Basado en 2 Corintios 10:1-6 (Versión Reina Valera 1960)
Yo Pablo os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo, yo que estando presente ciertamente soy humilde entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros; ruego, pues, que cuando esté presente, no tenga que usar de aquella osadía con que estoy dispuesto a proceder resueltamente contra algunos que nos tienen como si anduviésemos según la carne. Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.
Muchas veces, y la gran mayoría, casi siempre ve como problemas cosas que realmente no son problemas, y viceversa, cosas que son realmente problemáticas como cosas buenas o sin asunto. Pero el asunto es que debemos entender lo que realmente puede ser un problema, y lo que nos puede afectar infinitamente. No debemos pensar que nuestros peores problemas son las malas circunstancias, u otras personas, o ni siquiera el diablo y sus demonios (aunque todo esto son factores). El peor problema que tenemos es la carne, y para ser aún más exacto, nuestra carne o carnalidad, hasta literalmente hablando. Este es nuestro enemigo número uno, nuestro peor problema.
A través de la Palabra, Dios nos advierte de distintas maneras de cómo debemos tener cuidado con la carne, y que no podemos confiar en la carne, y que no debemos seguir la carne, y que no debemos tomar decisiones basadas según la carne, en fin, Dios siempre pone gran alerta a todo lo que tiene que ver con la carne. Por ejemplo, tan sencillamente no podemos confiar en la carne, o en las cosas de la carne, como está escrito: Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto. Jeremías 17:5-8. Así que, tan sencillamente, si una persona confía en la carne, trae la maldición sobre sí misma. ¿Por qué pasa esto? Por dos razones. Porque Dios castiga todo lo que esta basado en la carne, y lo ha denominado maldición, pero también, porque la consecuencia natural que produce la carne es maldición. Esto también dice la Palabra al respecto: Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. Gálatas 6:8. Entonces, Dios enseña que, si una persona invierte en la carne, o se preocupa solo en complacer la carne, el fruto, o el producto será corrupción.
El Señor también nos dice que la carne promueve la debilidad, y es por eso que no debemos depender de ella. Esto mismo dijo: Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Mateo 26:41. Así que, la carne es algo que nos hace débiles, no nos ayuda a enfrentar las circunstancias, ni aún menos, las tentaciones, o las pruebas, y claro, hasta la tribulación. Lo espiritual o las cosas divinas son las que nos ayudan a ser fuertes, para poder resistir cualquier problema, y claro, ayudarnos a entrar en el reino de Dios. Por eso que la Palabra también dice esto: Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Gálatas 5:16-21. Entonces, tan sencillamente, no podemos ni depender de la carne en ninguna manera, no podemos buscar satisfacer los deseos de la carne, y claro, no podemos darle rienda suelta a los deseos de la carne, porque o sino, no podremos entrar en el reino de Dios, y eso si es un grave problema, un problema eterno que no tiene remedio.
El asunto es que, si nos dejamos llevar por la carne, fracasaremos en hacer la voluntad de Dios. Y este problema puede surgir en cualquier momento, el cual es el peor problema. El mejor ejemplo que tenemos donde se nos demuestra que no podemos bajar la guardia es en lo que paso con el Apóstol Pedro. Esto leemos: Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. Mateo 16:13-26. Así que, todo puede cambiar en cuestión de momentos si no tenemos cuidado con la carne, si nos dejamos llevar por ella. Porque esto también reitera la Palabra: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Mateo 7:21. La carne va totalmente en contra de Dios y de Su voluntad, y si nuestra vida se vuelve en una colección de cosas carnales, ¿podrá Dios dejarnos entrar en Su reino? Por eso que todo evangelio o doctrina que esta basado, o busca complacer la carne y de buscar los placeres de esta vida son maldición. Todo lo que tiene a la carne como centro, o como fin de complacer a la carne, es maldición. Así que, ¿tu vida y tu fe está basada en la carne o en el Señor y en hacer Su voluntad para vida eterna? ¡Qué el Señor les bendiga! John