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Basado en 2 Samuel 23:1-7 (Versión Reina Valera 1960)

Estas son las palabras postreras de David. Dijo David hijo de Isaí, dijo aquel varón que fue levantado en alto, el ungido del Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel: El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua. El Dios de Israel ha dicho, me habló la Roca de Israel: Habrá un justo que gobierne entre los hombres, que gobierne en el temor de Dios. Será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra. No es así mi casa para con Dios; sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo, ordenado en todas las cosas, y será guardado, aunque todavía no haga él florecer toda mi salvación y mi deseo. Mas los impíos serán todos ellos como espinos arrancados, los cuales nadie toma con la mano; sino que el que quiere tocarlos se arma de hierro y de asta de lanza, y son del todo quemados en su lugar.

En este pasaje, leemos lo que se dicen ser las últimas palabras del rey David. Si entendemos lo que leímos, comienza primero este pasaje hablando de quien fue este David, y de cuál fue su testimonio. Y vemos también que este David hablo acerca de lo que Dios había hecho en su vida, pero también hablo de la promesa del Mesías, y de cómo sería este gran Ser que vendría de Dios. Y claro, no hay otro que pueda llenar esta descripción más que el Señor Jesús, cuya profecía fue cumplida aproximadamente 550 años después que se completó este libro de Samuel. Y también vemos lo que él dice acerca de los impíos, de aquellos que aborrecen a Dios. Pero, en todo esto, medito un poco: ¿Cuáles serían mis últimas palabras antes de partir de este mundo?

Al comenzar a meditar en este asunto, Dios me trajo al recuerdo a cuatro personas: a mi padre, a mi primer pastor, a Pablo, y al Señor. El primero sería recordar las últimas palabras de mi padre que traen tanto, un gran alivio en el Señor y un grato cierre temporal (porque le veré en la eternidad por su fe en Dios). Poco antes de su partida, recuerdo que el pidió perdón, y de una manera muy profunda, porque pude ver lo que decía con sus ojos. Pude entender que no solamente lo hacía por cualquier cosa que él haya hecho equivocadamente, sino que lo hizo con la fe y la convicción que Dios estaba presente entre nosotros, lo cual me dió la bendición que hasta el último momento, mi padre quiso estar seguro de que él estuviera bien con el Señor. Y claro, poco antes de perder sus facultades, tuve la bendición de Dios de preguntarle a mi padre si él sabía que le amaba mucho, y me dijo: Sí, lo sé. Esas dos cosas me han dejado buenos recuerdos, a pesar de su partida, porque tengo la certeza que dejó las cosas bien con el Señor y que él sabía que le amaba. Son grandes bendiciones que les debo al Altísimo.

El segundo seria mi primer pastor. El recuerdo que quedo de él antes de su partida fue cuando estaba por graduarme de la universidad. El hubiera querido estar en mi graduación, pero no pudo porque ya estaba en sus últimos momentos. Pero, si me dejo algo más grande que si hubiera estado en mi graduación, y eso fue cuando le vi por última vez aquí (porque él es otra persona que también veré en la eternidad). Recuerdo que cuando mi madre y yo estábamos al lado de su cama porque ya estaba inmóvil, él hizo algo que ha quedado conmigo hasta el día de hoy, y seguirá por siempre. A pesar de su estado ya agónico, recuerdo que él pidió que quería orar por mí. Tengo que decir que, por gracia de Dios, ha habido personas que han orado por mí, pero nunca sentí algo tan profundo como lo que hizo este hombre por mí, que a él le importo más orar por mí que preocuparse por su estado. Eso era lo que tenía más presente. Siempre recordaré su oración porque Dios la uso para producir un gran cambio en mi vida, un evento que cambio el curso de mi vida en ese momento. Estos son maravillosas bendiciones que le debo al Todopoderoso, porque pude ver un gran testimonio de Dios en la vida de este ser, un hombre que, a pesar de sus grandes desafíos personales, sirvió fielmente al Señor hasta su ultimo respiro.

El tercer recuerdo sería el Apóstol Pablo, el cual Dios ha usado grandemente en mi vida. Todo lo que está en la Biblia es sagrado, santo, y bendito, pero Dios ha usado mucho la vida y lo escrito por el Apóstol Pablo en mi vida. El es otro que tratare de encontrar inmediatamente después de ver a mi Señor cara a cara. El Señor trajo a mi memoria las últimas palabras que el apóstol le escribió a su amado Timoteo, cuando dijo: Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio. Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida. 2 Timoteo 4:1-8. No creo que se pueda decir mucho más, y Dios lo ha usado grandemente en mi vida, aún después de siglos de su partida.

Y claro, ésta el ultimo, pero el más importante de todos, las últimas palabras del Señor mismo. Antes de ascender a los cielos después de Su resurrección, esto se escribió del Señor: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. Mateo 28:18-20. La resurrección y la ascensión del Señor fue el comienzo de un gran plan, de un nuevo pacto, donde sigue vigente hasta el día de hoy, el cual el propio Señor me ha encomendado, y lo he hecho por años, y mi esperanza es poder seguir haciéndolo hasta que el Señor venga por mí, sea que termine mi existencia carnal por virtud de ser un insignificante mortal, o porque un día el propio Señor me lleve junto a Su iglesia universal donde le veremos en las nubes con gran gloria y potestad. ¿Qué puedo decir del Señor en mi vida? El es el todo de mi existencia, mi principio y mi fin, y por Su gracia, mi eternidad, porque Dios tiene grandes cosas para nosotros, las cuales no tenemos ni idea, pero serán tan grandes como El porque serán de El, para los que le amamos y le seguimos fielmente hasta el fin de nuestros días.

Ahora bien, esto me trae a lo que yo diría, cuando llegue mi momento. La realidad es que nunca sabemos cuándo será nuestro final, así que lo diría ahora mismo, por si acaso: Dios ha dicho: …porque yo honraré a los que me honran… y: Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Deuteronomio 6:4-6. Ama y honra al Señor por sobre todas las cosas porque para esto fue creado el hombre. Entonces, ¿Cuáles serían tus últimas palabras? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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