Basado en Ezequiel 45:1–3 (Versión Reina Valera 1960)  

Cuando repartáis por suertes la tierra en heredad, apartaréis una porción para Jehová, que le consagraréis en la tierra, de longitud de veinticinco mil cañas y diez mil de ancho; esto será santificado en todo su territorio alrededor. De esto será para el santuario quinientas cañas de longitud y quinientas de ancho, en cuadro alrededor; y cincuenta codos en derredor para sus ejidos. Y de esta medida medirás en longitud veinticinco mil cañas, y en ancho diez mil, en lo cual estará el santuario y el lugar santísimo.

Hay un detalle en este pasaje que nos da gran dirección a lo que concierne en seguir al Señor, y eso es, de darle al Señor Su lugar apropiado. Este pasaje aplica para cuando el pueblo de Israel iba volver a su tierra, después que había sido castigado por el Señor, porque le fueron muy infieles, y tal fue su infidelidad que Dios permitió después de muchos años y generaciones de paciencia, de que vinieran sobre ellos sus enemigos, y que fueren destruidos, y los pocos que quedaron vivos, o fueron transportados como esclavos o permanecieron como siervos en Israel para cultivar lo que quedo. El gran pecado que cometió Israel fue el adulterio espiritual o la idolatría, al tener el corazón dividido entre Dios y lo pagano. Era tal su idolatría que habían llenado el templo de Dios y sus ciudades y sus casas con los distintos ídolos de los pueblos que ellos habían derrotado, y de los que los rodeaban. Y claro, practicaron todo lo que está envuelto con idolatría, profanando así lo Santo y aboliendo la ley de Dios. En fin, ¿qué es lo que busca Dios?

Primeramente, vemos que el Señor les dijo que apartaran una porción de la tierra (no toda) para Jehová, y que en esta porción estaría el santuario y el lugar santísimo, y claro, que estuviera situado en el corazón o en el centro de la tierra, en Jerusalén. Entonces, ¿Dios lo quiere todo? Si y no. Sabemos que todo le pertenece a Dios, todo el universo, no solamente este mundo. Pero, interesantemente, dentro de lo práctico, El no pide todo sino una porción. Así que, lo que algunos piensan de que la única manera de glorificar a Dios es de darle todo no está totalmente acertado. Pero, también no es como muchos piensan, los que viven una vida religiosa, como por ejemplo los que van a una iglesia y piensan que, porque dan un poco de tiempo, un poco de dinero, y un poco de ayuda, que ya está todo hecho y que pueden vivir de una manera destructiva y pecaminosa con lo que resta. Hay muchos que tienen sus momentos de santidad (por decir) y después viven como si no conocieran a Dios. De eso no se trata el seguir al Señor tampoco. Entonces, ¿Qué busca Dios de nosotros?

Hay un primer lugar que busca el Señor. Hay una prioridad. La Palabra de Dios dice esto: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Marcos 12:29b-30. ¿Quiere Dios tierras y dinero y cosas materiales? No necesariamente. Podemos dibujar una línea del pasaje de hoy a lo que estamos hablando, y que el Señor quiere la porción de nosotros que está dentro de lo más íntimo, de nuestro corazón. Lo que más busca Dios es el corazón del hombre, y desea que le ame. Esto es lo primordial, lo principal, es el todo del hombre para Dios. Y claro, que el corazón es lo que debe gobernar todo lo demás, el alma, la mente, y las fuerzas. De la misma manera, El busca que nuestra vida este sometida a El, y que nos dejemos guiar por El para saber lidiar con todo lo que nos rodea, con nuestras familias y seres queridos, con nuestros empleos, negocios, y estudios, con nuestros semejantes, y hasta con nuestros enemigos, en fin, que todo esté bajo Su dirección. Y esto tiene un sentido muy práctico y lógico. Si solamente hay vida en Dios y El es el Ser más grande, poderoso, y sabio en todo el universo, en lo más mínimo, ¿no nos conviene dejarnos guiar por tal Ser, y tomar Su consejo para cada aspecto de nuestra vida? ¿Quién sabe o puede más que Dios? Y claro, ¿Quién puede amarnos más que Dios? Este asunto de seguir al Señor tiene demasiado lógica si uno tiene algún tipo de raciocinio. El problema es que la gran mayoría piensan que son más inteligentes y capaces que Dios, y sus hechos demuestran tal sentir.  

Ahora bien, ¿Cómo uno puede vivir prácticamente esta fe en lo diario? Esto nos aconseja la Palabra de Dios: Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Colosenses 3:22-24. Hay que hacer de todo en esta vida. Hay que cuidar de nuestras familias y seres queridos. Hay que trabajar. Hay que cuidar las cosas que tenemos. Es necesario amar a nuestro prójimo también, y eso puede envolver hacerle el bien a cuantos lo necesiten, o sea deben haber acciones. Esto también dice la Palabra: Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra. Y le enviaron los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no? Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario. Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción? Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Mateo 22:15-21. Esto sonara extraño, pero al honrar y respetar las autoridades, aún las que no nos gustan, estamos honrando a Dios. Hay que pagar impuestos. Hay que respetar a las autoridades. Tenemos que respetar a nuestros jefes y supervisores. Dios no está ni con las revoluciones ni rebeldías. A pesar de que Roma era un imperio muy duro y cruel, con ganas de solo dominar al mundo, el Señor nunca promovió ningún tipo de rebeldía en contra aquello. Entonces, cumplimos con la voluntad de Dios al simplemente hacer todo como para El, dejándonos guiar por El.

Y aquí entramos en lo último: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Mateo 7:21-23. Sencillamente, hay que hacer la voluntad del Padre en todo en nuestra vida, no dejándonos guiar por nuestra opinión, sino tomándole en cuenta Su opinión en todo, viendo siempre lo que El desea que hagamos. Esta es la manera de cómo se puede servir al Señor, al sencillamente dejarnos guiar por El, y dándole a El la prioridad en todo. Hay lugar para todo en esta vida, como también tiempo para todo, pero siempre debemos buscar amar al Señor y ponerle en el primer lugar en nuestras vidas, siempre consultando con El para ver cuál es Su voluntad, y hacer lo que El nos manda. Así que, ¿Le estás dando al Señor Su lugar apropiado en tú vida por tú propio bien? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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