Basado en Lucas 7:18-29 (Versión Reina Valera 1960)  

Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista. Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí. Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están. Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él. Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.

Uno pudiera preguntarse, ¿Cómo Juan el Bautista no pudo haber estado seguro de que Jesús era el unigénito Hijo de Dios, el Mesías? ¿No era este mismo Juan quien le bautizo en el Jordan, el cual vió al Espíritu Santo descender sobre El, y que hasta escucho la voz del propio Dios públicamente dando testimonio que Este era Su Hijo amado? ¿Qué le habrá pasado desde aquel momento hasta el momento cuando mando a sus discípulos a preguntarle? Hay una respuesta que justifica a Juan, y que también nos da un alivio muy grande. A pesar de que Juan fue el más grande entre todos los profetas, todavía seguía siendo un ser humano, y eso quiere decir que era imperfecto, que tenía debilidades con las cuales siguió lidiando hasta el día que respiro su último aliento.

El asunto de seguir al Señor, y de hallar gracia ante el Altísimo nunca tuvo que ver con la perfección. Tenemos grandes ejemplos en la historia que nos dan estas indicaciones, grandes hombres que alcanzaron la gracia de Dios, y que fueron seres muy especiales y preciados para Dios. Por ejemplo, Abraham no era perfecto. El cometió errores. Pero, eso no interfirió en que fuere el padre de la fe, y que el propio Dios lo llamara Su amigo. Moisés no fue perfecto, pero eso no interfirió en que estuviera delante de la presencia de Jehová de los Ejércitos, quien pudo ver a Dios cara a cara, y que también vendrá al final de los tiempos y ser uno de los dos testigos a quien Dios usará para ayudar a Su pueblo Israel, volverse a Cristo. Y ¿Qué podemos decir del Rey David? David no fue perfecto. Cometió errores también. Pero eso no interfirió con el propio Dios decir que había hallado a este David que era conforme a Su corazón, y que haría todo lo que El quería, y también, que este mismo David tuviera el gran privilegio de que de su descendencia iba a salir el Mesías, porque el Mesías tenía que ser Hijo de David. Estos hombres no eran perfectos, cometieron errores, pero no solo hallaron gracia ante el Dios Eterno, sino que alcanzaron grandes cosas que perdurarán por toda la eternidad para la gloria de Dios, pero también, para el beneficio eterno de ellos, lo cual están disfrutando en este mismo instante.  

Entonces, ¿Qué podemos entender a través de esto? Que Dios nunca impuso el peso de la perfección en el hombre. Ese nunca fue Su voluntad porque El mismo sabe que somos débiles, limitados, y claro, muy imperfectos. Este fue el gran error de los religiosos, y sigue siendo el error de cada persona que asume que lo que Dios busca es la perfección. Es verdad que Cristo murió para que fuéremos transformados, y cambiados, para ser nuevas criaturas en El, para dejar de hacer lo que produce la muerte, y hacer obras dignas de Su reino. A Dios sí le interesa lo que hacemos. Pero, hay algo más allá que Dios busca, y que sea por supuesto algo genuino y de corazón, y no de boca nada más, y es lo que nos ayuda a hallar gracia ante Dios, la misma gracia que encontraron estos grandes hombres que mencionamos antes, y lo mismo que nos ayudara a hacer lo que Dios desea, Su voluntad. Dios busca que le amemos por sobre todas las cosas. Esta es la verdadera voluntad de Dios. Esto es lo que dijo el propio Señor: No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará. Mateo 10:34-39. Y esto también leemos: Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos. Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Marcos 12:28-34a. Entonces, nos debe quedar muy claro que lo que Dios busca en nosotros es que le amemos y que le demos el lugar que El merece, el primer lugar, que le tratemos como el Señor que es. Esto tuvo en común Abraham, Moisés, David, y también, Juan el Bautista, el cual hasta dio su vida por hacer lo que Dios le mando a hacer y cumplió su ministerio, porque amó a Dios más que a su propia vida.

Por lo tanto, a través de esto es que entendemos que, en la fe hay lugar para nuestras imperfecciones, que es posible que cometamos errores (nunca un abuso de la gracia de Dios, porque eso Dios lo juzgara), pero que debe haber algo inmovible dentro de nosotros, que amemos a Dios por sobre todas las cosas, y que le tratemos como el Señor que debe ser en nuestras vidas, el buscar hacer Su voluntad y no la nuestra. De esta manera encontraremos gracia delante de Dios, a través de Jesucristo, y podremos hacer Su voluntad en la tierra, lo cual nos dará acceso a Su reino eterno. Esto último es lo que Dios usara para juzgarnos: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras. Jeremías 17:9-10. Así que, ¿Qué ve Dios en tu corazón por El? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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