Basado en Hechos 27:39-28:10 (Versión Reina Valera 1960)
Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la nave. Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron hacia la playa. Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar. Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando. Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra; y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra. Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. Y los naturales nos trataron con no poca humanidad; porque encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío. Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano. Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir. Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció. Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto de repente; mas habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios. En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente tres días. Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados; los cuales también nos honraron con muchas atenciones; y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias.
Si una persona se guiara por la idea de que todo en el Señor tiene que salir bien (humanamente hablando), dirían que este viaje de Pablo fue un fracaso, y no solamente eso, sino que dirían que la vida y el ministerio de Pablo también no fue bendecido por Dios, porque Pablo no tuvo una vida victoriosa (humanamente hablando), porque murió pobre, casi solo, encarcelado, y finalmente, decapitado por su fe en Dios. Si eso no es un fracaso humano, no sabría entonces que decir. Pablo no tuvo ni una mansión, ni propiedades, ni riquezas, ni una familia con muchos hijos, ni un templo con una grande membresía. Pero sabemos que Pablo, para la gloria de Dios, fue él que más se asemejo al propio Señor de todos los apóstoles. De la misma manera, si nos guiáramos por ese tal evangelio erróneo, pensaríamos que hasta el propio Señor fracasó, y eso es imposible. Pero sí sabemos que todos los que deciden escuchar y seguir tales mentiras y doctrinas satánicas recibirán su recompensa al final, y no será el cielo, sino se arrepienten de sus malos caminos. El Señor juzgará. No obstante, ni este episodio en la vida de Pablo, ni aún menos, su ministerio fue un error o un fracaso, porque Pablo tenía algo muy clave para todo que, sí debiera estar muy claro en nosotros también, que Pablo hizo y vivió todo lo que vivió por amor a Cristo, y eso es lo que hace toda la diferencia en este mundo y en la eternidad.
Unos de los pasajes más malentendidos en la Palabra donde muchos se aferran erróneamente a él con el pensamiento que todo saldrá bien (humanamente hablando), es este: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Romanos 8:28. Cuando seguimos al Señor, sí es verdad que todo nos ayudará para bien, lo bueno y lo que luce ser no tan bueno ni agradable, pero para que eso suceda, hay un pequeño detalle que tiene que estar, recordándonos que todo en el Señor es condicional. Todas las cosas les ayudan a bien, a los que aman a Dios. Ese es el gran detalle que tiene que estar. Si uno realmente ama a Dios, entonces todo lo ayudará para bien. Pero si no se ama a Dios, ¿ayudará todo para bien? Y la respuesta es: Absolutamente no. Es necesario cumplir con la condición, de qué se tiene que amar a Dios. Dios tiene un propósito para cada uno de nosotros, y nos ha llamado a través de Cristo para que podamos ser parte de ese propósito eterno, pero si no se le ama, podrá haber mucho propósito, podrán pasar muchas cosas, pero la verdad es que nada será para bien si no se ama a Dios. Es tan sencillo como eso. Lo que pase sencillamente pasará y no habrá más nada si no se ama a Dios. No habrá propósito, ni menos bien que salga de eso, sin importar lo que decidamos pensar. Por lo tanto, es necesario amar a Dios.
Ahora bien, ¿de que consta amar a Dios? La Biblia nos ensena que hay que amarle de la siguiente manera como está escrito: Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Marcos 12:29-30. Sé que muchos dirían: Tu mencionas mucho este pasaje. Y yo diría: Por supuesto, porque es el todo del hombre. Si no se hace esto, todo lo demás no sirve, no tiene valor. Puedes tratar de amar a tu prójimo, tratar de cumplir los diez mandamientos, en fin, hacer muchas distintas cosas como hasta predicar, sanar enfermos, echar fuera demonios, etc., pero si no amas a Dios de esta manera, no hay nada de valor, y te vas a perder. Esto es lo que está escrito: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Matthew 7:21-23. Entonces, ¿Cuál es la voluntad del Padre? Amarle a El por sobre todas las cosas es lo principal, y después todo lo demás. Esto es el todo del hombre.
Muchos pueden que estén diciendo: Si soy sincero, no creo que yo ame a Dios de esa manera. Y bueno, la respuesta a eso es: si realmente quieres llegar al Señor como corresponde, comienza a aprender a hacerlo. Nadie es perfecto, pero la Biblia nos insta a todos a aprender, a seguir a Dios, y por supuesto, a llegar a amarle con todo lo que somos, y sobre todas las cosas. De esto se trata la santificación, no necesariamente de moral o de hacer cosas buenas, sino de despojarnos a través del Espíritu Santo y la Palabra del pecado que nos asedia, y de seguir a Cristo. Eso fue lo que hicieron los apóstoles, los discípulos, y lo que también debemos hacer nosotros. Esto es lo que dice la Palabra: Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Gálatas 5:16-17. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. Mateo 10:37-38. Esto era lo que Pablo tenía presente, y eso era lo que lo ayudaba a buscar los propósitos de Dios, a pesar de cualquier circunstancia, y finalmente, amar a Dios en cada cosa que él hacía o pasaba, y esto es lo que debemos aprender, si deseamos llegar a la meta, llegar a la recompensa que Dios tiene para aquellos que le aman y le siguen. Entonces, ¿buscás cumplir los propósitos de Dios, o sigues buscando hacer tu voluntad? ¡Qué el Señor les bendiga! John