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Basado en Hebreos 9:16-10:10 (Versión Reina Valera 1960)

Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive. De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre. Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo, diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado. Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio. Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión. Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan. Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí. Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.

La gran mayoría de las veces es muy difícil mantener siempre algo en mente a cada momento, especialmente cuando no se ve, o no se palpa, por decir, el valor de lo que se ha hecho. Y esto sucede muy a menudo porque no somos seres espirituales, sino mas bien, solo sabemos estar enfocados en lo que podemos ver o sentir, en lo físico. Por nuestra naturaleza, nos guiamos más bien por los sentidos, y a través de eso es que le asignamos valor a las cosas. Y si lo vemos muy claramente (no con el propósito de ofender, sino más bien, para traer conciencia), la gran mayoría de las veces actuamos irracionalmente, como seres gobernados por nuestros instintos y no por la razón o el pensamiento. Esto es lo que sucede cuando nos dejamos ser gobernados por lo instintos carnales. Y no se preocupen, todos (incluyéndome a mi) tenemos estos momentos de olvido. Y por eso es que, tenemos que guiarnos por la Palabra de Dios, para no olvidar las cosas que realmente importan y tienen valor.  

Ahora bien, tal como lo hizo el Señor, trataremos de explicar el valor del concepto a través de algo terrenal para que podamos entender más las cosas espirituales. Hace algunos años, tuve un gran problema con mi casa. Yo vivo en Nueva Inglaterra, que esta localizado al noreste de Estados Unidos, donde los inviernos pueden ser fríos (claro, no tan fríos como los de nuestros amigos en Canadá que nos están siguiendo, pero, no obstante, pueden ser fríos). Y bueno, yo estaba de viaje cuando justamente hubo una semana que bajo mucho la temperatura, y se rompieron las tuberías de agua en dos distintos sitios dentro de la casa por el congelamiento. Fue un desastre. Se inundo toda la casa, y hubo daños a las paredes, al piso, a los muebles, ropa, etc. Se perdieron muchos recuerdos y cosas irremplazables. No obstante, y gracias a Dios, todos los años se pagaba un seguro, precisamente para estos casos, y el seguro de la casa respondió. Si no hubiera respondido el seguro positivamente, hubiera quedado con una propiedad totalmente dañada, con pérdidas personales considerables, y tener que seguir pagando una hipoteca por un lugar inhabitable. Este evento me hubiera llevado a la bancarrota. Dios proveyó para poder tener algo extremadamente útil en el momento preciso. Pero, antes que sucediera este incidente, era difícil ver el valor de algo que se pagaba año, tras año, hasta que algo catastrófico sucedió.

Algo parecido a esto es lo que sucede con la salvación que el Señor nos otorga, pero claro, es algo mucho más superior e incalculable. Al momento, puede que la salvación en Cristo no se sienta como algo palpable o visible, o como algo que no tuviera mucho valor en el aquí y el ahora. Pero, la incertidumbre de la vida nos enseña que en cualquier momento nuestro fin carnal puede llegar, y si nuestras vidas no le pertenecen al Señor, aúnque tengamos todo lo que deseemos aquí, nada de eso nos ayudará en la presencia del Altísimo. Ahí no habrá ninguna conversación, ni nada que le podamos ofrecer al Juez del universo para dejarnos entrar, ni aún menos, poder implantar tu voluntad. La única manera que uno puede llegar a la vida eterna, y pertenecerle a Dios es al nacer de nuevo en Cristo. Jesús es el único Camino al Padre.  

Ahora bien, podemos decir ahora muy fácilmente el camino a la salvación, pero solo es posible por lo que hizo el Señor, y por nada más. Bendito sea Dios Padre y el Señor Jesucristo por lo que hicieron por nosotros a través del poder del Espíritu Santo, porque sin el sacrificio y la resurrección del Señor, no tendríamos ni salvación ni esperanza, solo viviendo para el aquí y ahora, y nada más. Pero, tenemos esta esperanza, la gran oportunidad de la redención solo a través de todo lo que hizo Dios, y lo hizo sin ningún tipo de obligación, como está escrito: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Juan 3:16. Y este amor que Dios nos demostró nos debiera constreñir a servir al Señor, porque la injusticia mas grande que se le pudiera hacer a Dios es dar por asentada la salvación, y no corresponder al gran amor de Cristo en servicio. Y sabemos que esta injustica recibirá su recompensa indudablemente, como está escrito: Sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas. Colosenses 3:24-25. Y también como está escrito: Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. Santiago 2:26.

Así que, nunca podemos olvidar la magnitud de lo que Dios hizo por nosotros, algo que nada ni nadie podía hacer por nosotros. La gracia de Dios es gratuita, pero debe producir acciones que demuestren que Dios habita en ti. Entonces, ¿hás entendido y agradecido lo que el Señor hizo por ti, y vives tu vida de tal manera que demuestras ese agradecimiento, sirviéndole a El y a tu prójimo? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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