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Basado en Efesios 4:17-24 (Versión Reina Valera 1960)

Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

¿De que en realidad consta la fe en Cristo? ¿Consta de solamente creer? Tengo que decir de acuerdo con el completo consejo de Dios a través de Su Palabra, que el creer en el Señor es solo parte del asunto, y que hay mucho más que considerar y hacer, especialmente si hay una verdadera fe. La verdadera fe consta de acciones, las cuales vienen a raíz de una genuina fe en Cristo, no se trata de un simple creer nada más. Esto es lo que nos sigue aconsejando la Palabra: Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? Santiago 2:18-20. Así que, si los demonios creen y hasta tiemblan, ¿Qué debiera haber entonces en nosotros? ¿Qué obra debemos hacer para poder ir más allá de un sencillo creer?

Para poder entender esto aún más claramente, hay que entender primero que es lo que Dios hizo a través del sacrificio de Su Hijo en la cruz. ¿Cuál fue el verdadero propósito de Dios a través de Su sacrificio? La Biblia nos enseña esto: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 2 Corintios 5:17. El propósito de Dios es transformar y renovar lo caído, lo que el pecado había afectado. Dios desea que lo que no sirve en nuestras vidas termine para que comience lo nuevo, lo eterno, haciéndonos así a través de Cristo nuevas criaturas. Este es un versículo muy popular en nuestra comunidad cristiana, pero muchas veces no se aplica como corresponde. La aplicación de este principio tiene que ver con el hecho que una persona debe vivir una nueva vida, dejar de hacer lo que hacía antes, ser realmente transformados, y no como un tapa bocas (por decir) para que no venga a relucir su pasado. Sino más bien, todo lo contrario, debemos siempre recordar lo que éramos antes de Cristo, tener memoria de donde nos sacó el Señor, y poder compararlo al presente, para poder ver si en realidad hemos sido transformados, o si estamos sencillamente tratando de adoptar una nueva religión o algo superficial, porque el seguir a Cristo va más allá de la moralidad y de hacer lo correcto.

Ahora bien, cuando nos convertimos al Señor, al arrepentirnos de todos nuestros pecados, y hacerle el Señor de nuestras vidas, ¿no queda nada más por hacer? Y la respuesta es: Si. Queda todo por delante. Cuando nacemos de nuevo en Cristo, es solo el comienzo. Por algo el propio Señor lo explico como un nacimiento, porque es un nuevo comienzo, es un comienzo de un largo camino que hay que emprender para poder llegar al final. Por eso que la Palabra nos insta a no andar como los otros gentiles, a no andar en vanidad, a no tener corazones endurecidos, a no perder la sensibilidad, y a no entregarnos a la lascivia. Se nos insta a despojarnos del viejo hombre lo cual implica un proceso. Cuando comenzamos a seguir a Cristo, entramos en un proceso de transformación. Cuando primero llegamos al Señor, por nuestra genuina conversión, hay un cambio radical al comienzo, o a lo menos, un cambio significativo en nuestra manera de pensar. Pero, eso no quiere decir que ya fuimos hechos perfectos instantáneamente, hablando de una manera práctica. Queda el proceso de seguir cambiando, de seguir siendo transformado, mientras seguimos al Señor, porque la verdadera fe en Cristo consta de seguir al Señor, no de decir que uno cree y nada más. La Palabra nos sigue diciendo esto: Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Gálatas 5:15-17. Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12:1-2.

Entonces, ¿Cómo debe seguir esta transformación en Cristo? Lo principal es que el todo de la transformación, o sea la razón por lo cual se hace siempre, debe ser porque amamos al Señor, y nada más. Esto no se trata de un mejoramiento personal, o de alcanzar metas humanas, o un cambio de estilo de vida. El seguir a Cristo y el dejarse transformar por El a través de la obra del Espíritu Santo siempre tiene que estar basada en nuestro amor por El. Cuando ese es el fundamento, entonces se puede seguir adelante como mismo dice la Palabra: Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Efesios 5:25-27. La Palabra de Dios es lo que nos lava y nos purifica, la cual debe ser parte de nuestro caminar diario con el Señor. Dios a través de Cristo en nuestra vida busca una relación, no una religión, y no necesariamente ni siquiera la moralidad. Y como la relación que El busca, El usa Su Palabra para hablarnos, para poder decirnos lo que debe pasar en nuestras vidas. Por eso que, de nuevo, la razón por lo cual todo se hace debe ser el amor hacia Dios, y nada más. Así que, la Palabra es la clave, porque dice así: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. 2 Timoteo 3:16-17.

Entonces, la transformación en Cristo tiene un gran propósito para el hombre, porque se trata de ahondar nuestra relación con Dios y así ser hechos útiles para Su obra, porque El quiere que seamos parte de lo que El quiere llevar a cabo en la tierra y también en la eternidad, porque este mundo no es ni siquiera ni la sombra del porvenir. Por eso que también nos insta así Su Palabra: Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Hebreos 12:1-2. Así que, ¿Estás viviendo una vida transformada en Cristo, por amor al Señor, por tu propio bien, y por el bien de los demás? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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