Basado en Salmo 36 (Versión Reina Valera 1960)
La iniquidad del impío me dice al corazón: no hay temor de Dios delante de sus ojos. Se lisonjea, por tanto, en sus propios ojos, de que su iniquidad no será hallada y aborrecida. Las palabras de su boca son iniquidad y fraude; ha dejado de ser cuerdo y de hacer el bien. Medita maldad sobre su cama; está en camino no bueno, el mal no aborrece. Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes. Tu justicia es como los montes de Dios, tus juicios, abismo grande. Oh Jehová, al hombre y al animal conservas. ¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas. Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, y tú los abrevarás del torrente de tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz. Extiende tu misericordia a los que te conocen, y tu justicia a los rectos de corazón. No venga pie de soberbia contra mí, y mano de impíos no me mueva. Allí cayeron los hacedores de iniquidad; fueron derribados, y no podrán levantarse.
Finalmente, ¿de qué se trata esta vida para la mayoría? Desde el punto de vista general humano, esta vida es para vivirla según les parece, básicamente con todo lo que tiene que ver con nuestra autocomplacencia. La mayoría de las personas hoy viven para sí mismos, para su propio beneficio. Y al momento, todo ser humano puede vivir como desea. Ahora, no hay un versículo que diga literalmente esta frase, pero su significado e implicación esta en toda la Biblia, lo cual llamamos: el libre albedrio. Y, con este libre albedrio viene el peso de la consecuencia, y hay una consecuencia general para cuando uno vive para vivir a su manera, más tarde o temprano.
El ser humano debe siempre tener en mente que puede vivir como desee, pero todo tiene consecuencias. No obstante, el que escoge hacer el mal muy interesantemente desea que su maldad no tenga ninguna mala consecuencia, sino todo lo contrario, desea que su maldad sea recompensada con bienestar. Veamos esto por un momento. El ladrón roba porque desea vivir bien y obtener todo lo que desea con el menor esfuerzo posible, y claro, que no sufra el castigo de la cárcel. Y, a ningún ladrón le gusta que le roben. El deseo del adultero es el mismo. Su deseo es tener sus encuentros sexuales con otras personas sin que nadie lo sepa, y sin malas consecuencias, que todo le salga como quiere. Y también, a ningún adultero le gusta que lo engañen, hasta a los más atrevidos y desvergonzados. Pasa lo mismo con todo el que busca hacer la maldad, como el que medita maldad sobre su cama, como dice la Palabra, para planear hacer todo lo que desea hacer y que no hallan consecuencias negativas. Desean usar su libre albedrio para conseguir y hacer todo lo que quieren sin ningún tipo de consecuencia, especialmente después que mueren. Su deseo es que todos sus malos hechos queden totalmente impunes. Sonará ilógico para algunos de nosotros, pero éste es el deseo de la gran mayoría. Y si no, ¿Por qué creen que existe tanta maldad en el mundo? ¿Creen que los que hacen maldad piensan en que sus malos caminos van a venir sobre sus propias cabezas algún día? Claro que no.
Ahora bien, ¿puede quedar la maldad impune si una persona escoge creer de esta manera? Como se ha dicho muchas veces, ni nuestras opiniones, ni nuestros deseos tienen algún tipo de poder para dictar o controlar la realidad. Puede que muchos piensen que están saliendo con la suya porque nada malo al parecer le está pasando al momento, como dicen las Escrituras: Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no solo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon (Malaquías 3:15), pero la verdad es que toda persona sufrirá las consecuencias de sus malos hechos, sea ahora en este mundo, o en el juicio venidero, sino se arrepiente de corazón y busca a tiempo al Altísimo. La Palabra es muy clara en esto, como dice: El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala. Eclesiastés 12:13-14.
Entonces, si las cosas son así, ¿todo se trata de las obras que hacemos? Si y no. Las obras por sí solas no son el centro del asunto, aunque debe haber un producto. Lo primero que debemos entender es que somos seres creados por Dios, y como tales, fuimos hechos para servirle y obedecerle a Él. Entonces si tenemos un producto, deben ser cosas que El busca, y no lo que nos parece. Si vemos lo que sucedió al comienzo, cuando Dios hizo al hombre, El le dió tareas (obras) para hacer, como leemos: Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Génesis 2:15. Y también dice: Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo... Génesis 2:19-20a. Entonces, el hacer estas cosas no fue ocurrencia del hombre, sino que Dios se las dió para hacerlas. Pero ¿Qué hizo el hombre con su libre albedrío? Cuando se presentó la tentación, pecó en contra de Dios, y en vez de hacer la voluntad de Dios, desobedeció a Dios y le hizo más caso a la serpiente que no le dio nada, que a Dios a quien le debía absolutamente todo. Y, ¿Por qué desobedeció a Dios? Porque le agradó la propuesta de ser como Dios. Entonces, esto separó al hombre de Dios, y se perdió su propósito para existir. Se volvió inútil y perdió el propósito de su existir, lejano de todo propósito divino. Pero bendito sea Dios que Su gracia sobreabundó, y dió una manera para que el hombre volviera a la vida de nuevo, y al propósito del existir, con el cual fue hecho. Esto fue lo que sucedió: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Efesios 2:8-10.
Entonces, algunos argumentarán, si somos salvos por gracia nada más, ¿Dónde entra la importancia de la obra? Si entendemos bien el pasaje anterior, entenderíamos que Dios nos salvó por su gracia, pero como producto de la fe y la gracia que nos fue dispensada, que el hombre comenzara de nuevo a hacer las buenas obras por las cuales Dios lo creo, como fue desde el comienzo. Entonces, a través de esto entendemos que la fe y la gracia debe rendir un producto para que haya vida eterna, como también dice: Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? Santiago 2:17-20. Entonces, ¿Qué finalmente distingue la buena y la mala obra? Una sola cosa y eso es el hacer la voluntad del Padre. Sino se hacen las cosas buscando obedecer al Padre, entonces todo lo que se produce es mala obra, aunque luzcan ser cosas buenas. Esto dijo el Señor: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Mateo 7:21. Así que, ¿Vives para hacer la voluntad del Padre para recibir Su recompensa? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!