Basado en Filemón 1:17-25 (Versión Reina Valera 1960)  

Así que, si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo. Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuenta. Yo Pablo lo escribo de mi mano, yo lo pagaré; por no decirte que aun tú mismo te me debes también. Sí, hermano, tenga yo algún provecho de ti en el Señor; conforta mi corazón en el Señor. Te he escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que harás aun más de lo que te digo. Prepárame también alojamiento; porque espero que por vuestras oraciones os seré concedido. Te saludan Epafras, mi compañero de prisiones por Cristo Jesús, Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.

El dicho: Dime con quien andas, y yo te diré quién eres, es un viejo refrán con mucha sabiduría, pero El que aclaró este obvio concepto fue Dios mismo mucho antes. En la Palabra dice así: ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? Amos 3:3. Finalmente, tanto el dicho como lo que Dios dice vienen al mismo punto: Si algunas personas mantienen una relación íntima, es porque están de acuerdo, y están a fines el uno con el otro, y dependiendo del asunto, esto puede ser algo bueno, pero también, puede ser algo muy malo. Las personas con las cuales nos relacionamos definen lo que somos, y el libre albedrio es lo que da lado a entender esto.

Para comenzar, todos somos libres tanto como para escoger lo que queramos creer como con quien queramos mantener una relación. Nadie hace nada a la fuerza, por decir. Algunos pueden que alegen algo extremo: Pero si una persona tiene que estar con otra porque le es necesario, como una situación de vida o muerte, ¿Qué debe hacer? Y puedo responder así: Cuando Cesar le decía a los cristianos que tenían que reconocerle como señor, ¿debieran haberle reconocido como tal para salvar sus propias vidas? Y la respuesta es: No. Si hubieran reconocido a Cesar como Señor, entonces hubieran blasfemado y hubieran renunciado a la fe en Cristo. Siempre hay una opción, aunque no nos gusten las opciones que tenemos. El confesar y retener nuestra fe en Cristo es igual a las relaciones que escogemos mantener, somos libres para escoger, y aunque la muerte sea parte de la elección, si eso es el precio que se ha de pagar, así sea. Todos somos libres para escoger y siempre hay opciones para hacer lo correcto, aunque el precio se vea muy alto. Finalmente, esto debemos preguntarnos cuando viene al asunto de escoger por cosas que interfieren con nuestra eternidad: ¿Qué precio tiene mi alma? Y esto se puede referir tanto a las decisiones que tomemos para confesar nuestra fe, como también, para las relaciones que decidimos tener.

Ahora, habrán personas que dirán: ¿Tanto importan las relaciones que decido tener, que hasta definen mi propia salvación? Y la respuesta es: Sí. Esto dijo el propio Señor: No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará. Mateo 10:34-39. ¿Qué significa esto? Que finalmente Cristo debe ser el que tome el primer lugar en nuestras vidas. Si tenemos que elegir entre un ser querido que rehúsa seguir a Cristo y el Señor, la elección siempre debe ser por el Señor, sea la relación que sea, nos cueste lo que nos cueste. Nuestro primer amor, nuestra prioridad, siempre debe ser el Señor, si deseamos alcanzar la vida eterna y tener acceso al eterno reino de Dios. Vemos las relaciones que tuvo y hasta defendió el Apóstol Pablo, personas que realmente se convirtieron al Señor, que cambiaron, y que estaban dedicando sus vidas para el servicio del Señor. Epafras, Marcos, Aristarco, Demas, y Lucas eran todas personas totalmente dedicadas al Señor, e inclusive habían hasta sufrido prisión por su fe en Cristo. Estas eran las relaciones que Pablo tenia, hasta este Filemón a quien le escribía, intercediendo por Onésimo que una vez fue ladrón y hasta le robo a Filemón, pero que se había convertido y dejado sus malos caminos atrás para seguir al Señor.

Ahora bien, ¿con quienes son lo que debemos tener cuidado y tomar distancia? Esto dice la Palabra: Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros. 1 Corintios 5:9-13. Los que seguimos al Señor debemos hacer tal como el Señor hizo. El Señor les dio la oportunidad a las personas de conocer el Evangelio, de saber el camino a la salvación, a todos los pecadores, y por eso que El les hablaba, para que se convirtiesen, pero no para seguir una relación con personas que no querían creer. Y este es el problema que hay hoy en el pueblo de Dios, que siguen teniendo relaciones con personas que no desean convertirse, con personas que conocen la verdad, pero prefieren seguir enlodados en el pecado, y justifican retener esas relaciones porque son seres queridos, sean familiares o amistades. Y eso no puede ser, sea la relación que sea. Hay tal cosa como el pecado de cohecho, o sea, que una persona apoye el pecado de otra persona por virtud de que sigue con ellos, hagan lo que hagan. Esto dice la Palabra: Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican. Romanos 1:28-32. Si retienes una relación con una persona que rehúsa arrepentirse, y que conoce el juicio de Dios, también serás tomado tan culpable como ellos, porque con retener esa relación, estas aprobando lo que hacen. Esto dice la Palabra: ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. Santiago 4:4. Así que, si un llamado creyente sigue teniendo una relación con una persona que vive en la práctica del pecado, conociendo la verdad, también se constituye enemigo de Dios, porque esa persona desea seguir en el mundo, y en los caminos del mundo conscientemente. Entonces, ¿Acaso un enemigo de Dios puede heredar o entrar en el reino de Dios? No. Es imposible. Tus relaciones finalmente determinan que eres y lo que realmente crees. Así que, la pregunta es sencilla, ¿Quién eres? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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