razón, de que éste Santa Claus era mi papá, era con la explicación de que, si en realidad existía el tal Santa Claus, ¿porque lo niñitos pobres no tenían juguetes en la navidad? Eso fue lo que me hizo aceptar algo tan difícil para mí en aquel entonces. Entendí finalmente esa realidad, de qué, si existiera ese ser tan especial de la Navidad, todos los niños recibirían juguetes en la Navidad, sin excepciones.

Ahora bien, ¿Cómo este relato de mi ignorancia infantil se relaciona a la explicación que voy a dar? ¿El Señor contesta todas nuestras oraciones? ¿Todos los que piden sanidad son sanados? ¿Todos los que le piden ayuda económica al Señor salen de su pobreza? ¿Todos los que piden pareja logran encontrar esa persona que tanto buscan? ¿Pueden todas las parejas seguir casados? Finalmente, ¿se resuelven todos nuestros problemas cuando venimos o seguimos a Cristo? La respuesta es: No. Como ejemplo, he conocido de varias personas que se han sanado de cáncer, pero he conocido también a muchos que no pudieron sobrevivir y ya no están con nosotros, y esto me afecta muy personalmente. No todos somos sanados. No todos podemos tener una economía estable. No todos podemos resolver nuestros problemas.

¿Por qué algunos si, y otros no? ¿Es un problema de fe como algunos suponen? ¿Dios obra de distinta manera, o tiene poderes limitados entre Estados Unidos y Venezuela, o Etiopia, o Haití (como ejemplos)? Mis amigos y hermanos, Dios es el Todopoderoso, y El todo lo puede, pero El no vino necesariamente para resolver todos nuestros problemas terrenales, porque si así fuere, ningún seguidor fiel de Cristo tendría problemas en ninguna parte del mundo (como si hubiera Santa Claus, todos los niños del mundo tendrían juguetes). Dios si puede cambiar las cosas, pero todo depende de cosas y propósitos mucho más grandes que nuestras circunstancias personales; hay cosas más grandes en juego. El más grande ejemplo que tenemos que no todo saldrá bien, aún haciendo las cosas lo mejor posible para el Señor, es el Apóstol Pablo. Pablo no pudo pasarlo peor muchas veces. A parte de tener una vida muy difícil y solitaria (porque Pablo era un hombre solo y sin hijos carnales) después de venir a Cristo, él llego hasta morir por el Evangelio. El mismo nos enseñó esto: Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. 1 Corintios 15:12-19. La vida aquí nunca va a ser perfecta, y el que verdaderamente sigue al Señor también va a tener problemas aquí y ahora, y por razones que no tienen que ver con errores cometidos (porque muchos si estamos sufriendo las consecuencias de nuestros pecados).  

Entonces, ¿Cuál es la respuesta? Cristo vino con el fin de darnos vida eterna, algo que nada ni nadie más nos puede dar o resolver en este mundo. Este es el fundamento del Evangelio y de nuestra fe, y está al alcance de toda persona que le busca. Esto trabaja en cualquier parte del planeta, sin excepciones, y hasta el ser más vil y perdido puede alcanzar la misericordia de Dios. Así que, ¿hás entendido tu verdadera y más importante necesidad, y deseas ser una de Sus ovejas, las que viven para siempre? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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