Basado en 1 Corintios 9:24 – 10:12 (Versión Reina Valera 1960)
¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado. Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar. Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil. Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.
Lo interesante del asunto es que el Apóstol Pablo compara la salvación o el obtener una corona incorruptible a una carrera en un estadio. ¿Por qué hará esa comparación? Porque él, inspirado por el Espíritu Santo, da a conocer que el obtener la salvación es algo que toma mucha dedicación, sacrificio, y determinación, y claro, que tiene que ver con algo que se debe adoptar como un estilo de vida. Para poder entender bien el asunto, hay que entender de que exactamente se trata este correr físico a que él se refiere.
Para comenzar, debemos ver que se está hablando de una competencia. Y cuando hay competencia, debe haber un entrenamiento, una preparación, muchas distintas cosas para que una persona pueda sobresalir de los demás. En una competencia para correr, no se trata de juntar a un montón de personas sin acondicionamiento o hasta a novatos, sino de atletas profesionales, para que pueda haber una genuina competencia. Piensen esto. ¿Podrá hacerle frente una persona que ni entrena, ni come bien, ni acondiciona su cuerpo, que este sobrepeso, a otra persona que vive una vida metódica, que esta robusta, fuerte, entrenando todos los días, en su mejor forma física? Por supuesto que no. No es ni siquiera una competencia. Y por eso, que en competencias legitimas, hay cosas básicas que debe tener un atleta, requisitos rudimentarios que debe cumplir para ser admitido en una carrera. El Señor lo mira de la misma manera el asunto, y por eso reitera este mismo concepto en otro pasaje, como está escrito: Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Hebreos 12:1-2.
¿A qué viene todo esto? A que sencillamente, una persona no alcanza la salvación, la vida eterna, o la corona de la vida porque hizo algún tipo de oración en un momento dado y nada más, o porque hace ciertas cosas y otras no, o porque cree ser algo sin serlo genuinamente. Una persona no llega a la inmortalidad que solo Dios puede dar, por ser religioso, o ser una buena persona, o por decir que cree en Cristo. La salvación solo se obtiene si en realidad una persona comienza una real y genuina relación con el Todopoderoso a través del Señor Jesucristo y retiene y vive esa fe hasta su último aliento, o sea una persona que sea fiel hasta el final. En el pasaje que leímos hoy, el Apóstol Pablo habla de su propia entrega y su lucha por su fe en Cristo, y que hasta él pudiera haber sido eliminado si no se esmeraba legítimamente. Si Pablo mostraba que pudiera pasar eso en su propia vida, una persona que sí dedico toda su vida al Evangelio, que sufrió persecuciones, fue encarcelado, fue azotado, y hasta llego a morir por unos instantes después de ser apedreado, ¿Qué significará esto para nosotros? ¿Podremos tomar la salvación tan livianamente? ¿Es en realidad tan fácil el asunto de llegar a la vida eterna? Es imposible. Si Pablo temía, cuidaba y hasta luchaba por su fe en Cristo, nosotros también debemos hacer lo mismo. Este mismo consejo dió el apóstol: Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. Filipenses 2:12.
Por eso que también escribió de aquellos que no cuidaron de serles fiel a Dios, a los que cayeron en el desierto. El mismo los pone como ejemplo de fracaso. Aunque eran parte del pueblo de Dios, no llegaron a la tierra prometida. Y ténganlo muy claro, si Dios termino con ellos en el desierto, no era para recompensarlos con la vida eterna después. Fueron acortados sus días en este mundo y llegaron más apresuradamente al castigo eterno. Si ellos que eran del pueblo escogido de Dios no fueron perdonados, ¿Qué quedará para la gran mayoría de nosotros que por naturaleza somos completamente ajenos a las promesas celestiales? Nosotros los gentiles no tenemos nada que ver con lo que sigue siendo el pueblo santo de Dios. Hemos sido solamente añadidos, injertados al olivo real, solo a través de la misericordia, bondad, y gracia de Dios. Esto dice la Palabra, en una advertencia muy clara para aquellos que piensan que pueden abusar de la gracia de Dios: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! Hebreos 10:26-31.
La salvación no es algo que se puede tomar livianamente. Y claro debiera ser, que no se puede jugar con Dios. La recompensa de la vida eterna será solo para aquellos que no solamente creen en el Señor Jesucristo, sino que buscan hacer la voluntad de Dios en todo aspecto de su vida. Si una persona no busca cumplir la voluntad del Padre en su vida, en respuesta a la gracia que le ha sido otorgada, no vera la vida eterna, sino que lo más cerca que llegara a ver de Dios, es Su trono en el juicio, y después al infierno eterno. Hoy más que nunca se debe tomar a Dios en serio, porque el final no será bueno, ni en este mundo temporal, y aún peor, en el castigo eterno. Sé sabio, y corre la carrera que debes correr para llegar a obtener la vida eterna a través del Señor Jesucristo. Así que, ¿Estás corriendo hacia Dios hoy? ¡Qué el Señor les bendiga! John