Basado en Jueces 4 (Versión Reina Valera 1960)
Después de la muerte de Aod, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová. Y Jehová los vendió en mano de Jabín rey de Canaán, el cual reinó en Hazor; y el capitán de su ejército se llamaba Sísara, el cual habitaba en Haroset-goim. Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehová, porque aquel tenía novecientos carros herrados, y había oprimido con crueldad a los hijos de Israel por veinte años. Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot; y acostumbraba sentarse bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Bet-el, en el monte de Efraín; y los hijos de Israel subían a ella a juicio. Y ella envió a llamar a Barac hijo de Abinoam, de Cedes de Neftalí, y le dijo: ¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve, junta a tu gente en el monte de Tabor, y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón; y yo atraeré hacia ti al arroyo de Cisón a Sísara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en tus manos? Barac le respondió: Si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres conmigo, no iré. Ella dijo: Iré contigo; mas no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de mujer venderá Jehová a Sísara. Y levantándose Débora, fue con Barac a Cedes. Y juntó Barac a Zabulón y a Neftalí en Cedes, y subió con diez mil hombres a su mando; y Débora subió con él. Y Heber ceneo, de los hijos de Hobab suegro de Moisés, se había apartado de los ceneos, y había plantado sus tiendas en el valle de Zaanaim, que está junto a Cedes. Vinieron, pues, a Sísara las nuevas de que Barac hijo de Abinoam había subido al monte de Tabor. Y reunió Sísara todos sus carros, novecientos carros herrados, con todo el pueblo que con él estaba, desde Haroset-goim hasta el arroyo de Cisón. Entonces Débora dijo a Barac: Levántate, porque este es el día en que Jehová ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No ha salido Jehová delante de ti? Y Barac descendió del monte de Tabor, y diez mil hombres en pos de él. Y Jehová quebrantó a Sísara, a todos sus carros y a todo su ejército, a filo de espada delante de Barac; y Sísara descendió del carro, y huyó a pie. Mas Barac siguió los carros y el ejército hasta Haroset-goim, y todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada, hasta no quedar ni uno. Y Sísara huyó a pie a la tienda de Jael mujer de Heber ceneo; porque había paz entre Jabín rey de Hazor y la casa de Heber ceneo. Y saliendo Jael a recibir a Sísara, le dijo: Ven, señor mío, ven a mí, no tengas temor. Y él vino a ella a la tienda, y ella le cubrió con una manta. Y él le dijo: Te ruego me des de beber un poco de agua, pues tengo sed. Y ella abrió un odre de leche y le dio de beber, y le volvió a cubrir. Y él le dijo: Estate a la puerta de la tienda; y si alguien viniere, y te preguntare, diciendo: ¿Hay aquí alguno? tú responderás que no. Pero Jael mujer de Heber tomó una estaca de la tienda, y poniendo un mazo en su mano, se le acercó calladamente y le metió la estaca por las sienes, y la enclavó en la tierra, pues él estaba cargado de sueño y cansado; y así murió. Y siguiendo Barac a Sísara, Jael salió a recibirlo, y le dijo: Ven, y te mostraré al varón que tú buscas. Y él entró donde ella estaba, y he aquí Sísara yacía muerto con la estaca por la sien. Así abatió Dios aquel día a Jabín, rey de Canaán, delante de los hijos de Israel. Y la mano de los hijos de Israel fue endureciéndose más y más contra Jabín rey de Canaán, hasta que lo destruyeron.
Todo lo malo que sucede en este mundo es a raíz del pecado, como consecuencia de la caída del hombre. Dios lo había hecho todo bueno, pero cuando el hombre pecó, todo fue afectado, tanto la vida del hombre como de todo lo que lo rodea, sin excepción. Lo único que permanece santo e inafectado es el reino de Dios, pero todo lo demás fue corrompido por el pecado del hombre. Por eso, es que tenemos tantos problemas y complicaciones, dolores, y claro, hasta la muerte. Las consecuencias del pecado son incalculables, porque cada cosa afecta a otra, y a otra, y a otra, formando una cadena casi interminable, un ciclo de eventos que da sus giros a través del tiempo. Esta vida es casi como una increíble colección de carambolas, donde nos afectamos personalmente, y los unos a los otros. Suena caótico, y lo es, pero hasta cierto punto. Porque dentro de todo ese caos, Dios limita las repercusiones precisamente para preservar lo inaccesible. Esa es la estructura del universo. No obstante, el pecado corrompe y destruye todo lo que vemos o sentimos ahora en esta vida.
Siguiendo la explicación dada, muchas veces nosotros nos ocasionamos nuestros propios problemas, gracias a que pecamos por voluntad propia. A veces sufrimos consecuencias a raíz del pecado de los demás. Claro que pasan cosas que no son nuestra responsabilidad directamente, pero muchas son nuestra responsabilidad, de alguna manera u otra. El no querer aceptar responsabilidad no limita las consecuencias. Eso es inevitable, y aquí entramos en lo que vimos en el pasaje de hoy.
Vimos al comienzo que los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová. Habían hecho mal antes. Dios trato con ellos. Vino un tiempo de paz. Y tan pronto que las cosas se relajaron, por decir, volvieron a reincidir en su pecado en contra de Dios. Y vemos como resultado la consecuencia de que Jehová los vendió en mano de Jabín rey de Canaán, donde empezaron a pasarlo muy mal. La Palabra dice que Jehová los vendió a su enemigo, y bueno, eso fue lo que consiguieron con su pecado. La rebelión y desobediencia en contra del Señor solo trae más problemas. Este mundo es imperfecto y difícil por sí solo, pero aumentarle más encima el pecar directamente en contra del Señor, ya se hace aún más duro el asunto, especialmente cuando una persona sabe y conoce la verdad. Este es una regla de la estructura del mundo, y, por lo tanto, irrefutable e inalterable: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. Gálatas 6:7-8. Mas tarde o más temprano, todo pecado en contra del Señor trae consecuencias. Hay personas que creen que están bien porque las cosas en general le salen bien, y ese es el peligro más grande. Cuando todo aparenta estar bien, o una de dos, o la consecuencia está por venir, o la peor consecuencia se está apresurando, la del castigo eterno. Es preferible ver las consecuencias de nuestras malas acciones ahora, porque nos da la posibilidad de cambiar (como lo hizo el pueblo de Israel), antes de pensar que todo está bien, y sufrir consecuencias eternas, donde ya no hay ni más tiempo para cambiar, o posibilidad para el arrepentimiento.
Ahora, ¿quiere Dios nuestra destrucción? Esto dice la Palabra: Tú, pues, hijo de hombre, di a la casa de Israel: Vosotros habéis hablado así, diciendo: Nuestras rebeliones y nuestros pecados están sobre nosotros, y a causa de ellos somos consumidos; ¿cómo, pues, viviremos? Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel? Ezequiel 33:10-11. Dios no desea que se pierda el hombre, pero también existe un punto donde la misericordia y la protección divina termina, y comienza el otro lado, el de la consecuencia, y castigo, dependiendo de cuándo. Este es el asunto: ¿Quieres seguir pecando en contra de Dios hasta posiblemente encontrar el castigo eterno? O ¿Deseas terminar con el pecado, y volverte al Señor a tiempo, para poder recibir Su bendición? ¡Que el Señor les bendiga! John