Basado en Colosenses 1 (Versión Reina Valera 1960)
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio, que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad, como lo habéis aprendido de Epafras, nuestro consiervo amado, que es un fiel ministro de Cristo para vosotros, quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu. Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro. Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia; de la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí.
Si vemos la plenitud del pasaje, también deberíamos ver que hay un proceso, un ciclo divino en el propósito de Dios para el hombre. Vemos algo que tiene que suceder en cada uno de nosotros, y que debe haber un proseguir, una continuidad. Y en conjunto con eso, se nos da una razón, un porqué para que prosiga este ciclo que vemos.
No sé si las personas se cuestionarán ahora, como solían cuestionarse antes, de cual era (o es) el propósito de su existir. Los grandes filósofos antes trataban de ver este asunto y darle algún tipo de respuesta al hombre común y corriente, porque la gran mayoría, en algún momento u otro, se hacían esta pregunta: ¿Por qué existo? Hoy en día, en realidad no sé si se hagan esta misma pregunta muchos, o a lo menos, no se les nota. Y la razón por lo cual digo esto es porque hoy en día lo que sí es evidente es que muchas personas se han hecho la idea de que su existencia consta del egocentrismo, o del buscar su propia felicidad. Muchos están muy listos para aceptar esa respuesta, y desafortunadamente, la gran mayoría de los creyentes también les gusta esa respuesta. La mayoría de las personas buscan solamente hacer lo que les place, buscando su propia felicidad.
Ahora bien, muchos entonces preguntarán: ¿es malo buscar nuestra propia felicidad? Y la respuesta es sí y no. Para comenzar, la felicidad es algo que depende de las circunstancias, y las circunstancias cambian de un momento a otro, e igual al ánimo en muchas personas. Y si vemos lo obvio en este mundo, nos daríamos cuenta de que no vivimos en un mundo perfecto, sino algo muy corrupto y distorsionado, y siempre daré esta aclaración: que no es que Dios lo quiso así, sino que el pecado y la decisión del hombre de seguir el pecado, lo que mayormente hace este lugar tan imperfecto e injusto. Y esto nos lleva a dar una explicación el porqué buscar nuestra propia felicidad no es necesariamente algo bueno. Cuando una persona busca sus propios intereses, es muy fácil atropellar y hacerle daño a los demás. Y ¿Por qué puede suceder eso? Porque, primeramente, uno tiene que pensar si lo que uno busca es realmente bueno, y segundo, al estar la persona tan enfocada en si misma, la tendencia va a ser siempre el ignorar el bienestar del prójimo. Esta es una de las razones por lo cual las familias están tan disfuncionales hoy en día, como ejemplo. A un esposo se le olvida que un día decidió casarse con su esposa y que hay que tener cuidado de ciertas cosas para cuidar de esa relación. Y viceversa, una esposa se casó con su esposo y falla de la misma manera. Y también, un matrimonio decidió un día tener hijos y se olvidaron que hay ciertas cosas que hay que hacer para poder criar hijos como corresponde. Pero, hoy en día, tanto el hombre como la mujer estan tan enfocados en lo que desean para si mismo que desechan sus deberes con su familia. Y esto es solo un ejemplo.
¿Qué es entonces este ciclo de salvación que vemos en el pasaje? Nosotros llegamos a Cristo, porque Dios fue el que comenzó este ciclo, al crearnos, y después, al hacer algo por nosotros que no podíamos hacer nosotros mismos. Nosotros nacimos y vivimos muy lejos de Dios en nuestro comienzo, por nuestro pecado. Pero, El nos ha abierto un camino de salvación a través de Cristo. Pero, la salvación no tiene como fin el egocentrismo, (aunque si vives la fe genuinamente, sí llegarás a obtener lo que más te conviene). No debemos olvidar ni de lo que Dios hizo por nosotros, ni del bien que debemos hacerle a nuestro prójimo. La salvación es un proceso de comenzar o de nacer de nuevo en Cristo, de crecer y fortalecernos en el Señor, para que podamos hacer la obra que El tiene para cada uno de nosotros, y ayudar a otros a llegar y entrar en el reino de Dios, y así, ayudarlos a ellos a crecer y a fortalecerse para que ellos puedan proseguir con este ciclo de salvación, tal como lo diseño el Señor para el hombre, algo que es muy similar al proceso natural de tener un matrimonio, y de tener hijos, para hacer el mundo terrenal un lugar mejor, y poder todos llegar a la eternidad que Dios tiene para todos aquellos que le aman y le siguen fielmente. Así que, ¿Eres parte del ciclo de la salvación, o sigues el camino del diablo, del egocentrismo, que te dejará vacío aquí y sin eternidad al final? ¡Qué el Señor les bendiga! John